El cardenal condenado Angelo Becciu no votará en la elección del próximo Papa

Angelo Becciu, el cardenal italiano condenado por malversación y despojado de sus derechos cardenalicios, anunció este martes su decisión de no participar en el cónclave que elegirá al próximo papa, previsto para comenzar el 7 de mayo. La decisión se da en un contexto de profundas reformas impulsadas por el papa Francisco para mejorar la transparencia financiera en el Vaticano.

Becciu, de 76 años, fue condenado a cinco años y medio de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos en la Santa Sede, tras un juicio histórico que abordó varias operaciones financieras irregulares, incluyendo la compra de un edificio de lujo en Londres con fondos del Óbolo de San Pedro, destinados originalmente a obras de caridad.

“Por el bien de la Iglesia, a la que he servido y continuaré a servir con fidelidad y amor, así como para contribuir a la comunión y serenidad del cónclave, he decidido obedecer como siempre he hecho a la voluntad del papa Francisco y no entrar en el cónclave a pesar de seguir convencido de mi inocencia”, expresó Becciu en un comunicado difundido por su abogado.

Aunque participó en las congregaciones generales previas junto a los 252 cardenales convocados, Becciu no formaba parte del grupo de 134 electores menores de 80 años habilitados para votar, al haber sido excluido explícitamente por orden del pontífice. La exclusión fue confirmada mediante dos documentos firmados por Francisco, presentados por el secretario de Estado, Pietro Parolin, durante las reuniones preparatorias del cónclave.

El escándalo en torno a Becciu también incluyó una donación de 125.000 euros a una asociación vinculada a Cáritas en Cerdeña, presidida entonces por su hermano, lo que generó sospechas de conflicto de interés y mal uso de fondos. Becciu fue considerado durante años uno de los hombres más influyentes del Vaticano y potencial papable, llegando a ser prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos hasta su destitución en 2020.

El caso Becciu ha expuesto las tensiones internas dentro del gobierno eclesiástico y ha puesto en evidencia las debilidades de los mecanismos de control sobre los altos cargos de la Iglesia. La decisión del cardenal de apartarse voluntariamente del cónclave ha sido interpretada como una forma de evitar mayores divisiones en un momento clave para el futuro de la Iglesia Católica.