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La sanjuanina que volvió a vivir gracias a que su amigo le donó uno de sus riñones

En el Día del Amigo, Marianela y Juan Manuel recuerdan todo lo que pasaron.

20 de julio de 2020

“El 13 de agosto del 2018 volví a nacer”, dice Marianela Rodríguez.

Marianela tiene 31 años y siente que tiene dos fechas de nacimiento: la real y la del día en el que le trasplantaron el riñón que le donó su amigo Juan Manuel Romero, de 32 años. Para ella, esa amistad significa vida: “Me regaló una parte de él para que yo pueda continuar viviendo, es amor sincero, de ese que se brinda sin esperar nada a cambio”, dice. Juan la mira y asegura que lo que lo impulsó a realizar esa acción fue el querer ver bien a su amiga, el querer hacer un poco más de lo que una persona cercana hace comúnmente.

Marianela aún guarda la pulsera del hospital, dice que en ella salen las fechas de sus dos nacimientos: el real y cuando volvió a nacer tras el trasplante. Foto: gentileza Marianela Rodríguez.

Se conocieron en el 2007 cuando participaban de las organizaciones de eslabones que realiza el Movimiento Círculos de Juventud de la Iglesia Católica. Entablaron una amistad que ellos definen como “incondicional”.

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Marianela y Juan hace 12 años. Foto: gentileza Marianela Rodríguez.

Hasta que llegó el día en el que Marianela tuvo que comenzar a hacerse diálisis debido a la malformación congénita en los uréteres que tenía desde nacimiento. Esto fue en el 2011, cuando ella tenía 22 años. Durante seis años tuvo que asistir a dializarse 3 veces por semana, cada lunes, miércoles y viernes desde las 5:30 hasta las 9:30.

“Tenía una vida bastante activa, cuando mi función renal se fue gastando empecé a sentirme mal y a dejar de hacer algunas cosas como danza. Lo que más me shockeó de entrar a diálisis fue saber que mi vida empezaba a depender de una máquina, es muy difícil, son 4 horas en las que a uno se le pasan por la cabeza un montón de cosas”, asegura la joven.

Juan junto a Gema, su entonces novia y actual esposa y amiga de Marianela, estuvieron en ese proceso hasta que él se decidió: quería donarle uno de sus riñones a su amiga para que vuelva a sentirse bien. Pero antes de contárselo decidieron averiguar porque ni siquiera tenían el mismo factor sanguíneo. “Lo hice por un tema de no ilusionarla, porque ella ya había pasado por cuatro familiares que se hicieron los estudios y salieron no compatibles”, cuenta Juan.

Como con su esposa vieron que se podía realizar a pesar de que no era familiar directo, tal como lo indica la normativa, invitaron a Marianela a cenar con la excusa de que en la pareja habían tenido un problema. En medio de la charla le dijeron que Juan quería ser su donante de riñón. “No quiero que te hagas falsas ilusiones, pero lo intentemos”, le comentaron. Ella no podía creer lo que estaba escuchando, le dio una mano a Juan y la otra a Gema porque el corazón le latía fuertemente, respiró hondo y empezó a tranquilizarse. “Jamás se me había pasado por la cabeza que me pudiera decir eso, pero a la vez estaba esta sensación rara de que yo ya había pasado por eso así que le dije que no generáramos expectativas”, recuerda ella.

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La posibilidad legal de hacer el trasplante

Como no eran familiares, tuvieron que comenzar a averiguar si ese trasplante era posible realizarlo.

“Se puede realizar, pero interviene el juez para que determine que no es un asunto económico”, explica el coordinador del Instituto Nacional de Ablación y Trasplante (Inaisa), Fernando Sarmiento.

Comentó también que las únicas donaciones que puede hacer un donante vivo son las de un riñón y las de una parte del hígado. En el caso de Marianela y de Juan, el trasplante iba a estar enmarcado en la categoría A2 de la normativa: Emocional relacionada: Cónyuge (si no está relacionado genéticamente); padre o hijo adoptivo, suegros; amigos, se explica en la página web del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (Incucai).

