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Departamentales > La cosmovisión que olvidamos

El leño que se hace fuego en los hogares laguneros

Una mirada a la conciencia ambiental lagunera y su relación con el entorno.

16 de septiembre de 2019

Lo estuvo buscando por más de 20 minutos en el monte seco de las secas Lagunas de Guanacache. Es que no era cualquier leño, era justo ese. Ese que ya había cumplido su ciclo y ahora, se ofrecía para el fuego. Ese fuego que lo haría brasa, luego ceniza, y por último, tierra.

"Esa es nuestra mirada, nuestra concepción, nuestra cosmovisión" dicen los laguneros. "Somos tierra, somos agua, somos viento, somos fuego, somos los hijos de esta tierra".
 

La historia del leño

Esa tarde, cuando el sol empezó a caer, una ventisca fría del sur se levantó en las Lagunas de Guanacache. La brisa helada ladeaba hacia el norte el follaje de las arbustivas. Los pájaros se acurrucaban en los matorrales y los perros, al reparo de las paredes del rancho que todavía irradiaban calor.

Los laguneros lo saben... y lo saben bien... "Cuando las tardes se hacen frías, la noche congela, y el que no tiene leña, de seguro, la pasa bien fulera". 

Y fue esa máxima lugareña la que hizo recordar a Roxana (la compañera de José), que los últimos leños se habían quemado en la cocción del almuerzo... "José", dijo Roxana, interrumpiendo la mateada que se había armado, mientras se esperaba el regreso de las cabras al corral. "No tenemos leña. Vas a tener que ir a buscar". 
Sin dudarlo, antes que el sol se fuera por completo, José cargó el pico hacha en la caja trasera del hummer (el rastrojero), y rumbeó por una de las huellas hacia el sureste, entre los matorrales secos y espinosos del campo. 

La señal

En la cabina, el motor diésel del rastrojero era lo único que se escuchaba. 
José, con los ojos bien abiertos no dejaba de mirar para afuera. Miraba para un lado, para el otro, por allí, por allá.



Frenaba, observaba y volvía a la huella. Era como si estuviese buscando una señal, una evidencia, un llamado... 



La rutina se extendió por varios minutos, hasta que, de repente, clavó los frenos, y en voz alta dijo: "Aquel", señalando un lámaro seco, de corteza oscura, que se encontraba justo detrás de un arbusto.

José dio media vuelta con el rastrojero y marcha atrás lo posicionó cerca del árbol seco... y mientras lo hachaba, explicó: 

"No es cualquier árbol seco, sino aquel que ya cumplió su ciclo y se ofrece para el fuego",  dijo. "Si cortamos una planta que todavía puede verdear, estamos deforestando, estamos acelerando y alterado los procesos naturales de la vida". agregó.  


 

Mira el video

 

Esa noche, todos le agradecieron al lámaro seco. Es que, gracias a su leño, el fuego se encendió, el hogar se iluminó, la comida se calentó y a la familia abrigó. 

 


Esa noche, el lámaro seco se hizo brasa y después, ceniza... y como ceniza, volvió a la tierra para empezar de nuevo.

 

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