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País > Justicia y política

José López libre: una resolución inoportuna que reinstala a la corrupción en el cierre de la campaña electoral

La excarcelación del “hombre de los bolsos en el convento” abre otro frente incómodo para el oficialismo, en un tema en el que está bajo la lupa.

POR REDACCIÓN

06 de noviembre de 2021

Es difícil sorprender a los argentinos con alguna noticia vinculada a casos de corrupción en la función pública: la gama de ejemplos y el tenor de las historias cosechadas durante décadas -casi todas impunes- puso muy alta la vara de la indignación popular. Pero una fría madrugada de junio 2016, ese termómetro rompió su aguja: el ex secretario de Obras Públicas durante los tres gobiernos kirchneristas, José López, intentaba esconder un tesoro revoleando bolsos con nueve millones de dólares, euros y joyas por encima de la empalizada de un convento de General Rodríguez.

La imagen, sazonada por la presencia de una ametralladora y un grupo de ancianas monjas que ayudaban a arrastrar la carga hacia el interior del establecimiento religioso, llevó a una categoría cinematográfica a muchos otros casos de corrupción que la justicia venía investigando y que involucraban a todos -literalmente todos- los jerarcas del ministerio de Planificación que había conducido Julio De Vido, y a sus dos únicos jefes: Néstor y Cristina Kirchner.

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Los "bolsos del convento" cristalizaron como ninguna otra prueba el festival de licitaciones amañadas, obras públicas otorgadas a los amigos del poder con jugosos sobreprecios y que muchas veces ni siquiera se terminaron, el crecimiento exponencial del patrimonio de exfuncionarios grandes y chicos, la aparición de propiedades, firmas offshore, empresas, autos de alta gama y hasta yates y aviones, como los que tenía el secretario de Transporte, Ricardo Jaime.

Con los ojos desorbitados y la cabeza gacha, López fue detenido esa misma noche, hace más de cinco años, y en 2018 lo condenaron por enriquecimiento ilícito. Nota al margen: la primera denuncia en su contra había sido presentada en Comodoro Py en 2008, sin que en todos esos años nadie molestara al entonces poderoso secretario de Estado.

El caso López sorteó todos los argumentos K para tratar de negar o al menos bajarle el precio a las copiosas causas por corrupción que estallaban y crecían en todos los juzgados: no hay lawfare, "persecución" o excusa que atenúe al señor de los bolsos pesados.

Justamente por eso, y más allá de todas las explicaciones y refutaciones jurídicas que envuelven al caso, la excarcelación firmada este viernes por el Tribunal Oral Federal 1 es un sonoro cachetazo en la mejilla de una sociedad estragada por las penurias económicas mientras los gobernantes y políticos siguen sus peleas a kilómetros de distancia: un cóctel molotov al que sólo le falta un fósforo para encenderse.

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La liberación de José López es la última de una secuencia que tuvo sus grandes hitos con la salida de la cárcel de Amado Boudou, Cristóbal López, Luis D'Elía y otros exfuncionarios y contratistas del Estado procesados por gravísimos delitos contra la administración pública. La última de esas excarcelaciones ya causó una reacción popular fuerte: cuando las puertas del penal de Ezeiza se abrieron para Lázaro Báez, un tumulto de vecinos le impidió instalarse en el coqueto country en el que tiene una de sus cientos de casas, y tuvo que volver a la prisión por un día hasta que lo llevaron de incógnito a otro barrio privado que nadie conoce.

La paciencia social ahora es interpelada por la salida de José López, justo cuando la Argentina inicia la última semana de campaña electoral. Una noticia cuanto menos inoportuna, cuando según todos los sondeos de opinión la "corrupción" se mantiene en el podio de los tres temas que más preocupan a la gente.

López libre es otro gato negro que se cruza en el camino de los candidatos oficialistas, y que suma un problema en su mochila, ya cargada de pesadas piedras políticas. Muchos referentes del kirchnerismo trabajaron para ello durante los últimos años. Pero aún algunas noticias deseadas llegan en el peor momento.

Por: Claudio Savoia para Clarín.

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