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Provinciales > historia

La comunidad que nació de la destrucción del terremoto

Los habitantes de cinco casas que quedaron destruidas se unieron después de quedarse sin nada. Compartieron la angustia y hoy reconstruyen sus vidas ayudándose.

18 de enero de 2022

Después del peor momento de sus vidas, la comunidad los sacó adelante. Hoy no se dividen en familias. Para dar indicaciones hablan del módulo uno, el módulo dos y así hasta el cinco, contando por calle Aberastain de Sur a Norte. Le dicen módulos, pero ya del prisma metálico que llegó en la urgencia no se ve nada, porque ellos, entre todos, fueron convirtiéndolos en casitas. Se conocen por los nombres y desde hace un año comparten la experiencia más horrible de sus vidas, cuando se quedaron sin casas por el terremoto del 18 de enero. Hoy comparten el día a día, mates y las pocas comodidades que tienen. Hoy comparten una misma vida, después de que el terremoto les arrebatara la que tenían antes.

Los vecinos de lo que era un asentamiento de adobe en Pocito fueron una porción pequeña de las víctimas del desastre del sismo de 2021 en San Juan. Silvina Fuentes estaba terminando de ver Masterchef cuando empezó a temblar y pudo salir con sus cuatro hijos a la calle, esa noche fue a trabajar pero volvió temprano, porque se iban a quedar solos. Orlando Cornejo hizo lo mismo y no había parado de moverse el mundo cuando escuchó cómo su casa completa se venía abajo, no lo vio porque la luz se había cortado y la tierra llenaba el aire. Carla Poblete recuerda con alivio que estaba en la casa de su suegra y no en su ranchito, que también quedó destruido, porque hubiese estado sola y embarazada en el lugar de su desastre.

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Con esfuerzo, tras perder todo, las familias han ido recuperando sus pertenencias. Muchas veces tuvieron que endeudarse. Fotos Mariano Martín - DIARIO HUARPE.

De esa noche, cuando a las 23:46 una falla en Sarmiento provocó un movimiento de 6.4 en la escala de Ritcher, todos tienen recuerdos parecidos. Pasa lo mismo cuando cuentan lo que pasó en los días siguientes, cuando descubrieron que no les había quedado prácticamente nada. “Nos fuimos unos días a la casa de unos familiares, pero volvimos porque teníamos miedo y empezamos a tratar de rescatar algo. Yo encontré mi lavarropa y mi televisor, pensé que ninguno andaba pero los pudieron arreglar, mi vecino los arregló”, contó Silvana.

“Nos pasamos unos días tratando de rescatar de los escombros, pero cada vez que encontrábamos algo estaba destruido y era peor. No podíamos ni cocinar, la gente nos traía unos fideos y dábamos las gracias, pero no nos había quedado ni una olla para hervir agua. Vi a mis hijos pedir comida y se me rompió el corazón, porque yo los educo para que trabajen, pero yo no les podía dar nada”, recordó Orlando. Por eso para muchos fue un alivio cuando llegaron las máquinas y se llevaron los escombros, aunque en el medio estuviera lo que quedaba de sus vidas.

Orlando y Cinthia viven en el quinto módulo. Él fue el "arquitecto" de las ampliaciones y cuando estuvo internado grave por Covid-19 sus vecinos apoyaron a su familia. Fotos Mariano Martín - DIARIO HUARPE.

De esos primeros días tienen uno de los recuerdos más dolorosos que no tienen que ver con la destrucción de terremoto, sino con la insensibilidad. “Un diario sacó una foto de uno de los vecinos, que había llegado de cosechar, aunque todavía no teníamos casa. Estaba acostado en un colchón y pusieron ‘así esperan los módulos’ y nos trataron de vagos, decían de todo. Pero no saben lo que pasamos”, dijo.

La esperanza volvió cuando les dijeron que iban a poder acceder a un hogar. “Recibimos maltrato, algunas personas nos dijeron que hiciéramos lo que pudiéramos con lo que quedaba o que pusiéramos carpas, pero cuando limpiaron y nos dijeron que venían los conteiner fue todo mejor”, contó Cinthia, esposa de Orlando. Fue en este punto también cuando surgió el trabajo en conjunto. Cuando llegó el primero, todos se pusieron a ayudar para hacerlo mejor, más cómodo y más parecido a una casa.

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Los más chicos se encargan de "embarrar" las paredes construidas de caña. Ya no confían en los adobes, pero todos coincidían en las ganas de mejorar el lugar en el que viven. Fotos Mariano Martín - DIARIO HUARPE.

