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Historias

Quedó huérfano dos veces y ahora busca a su madre biológica

Fue uno de los Jóvenes Sobresalientes 2016 en Argentina. Conocé la emotiva historia de Alejandro Patel, un joven que superó todo lo que la vida le puso en frente.

POR REDACCIÓN

18 de enero de 2017

Esta es la historia de Alejandro Patel, quien quedó huérfano por segunda vez a los 13 años cuando perdió a su madre adoptiva. El chico se reveló como un estudiante y docente brillante al punto de ser elegido uno de los Diez Jóvenes Sobresalientes del 2016 en Argentina, pero este año afronta un desafío del todo diferente: encontrar a su madre biológica.

Si bien la vida de este cordobés de 24 años es hoy más o menos igual a la de muchos de sus compañeros universitarios, su historia de superación personal sirve de ejemplo para muchos, y así lo entendieron los organizadores de las charlas TED, que convocan como disertantes a portadores de ideas inspiradoras, de las que participó el año pasado.

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Es que las cosas no fueron fáciles para Patel desde la misma infancia compartida con la Isidora, empleada doméstica que lo adoptó como madre soltera, allá en el Chaco, y se pusieron peor durante su adolescencia, cuando su mamá del corazón falleció de manera abrupta a los 60 días de haberse mudado ambos a Córdoba. Allí esperaban iniciar una nueva vida tras haber perdido todo en su Saenz Peña natal.

A Alejandro le cambia la voz cuando se refiere a Isidora, de quien dice que “fue la mujer más maravillosa que me regaló la vida” y que “hizo todo para que yo pudiera seguir estudiando”.

Con el esfuerzo de su madre y la ayuda de vecinos solidarios, el joven fue creciendo hasta que a los 13 años llegó el primero en una serie de cimbronazos en su vida, cuando su mamá se quedó sin trabajo y perdió la casa donde vivían.

Isidora, “que no era de reclamar”, decidió que “empezarían de nuevo” en la ciudad de Córdoba a la que llegaron sólo “con un bolso cada uno”.

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“Yo empecé a trabajar en una carnicería y a estudiar en la secundaria en el IPET 250 Bialet Massé, que es donde ahora enseño. Al principio no me gustaba porque se reían de mi tonada, pero cuando a los dos meses mi mamá falleció de un derrame cerebral, pasó a ser como mi casa”, explicó Alejandro, que vivió los siguientes tres años con unos parientes.

“Los profes sabían que yo no estaba cómodo con los tíos y pasaron a ser como mi mamá dividida en muchos pedacitos. Con tanto esfuerzo puesto en mí, yo no podía bajar los brazos”, contó.

El adolescente pasó de curso y ya en tercero obtuvo una beca del Fondo de Becas para Estudiantes (FONBEC) al sacar “el mejor promedio de la provincia”, logro que fue repitiendo cada año.

Ya en cuarto año, empezó a sentir que “quería devolver” al colegio algo de lo que le había dado: comenzó a dar clases de apoyo y formó el primer coro de la institución educativa, que continúa hasta hoy.

Hasta que llegó el sexto y último año de secundaria, y Alejandro se fue a vivir con un preceptor, su esposa y sus dos hijos mayores que “me trataron como uno más” de la familia.

“Ya no podía estar con mis tíos, así que la directora me llamó y me dijo que ‘eligiera dónde quería vivir’ porque había varios preceptores y profesores” dispuestos a cobijarlo, pero en el segundo año de la universidad comenzó a vivir solo.

Pero la vida aún le deparaba mucho más: en 2014 lo llamaron de su querido IPET para decirle que había sido designado como profesor de enseñanzas prácticas de Electrónica Digital 2 y estaría al frente de chicos apenas menores que él. “Fue uno de los días más felices de mi vida, sentía que el corazón no me entraban en el pecho”, contó.

Entonces los premios no sólo los siguió ganando Alejandro -elegido Docente Destacado 2015 por el gobierno de Córdoba y uno de los 10 Jóvenes Sobresalientes de Argentina de la Cámara Junior Internacional (JCI)-, sino también sus estudiantes con los “proyectos electrónicos con fines sociales” diseñados en sus clases, como la “Ripellera para no videntes”, un sistema de sensores ultrasónicos para ciegos que permite caminar sin bastón.

Con su vida estabilizada, Alejandro cuenta que este año se propuso “como meta” dar con su mamá biológica, aunque “se complica por no tener su nombre”. “En marzo iré a Chaco para tratar de encontrar algún dato”, contó.

A ella no le guarda rencor ni la juzga porque “vaya a saber cómo sería la situación” cuando lo dio en adopción.

“Yo sólo quiero conocer mis orígenes y, si la encuentro, voy a agradecerle porque soy muy feliz y no me hubiera querido perder una vida como ésta”, concluyó.

A pesar de tantas pérdidas, Alejandro siguió combinando trabajo con estudio a contraturno, consiguió una beca y gracias a su esfuerzo y la solidaridad de muchos de sus docentes y preceptores que lo ayudaron al punto de llevarlo a vivir con sus familias, pudo terminar la secundaria como abanderado y comenzar la universidad.

“Mi madre biológica trabajaba como empleada doméstica en Buenos Aires, pero me fue a tener a Chaco para que su familia no se enterara”, explicó Alejandro.

Durante la internación post parto, la casualidad hizo que en la cama de al lado se encontrara la cuñada de Isidora, a quien le ofreció entregarle el niño.

“Mi tía le dijo que no podía, pero le preguntó a otros de mi familia y mi mamá Isidora se animó a adoptarme”, contó.

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