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Opinión

Del hogar a la escuela: una movilización en pausa

Cada día, durante el año escolar, hay 10 millones de estudiantes, 1 millón de docentes y unos 4 millones de padres, madres, abuelos de estudiantes. Esto da un total de 15 millones de personas -la tercera parte de los argentinos- que se junta en la movilización más masiva y permanente que se puede imaginar, la que va de los hogares hasta las aulas.  

Esa movilización de personas se cambió rápidamente a una sucesión de mensajes en el teléfono, archivos que van y vienen, buscar dónde imprimir lo que mandan los docentes, ingeniarse para enviar las respuestas. No podemos domar el tiempo en casa, con niños de distintas edades con variadas tareas cada uno para hacer la tarea, mientas que  limpiar, lavar, cocinar y también en muchos casos, hacer la propia tarea de los adultos.

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Notamos con preocupación que se comienza a acumular mucho stress en los hogares de los docentes que corren tras sus tareas, y en los de los estudiantes y familiares que las reciben. La incertidumbre sobre la duración de este proceso aumenta el agotamiento de unos y otros.

Este texto tiene algunas propuestas como para motivar un diálogo entre los adultos y los docentes, para contar con alternativas para la tarea en el hogar. Muy especialmente, cuando los adultos sienten que realmente ya llegan al límite de lo que pueden hacer con los nuevos contenidos. Muchos tal vez nos hemos olvidado de algunos conocimientos escolares, y otros, tal vez nunca los hemos tenido.

Las propuestas tienen un aspecto común: son actividades que nos hacen usar la cabeza, pero también se pueden conectar con el sentimiento, el deseo. Aquí van:

  1. Leer todos los días. Por simple que parezca, es fundamental mantener activa la lectura. Al menos dos páginas por día; y al terminar esa lectura, el adulto tiene que estar dispuesto a escuchar lo que el niño, niña, adolescente cuenta de esa lectura. Cuando una persona sabe que le tiene que contar a otra sobre lo que leyó, presta mucha más atención. Lo mejor, es cuando el estudiante es quien puede elegir qué leer; por supuesto, es ideal que sea su docente quien le proponga mucha variedad de alternativas para leer.
     
  2. Hacerse preguntas sobre lo cotidiano. En las tareas escolares muchas veces corremos atrás de las respuestas. Y nos olvidamos que es una actividad mental muy importante, el hacernos preguntas sobre lo que nos rodea, no dar nada por conocido. Por ejemplo,¿Cómo es que viajan por el aire los mensajes de los celulares, cómo saben a dónde tienen que ir? ¿Por qué hay sillas de cuatro patas, de tres patas, y aun de una pata ancha, pero no hay sillas de dos patas? Hacerse preguntas, aun cuando no se puedan responder de inmediato, mantiene viva la curiosidad, que es el alma del aprendizaje autónomo a lo largo de la vida.
     
  3. Elegir un tema sobre el que hacerse experto. Las personas tenemos temas que nos interesan: puede escuchar o hacer música, hacer o mirar deportes, bailar, cocinar, dibujar o pintar, construir, actuar o cantar,  tocar un instrumento, filmar o sacar fotos. Conversar y ponernos de acuerdo con nuestros hijos sobre un tema que les interese, y pedirles que aprendan sobre eso y nos muestren, convoca al esfuerzo mental y emocional, a concentrarse en una tarea y en alcanzar resultados que se puedan mostrar. Pero es muy importante que ellos puedan elegir. Sobre eso que eligen tendrán que leer, buscar información, escribir, hacer, practicar. Es importante que identifiquen el primer día que empiezan a “estudiar para hacerse expertos”, y que una vez cada semana, muestren y cuenten lo que avanzaron.

 

Estas propuestas pueden ser parte de un diálogo de las familias con las escuelas, sobre todo cuando se percibe que se acumulan complicaciones reales. Son propuestas que hacen trabajar la mente y el compromiso de los estudiantes, y los adultos de la familia pueden dar seguimiento. Al regresar a los encuentros presenciales, los docentes podrán dar valor al esfuerzo que volcaron los estudiantes e integrarlo dentro del plan de recuperación e integración que habrá que implementar.

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Tal vez, una nueva y buena relación familia y escuela pueda nacer de este proceso, basada en respeto y conocimiento mutuo. ¡Qué importante sería que nuestros hijos vieran que docentes y padres nos ponemos de acuerdo en una forma distinta de trabajar!

 

*La autora es presidente de la Asociación Civil Educación para Todos y referente del Observatorio Argentinos por la Educación.

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