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“Aprendí a sentir las luces y eso se convirtió en algo mágico”

La artista encabezará el próximo domingo una interesante propuesta musical y aprovechó la ocasión para hablar sobre su vida y su perspectiva acerca de la discapacidad.

POR REDACCIÓN

11 de septiembre de 2018

Fátima Garro. Así, sólo con su nombre es como prefiere que la presenten. Y así se hará en esta nota. Sin preámbulos que tapen lo que ella verdaderamente es: una artista con cientos de proyectos y muchas ganas de concretarlos.

Fátima se inició en el mundo de la música a los ocho años y, paradójicamente, fue “Ojos de cielo” la canción que la llevó a pisar por primera vez un escenario. “Soy la oveja negra de la familia”, explica la cantante y ejemplifica con decenas de anécdotas en las que ella aparece, de pequeña, contando chistes de Landriscina frente a amigos y familiares.

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Con una guitarra usada y de la mano de su hermano mayor, a los nueve años empezó a tomar clases de guitarra en la Iglesia de su barrio. “Yo aprovechaba que todos tocaban para cantar y ahí me di cuenta de que no era tan difícil”, cuenta entre risas. Fue justamente esa la edad en la que tomó la música como un estilo de vida y el motivo de todos sus sueños.

Para Fátima, su discapacidad visual, con la que convivió desde las primeras horas luego de nacer, nunca fue un obstáculo ni tampoco una plataforma para apoyarse. Se mueve con soltura arriba y abajo del escenario, en las calles, con las tecnologías. Aprendió a valerse por sí misma y a lograr que los demás descubran su valor, por sobre su discapacidad.

Fátima suele hacer chistes con su ceguera para romper el hielo, aunque también sabe poner los puntos cuando es necesario. Una anécdota que describe con mucha gracia da cuenta de ello: “Cuando comencé los locutores me presentaban así: ´Es una niña no vidente, especial, un ángel de luz…y ahí decían mi nombre, Fátima Garro. Yo en ese lapso que duraba la presentación no sabía si desmayarme o salir corriendo”, explica la artista de forma muy graciosa. Lo que Fátima realmente intenta decir, es que no se sentía bien con tanto preámbulo que hablaba de lo que no podía hacer, que la ponía en un lugar que no era. “Con el tiempo empecé a hablar con los locutores y pedirles que me presentaran por mi nombre, como lo hacían con todos los demás”, finaliza la cantante.

“Cuando comencé los locutores me presentaban así: ´Es una niña no vidente, especial, un ángel de luz…y ahí decían mi nombre, Fátima Garro. Yo en ese lapso que duraba la presentación no sabía si desmayarme o salir corriendo”

Esta manera en la que aprendió a pararse frente al mundo no siempre fue bien recibida, incluso por algunas personas con discapacidad. “Muchos piensan que yo niego mi discapacidad o que me avergüenzo y no es así, lo que no quiero es que se ponga el foco sobre eso porque no es lo más importante en mí”, asegura.

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“Muchos piensan que yo niego mi discapacidad o que me avergüenzo y no es así, lo que no quiero es que se ponga el foco sobre eso porque no es lo más importante en mí”

“Lo que más me gusta del escenario son las luces” cuenta Fátima, paradójicamente. Y es que aunque no puede verlas, aprendió a sentir su calor y eso, como ella misma explica, se convirtió en algo mágico.

En este sentido, el próximo domingo 16, serán las luces del Auditorio Juan Victoria las que la verán brillar a ella. Ese día, a las 20:30, presentará Notas de Latinoamérica, un concierto de en el que lleva tiempo trabajando, junto a un grupo de destacados músicos. Ritmos de México, el Caribe, Venezuela, Cuba y Argentina serán acompañados por su dulce voz y un carisma, que traspasa todo obstáculo que la vida pueda haberle puesto delante.

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