Publicidad

Mundo > Conmovedores relatos

De a poco, la ciudad de México intenta volver a la normalidad

Todos en la ciudad tienen una historia para contar sobre el poderoso sismo del martes de 7,1 grados, que dejó al menos 230 muertos y centenares de heridos.

POR REDACCIÓN

21 de septiembre de 2017

Con refugios en auditorios y parques para los damnificados, la ciudad de México trataba de recuperar  su ritmo, un día después del terremoto de magnitud 7,1 que, por el momento, se ha cobrado la vida de 230 mexicanos y provocado el derrumbe de casi 50 construcciones.

Para los que no tienen gente cercana ni pérdidas materiales que lamentar, lo ocurrido el martes muy pronto se convertirá en otra historia que contar. “Yo estaba en el estacionamiento del aeropuerto, primero fue como si el suelo se moviera hacia un lado y hacia otro, luego vino la sacudida, que yo creo que fue la que rompió la inercia de los edificios”, cuenta Julián, residente en tierras mexicanas.

Publicidad

No será una historia más para contar para las familias de los 21 niños que murieron aplastados con 5 adultos en la escuela Enrique Rebsamen, al sur de la ciudad de México, y los 30 desaparecidos.

Empleado en un estacionamiento de la colonia (barrio) Tabacalera, Gustavo contó que él también tenía a sus gemelas de 12 años en la escuela cuando ocurrió el temblor. “Pasó, salí corriendo de casa, no me podía comunicar con nadie, se cayó todo, el teléfono, la electricidad… pero cuando llegué ya estaban en el patio, con la maestra”.

Sus hijos, como todos los niños en edad escolar en ciudad de México, no tuvieron clases ayer. Cuenta Gustavo que seguramente ayudó en la evacuación de sus hijas que poco antes habían hecho los simulacros por el aniversario del terremoto de 1985 (en el que murieron unas 10 mil personas), y los niños tenían fresco el procedimiento: “Escucharon la alarma y pensaron que era otro ensayo, pero luego vieron que les temblaba el suelo y se asustaron, claro”.

En aquel terremoto de 1985, los mexicanos desarrollaron un protocolo de actuación voluntaria que pusieron en práctica. Gran parte de la ciudad no durmió en la noche del lunes. Por las calles podía verse a las camionetas trasladando agua, alimentos y remedios para asistir a las víctimas y a socorristas equipados con palas y picos y a voluntarios armados solo de mascarilla contra el polvo que hacían cadenas humanas para retirar los escombros y los trasladaban en changuitos de supermercado.

Publicidad

“No se puede meter maquinaria”, explicó a los periodistas esa noche Osorio Chong. El trabajo debe hacerse con picos, a mano, y en el mayor silencio posible para escuchar y no dañar a los sobrevivientes. Cada vez que uno aparece con vida, aplausos para abrirle el camino.

De 20 plantas, un hotel de la colonia tabacalera “se movió como si tuviera un elástico”, cuenta Sania, una de sus empleadas que estaba en el piso 12 en ese momento. “Me recosté contra la pared central, porque esa es la zona segura en este hotel, y cuando unos turistas salieron de sus habitaciones les dije que hicieran lo mismo”. Luego del terremoto de magnitud 7,1, el Servicio Sismológico Nacional informó que el mismo martes se habían registrado 22 réplicas. “¿Miedo a una réplica? No… ¿Puede haber? Pues espero que no”, decía Julián con resignación.

Fuente: Clarín
    Publicidad
    Más Leídas
    Más Leídas
    Publicidad

    ÚLTIMAS NOTICIAS