Orlando fue el que ideó la forma de ampliarlo. El hombre es guardia de seguridad pero también ha sido albañil y conoce de oficios. Eso le ayudó a convertirse en “el arquitecto” de la cuadra. Todos sumaron un espacio que funciona como living y cocina que da a la calle, ampliando el único espacio rectangular que les daban los módulos donados. El trabajo lo hacen entre todos. Los chicos llevan y traen baldes de barro de la orilla del canal que está enfrente. Los que se dan maña paran los palos que quedaron de sus antiguas casas y las paredes y techos están hechos de caña. Le tienen miedo al adobe, pero no tienen ingresos para construir con material, aunque todos trabajan en varias cosas a la vez.

Después de ampliar también le dan una revocada con cemento. “Es porque así es menos caliente, pero también queremos que esté lindo, porque es nuestra casa”, explicó el hombre. Todas las casitas tienen plantas en la puerta, rescatadas de los escombros del vivero que tenía Cinthia que se perdió con el terremoto. La pareja se ganó una pileta en un sorteo y es la que comparten entre todos cuando no se van juntos a tomar mate al canal que pasa cerca.

En el interior muchos ocuparon el machimbre que entregó el municipio para embellecer el ambiente que comparten. Fotos Mariano Martín - DIARIO HUARPE.

Todos se han endeudado para volver a tener algo parecido a lo que tenían antes. “A veces no podíamos esperar, ves a tu hijo sin zapatillas y te volvés loco”, se justificó Orlando. Otros, como Carla y su esposo, no tenían nada con que recibir a su hija y armar una casa de cero, con la pensión de él y las changas que puede hacer, era imposible sin endeudarse.

A casi un año están haciendo la última obra, construyendo la ampliación de los “nuevos” de la comunidad. Es que en la línea de casitas solo había cuatro al principio. Silvana, dos de los hijos mayores de ella que ya tienen su familia y la que ocupaban Orlando con su esposa Cinthia y sus tres hijos. Pero cuando ocurrió el terremoto les pidieron hacerle lugar a otro módulo para que Carla y Jorge Luis se mudaran. La pareja de veinteañeros vivía algunos metros calle arriba pero donde tenían su anterior casa no podían ingresar con el conteiner de chapa y por eso se sumó a la comunidad.

La última casa que están ayudando a ampliar es la de una pareja joven que tiene una bebé. "Antes nos alcanzaba, pero ahora que la nena creció, nos están ayudando", contó Carla, la propietaria. Fotos Mariano Martín - DIARIO HUARPE.

Fue también un antes y un después. La mujer de 23 años estaba embarazada de tres meses y la desesperación por había perdido todo era doble, porque sabía que en poco tiempo iba a tener un integrante más en su familia y no había hogar donde darle la bienvenida. “La adoptamos primero a ella y después a la bebé, Alexia, que le decimos que es la princesa de los módulos”, apuntó Orlando.

Y no es una forma de decir. Mientras sus vecinos están construyendo la ampliación de su módulo la bebé de 7 meses va de brazo en brazo. No alcanza a empezar a llorar que cualquiera de los tíos, tías, primos y abuelos postizos de la comunidad la busca para alzarla. La niña los reconoce a todos y sabe que le festejan cada sonrisa. “Mi hijo pasa antes por la casa de ella y le canta una canción antes de llegar a su casa, es el que vive en el módulo dos”, dijo Silvana.

El enlucido de cemento es aislante, pero sobre todo es una forma de que estén "lindas". Fotos Mariano Martín - DIARIO HUARPE.

Carla es la hermana de la nuera de la mujer, pero antes apenas si se saludaban y ahora son familia. “Como mi lavarropa es el único que sobrevivió toda la cuadra lo usa”, contó. Ella a su vez va al baño de Orlando y Cintia porque le quedó poco espacio para construirse uno propio. Las cosas que necesita refrigerar van a la casa de Carla, porque a ella se le salvó la heladera. “Todo lo compartimos, porque al principio ninguno tenía nada”, resumió Orlando.

Hay un solo lavarropa que es el que ocupan todos, porque es el único que se salvó del terremoto. Fotos Mariano Martín - DIARIO HUARPE.

En las fiestas, esta comunidad de cinco casas armó una sola mesa, donde cada uno llevó lo que podía para compartir. “Fue una emoción muy grande, el 31 me esperaban todos cuando llegué de trabajar”, recordó Orlando. Ahora también comparten el mismo sueño: están censados y este año les tocaría una casa nueva, la primera de material que van a tener. También el “arquitecto” y su familia organizan los 15 años de una de sus hijas, que es cerca de la fecha en la que se mudarían. “Ojalá nos toque juntos”, dicen todos. Quieren que la próxima etapa la puedan compartir. “El año pasado nos tocó sobrevivir, si Dios quiere, ahora empezamos a vivir”, cerró el hombre.

Alexia, bautizada como la princesa de los contenedores, es la más pequeña y la mañosa de todos los vecinos. Fotos Mariano Martín - DIARIO HUARPE.

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