Publicidad

Provinciales > Historias sanjuaninas

Agustín, el bombero sanjuanino que sofocó varios incendios de su pasado y lideró su propia vida

Actualmente comanda el cuartel de voluntarios en Pocito.

02 de junio de 2020

Agustín Moya tiene 39 años. Hace 15 que es bombero voluntario, una profesión que eligió cuando decidió ayudar a los sanjuaninos en el 2005. En esa época ingresó al cuartel de Chimbas, aunque dice que cuando fue a la primera prueba no le terminó de convencer. Con 25 años debía pasar demasiado tiempo fuera de su casa, esa situación lo alejaba de su familia y su otra pasión: la fotografía.

De chico Agustín se crió en la casa de sus bisabuelos, en calle Caseros y Pedro Echagüe, en Capital. Él no se acuerda de las condiciones edilicias de aquella vivienda, pero en su memoria está guardado el sonido de las sirenas de los camiones de bomberos que en las fiestas de fin de año comenzaban a sonar en el cuartel central que quedaba a dos cuadras de donde vivía.

Publicidad

Su vida tuvo varios focos de incendio, que por medio de la rutina y la experiencia la fue sobrellevando. Su padre lo abandonó y creció junto a su mamá. La relación con ella fue un tanto distante: su infancia careció de besos y abrazos.  

“No me marcó ser hijo de madre soltera. Ella me enseñó a hacer el bien. Quizás tuve un par de zapatillas, pero nunca un abrazo o una palabra de aliento”, cuenta a DIARIO HUARPE.

Agustín ama lo que hace, dice que es una pasión. Foto: Sergio Leiva/DIARIO HUARPE.

Agustín no supo nada más de su padre biológico, lo único que se enteró es que hace algunos años falleció. Al poco tiempo de la separación, su mamá conoció a otro hombre y fue el que le dio el apellido.

-¿Querés llevar mi apellido?, le preguntó.

-¡Sí!, le respondió Agustín y desde ese día comenzó a ser Moya.

A los 13 años la pareja dejó de funcionar y ese hombre que ofició de padre sustituto se fue de la casa. Como era chileno regresó a su país y jamás volvieron a tener contacto con él.

Publicidad

Desde ese momento Agustín asumió el papel de líder en su casa. Cuidó a su hermana y trataba de que no tocara los enchufes ni girara las hornallas de la cocina. Siempre le tuvo respeto al fuego o a los cortocircuitos. Señala que su misión era la de ser “protector” y “precavido”.  

En el cuartel de Pocito trabajan más de 26 voluntarios. Foto: Sergio Leiva/DIARIO HUARPE.

Tras haber estado 5 años trabajando en Chimbas, en el 2010 se mudó a Pocito donde el 13 de septiembre fundó el Cuartel de Bomberos Voluntarios. Sus inicios como líder fueron rudimentarios, pero con mucho esfuerzo. Usó su camioneta F-100 que la tenía cargada de arena y una pala para salir a sofocar incendios. Con el tiempo sumó su auto un Chevrolet Corsa.

“Un montón de veces pensé en tirar los guantes. No tenía para pagar un sellado o una cuenta del banco, pero seguí porque amo hacer esto”, cuenta.

En el 2018 el cuartel comenzó a operar. Durante todo ese tiempo había realizado trámites administrativos para lograr tener la personería jurídica. Con ella le llegó un subsidio de nación que le sirvió para comprar trajes especiales para equipar a los trabajadores.

“El subsidio no te alcanza nada. Un equipo promedio para un bombero cuesta $100.000”, comenta.

Actualmente en Pocito trabajan 26 bomberos voluntarios y hay 10 aspirantes queriendo entrar. Habitualmente ingresan todos los 2 de junio, pero la pandemia postergó esta fecha. Agustín cuenta que con la cuarentena por el coronavirus, muchas personas se acercaron hasta el cuartel a ofrecer sus servicios.

Foto: Sergio Leiva/DIARIO HUARPE.

En octubre del año pasado creó la Escuela de Cadete, donde se capacitan chicos de 8 a 17 años. En la provincia hay 3 escuelas: Pocito, Chimbas y Santa Lucía. A la de Agustín asisten casi 70 jóvenes.

El bombero dice que no hace distinción entre los incendios que sofocó. Para él todos tuvieron la misma intensidad, aunque recuerda cuando se quemó la mueblería San Cayetano en agosto del 2013 en calle España y Agustín Gómez. El fuego alcanzó a 4 casas de la zona. Él fue el encargado de barrer el suelo y apagar el fuego que consumió todo dentro de ese local.    

“Siempre fue un trabajo arduo para que la sociedad entienda que la misión del voluntario es por vocación. Lo hacemos porque nos gusta ayudar. Cuesta que la gente comprenda que no tenemos otra misión ni económica, ni personal”, cuenta.

Agustín y sus compañeros no cobran un sueldo. Para subsistir realizan rifas y sorteos que le sirven para juntar fondos y poder mantenerse ellos, además de comprar más elementos para el cuartel. 

Hoy él superó todo lo que fue su pasado, al margen de ser el líder del cuartel también logró ser el héroe para sus dos hijos: Ana Agostina y Alejo Nahuel. También mejoró la relación con su madre, si bien siguen siendo escasos los abrazos, en las reuniones familiares la mujer dice: “Soy la madre del subcomandante”.

Publicidad
Más Leídas
Más Leídas
Publicidad

ÚLTIMAS NOTICIAS