Para que fuera posible, los amigos tuvieron que presentarse ante el juzgado de turno que fue quien evaluó que no se iba a realizar a cambio de una remuneración económica. Para ello tuvieron que demostrar su amistad con fotos de años anteriores, contar su historia y pasar por varias entrevistas con psicólogas, psiquiatras y asistentes sociales. Además, evaluaron las cuentas y bienes que cada uno tenía.

Mientras esto pasaba, Juan se sometió a controles de salud para determinar la compatibilidad y que iba a seguir manteniendo la misma calidad de vida tras donar su riñón. “Me examinaron de pies a cabeza, tomografías, ecografías, estudios al corazón. Cuando tenían todos los resultados, me volvieron a sacar sangre y me dijeron que su cuerpo -de Marianela- no lo iba a rechazar”, explica.

Este proceso duró casi un año, aunque aún faltaba la aprobación legal, razón por la que ambos viajaron a la Fundación Favaloro, en Buenos Aires, ya que ahí iban a hacer la operación y debían hacerles otros estudios médicos. Volvieron a ser entrevistados por psicólogos, psiquiatras y asistentes sociales y tras casi un año de que Juan le había dicho a Marianela que quería ser su donante, tuvieron la aprobación para realizar, esto fue en enero del 2017.

Aún faltaba la autorización de la Justicia, que finalmente llegó el 3 de julio 2018. A los días le dieron la fecha del trasplante: el 13 de agosto del 2018.

El día del trasplante

Llegó el día tan esperado y Juan estaba ansioso, con emoción y con hambre porque lo habían citado en Favaloro a las 5:30 y, por la operación, él no comía desde el mediodía del día anterior. Antes de ingresar a la habitación se dieron un abrazo porque los internaron en pisos distintos.

Juan y Marianela en la clínica Favaloro, poco antes de que se realice el trasplante. Foto: gentileza Marianela Rodríguez.

A pesar de ello, antes de internarse Marianela se escapó de su habitación para darle un último abrazo a su amigo, a su donante que le iba a permitir tener una mejor calidad de vida.

La joven cuenta que desde el momento en el que salió del quirófano, abrió los ojos, respiró profundamente y sintió que había vuelto a nacer. “Había vuelto a sentirme viva”, resume.

“Fue un proceso largo, pero dio sus frutos y gracias a Dios salió todo bien”, dice con una sonrisa Juan. Después de la intervención su vida siguió con normalidad, lo único que debe hacer es tomar bastante agua, al menos 2 litros diarios. Además, se hace controles una vez al año para determinar que todo está bien con su función renal.

El post trasplante, una preparación a la pandemia

Los amigos entre risas aseguran que el post trasplante fue una preparación a la pandemia de coronavirus que llegaría años después. Es que Marianela había quedado con muy pocas defensas y en los primeros seis meses de la operación tuvo que tener un extremo cuidado que incluyó barbijos, mucho alcohol en gel y toda la comida cocida, no podía ingerir nada crudo.

Nadie la podía tocar, ni siquiera darle la mano, si jugaban a las cartas ella tenía que usar guantes. “Era como de cristal”, dice Juan. Su amiga asegura que esos cambios no le costó realizarlos: “Era una fiesta en comparación de tener que ir tres veces a la semana a pincharme y estar cuatro horas sentada en el sillón”, comenta.

“Después del trasplante volví a sentir que tengo la posibilidad de decidir qué es lo que quiero hacer y proyectar mi día porque cuando iba a diálisis no sabía cómo iba a salir”, finalizó diciendo Marianela con una sonrisa en su cara.

Marianela y Juan a casi dos años del trasplante de riñón. Foto: Sergio Leiva / DIARIO HUARPE.

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