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Emblema provincial

La uva moscatel llegó a Albardón y la hizo su tierra

Dicen que las tierras de las albardas, al norte del río San Juan, acunan moscatel y eso, es verdad.

POR REDACCIÓN

27 de enero de 2018

Según cuentan los que saben, las primeras cepas ingresaron a la Argentina desde Chile y fueron los jesuitas los que las trajeron. Esta orden religiosa venía desde Cusco (Perú) plantando los barbechos de ese varietal, ya que preferían ese fruto a la hora de hacer el vino que terminaba llenando el cáliz en las misas que celebraban en las comunidades donde llegaban.

Aparentemente en la Argentina los primeros barbechos se plantaron en Santiago del Estero, pero como no se adaptaron al suelo y a las condiciones climáticas, se los trajo para las provincias de Cuyo, específicamente San Juan, Mendoza y La Rioja.

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En Mendoza y La Rioja la planta se desarrolló bien, pero nunca como en las tierras sanjuaninas.

Sarmiento, 25 de Mayo, San Martín, Angaco y Albardón las recibieron, pero la excelencia se logra en las zonas de las albardas, al norte del río San Juan.

Y cómo será de mística la relación y la identificación del moscatel con la tierra albardonera, que su fruto madura y toma su mejor dulzor a mediados y finales de enero, justo cuando se celebra el aniversario del departamento (24 de enero).

Trasciende las fronteras

En las épocas de esplendor habían plantadas en Al­bardón 1.500 hectáreas de moscatel. Un número que ubicaba al departamento en el primer lugar del podio a nivel país.

Fue desde la década del 50 y hasta finales del 80 cuando la uva se convierte en un emblema de la provincia, en virtud al impulso e impronta que le da un inolvidable vino, el “Resero Blanco Sanjuanino”. Ese vino, elaborado en tierra albardonera, trasciende las fronteras y cautiva los paladares de mujeres y hombres por igual. Es que su bouquet y aroma eran únicos, gracias a las bondades de la moscatel albardonera.

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El ingrato olvido

La reconversión de los 90 (con esa idea de que los Malbec, Syrah, Ca­bernet, Sauvignon y demás varietales esnob, iban a salvar la industria), erróneamente, echa por tierra todo lo construido alrededor de la sencilla y generosa uva moscatel de Albardón.

De las 1.500 hectáreas plantadas, so­lamente quedaron 150. Es que todos miraban a las nuevas vedettes de la vitivinicultura y a la moscatel se la relegaba a la categoría de uva común. Otro gran e imperdonable error, ya que en los países de Europa la seguían concibiendo como varietal.

Pero bueno, las 150 hectáreas sobrevivieron y hoy son la esperanza de una nueva reconversión que busca la recuperación de esa identidad que jamás se debió perder.

La cooperativa al rescate

Hoy, más de 25 productores, aficionados y amantes de esta variedad han conformado la Cooperativa Moscatel con el objetivo de recuperar lo perdido.

Según pudo saber DIARIO HUARPE, este grupo, junto al Ministerio de Producción de la provincia, está trabajando fuertemente para lograr la Denominación de O­rigen con ubicación geográfica para toda América. Todo un desafío que le rendirá culto a esta uva que nació vaya a saber dónde (su origen es discutido), pero que eligió a Albardón como su tierra preferida.

Sus bondades

La moscatel es tan bondadosa que de ella se puede hacer excelentes vinos, pasas y son ideales como uva de mesa. Los especialistas detallan que por su gran poder aromático y alto contenido de azúcar, se pueden utilizar para la producción de vinos más bien dulces y secos, con aromas potentes, elegantes y florales. Tam­bién se puede combinar con otras variedades para hacer cavas, champagne o espumosos monovarietales.

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