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Provinciales > Cambio radical

La dura historia de vida de Pedro que cambió cuando entró al hogar

Pedro Reina es un hombre que era alcohólico, en lo único que pensaba en el pasado era en cigarrillo y bebidas. Hoy, vive feliz en la residencia Eva Duarte y hasta comparte su vida con una novia de allí.

POR REDACCIÓN

27 de abril de 2018

En la Residencia de Adultos Mayores Eva Duarte conviven 145 abuelos que comparten el día a día. En el pasado, sus vidas fueron muy duras, sin embargo, cuando ingresaron al hogar las cosas fueron cambiando poco a poco.

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Posted by Diario Huarpe on Friday, April 27, 2018

Tal es el caso de Pedro Reina, un hombre de 47 años de edad que hace 7 está en la residencia. Fue alcohólico, hacía changas y lo que ganaba lo utilizaba solo para comprar bebidas y comida. Hasta que una vez enfermó y estuvo aproximadamente un mes internado, luego, lo derivaron a su actual hogar. En diálogo con DIARIO HUARPE, contó su historia.

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“Llegué flaco, débil porque tomaba mucho y no comía, estaba en la cochina calle. Trabajaba, hacía changas y lo que ganaba lo dejaba para el vino y los cigarros, pero poco y nada de comida. Tocaba timbres y pedía comida, la gente me decía `andá a trabajar vago`. Hasta que me enfermé, fui al hospital, estuve internado como un mes y ahí me trajeron acá”, cuenta el hombre pacientemente recordando los detalles de su historia de vida.

A los pocos días de llegar vio a una abuela que captó toda su atención, Rosa Torres, actualmente, es su novia. “Apenas vine a hogar la hablé. Hace 7 años que estoy junto con ella, nunca discutí, nunca peleé nada”, cuenta orgulloso sobre su gran amor. Agrega que siempre “la invito a tomar una gaseosa, a comer un sánguche, vamos y volvemos”.

Sin duda, a Pedro le cambió totalmente la vida cuando ingresó a la residencia. Además, en su actual hogar ocurrieron pequeños milagros que relata con orgullo. Es que cuando entró se encontraba en una silla de ruedas debido a una enfermedad, con el trabajo y la paciencia de las enfermeras, pudo volver a caminar. “Me ponían lámparas, calor, masajes, me pararon y empecé a caminar con un andador y ahora puedo caminar pero no puedo correr”, dice el abuelo.

En cuanto a su jornada diaria, es uno de los pocos privilegiados del lugar al que se le permite trabajar. Lo hace vendiendo café a los empleados, abuelos y personal del hogar. “Lo primero que hago es bañarme, después preparo agua para el café y llenar los termos, yo vendo café. Salgo a la calle a comprar facturas, tortitas, medialunas, churros y eso lo vendo todos los días, en la mañana y en la tarde”, explica sobre la rutina que realiza diariamente.

“Yo me llevo bien con todos, nunca tuve problema con nadie, no peleo nada”, finalizó orgulloso sobre su vida en la residencia que le cambió la vida.



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