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Dos minerías o una con doble cara

Los últimos acontecimientos que vinculan a la actividad minera, sobre todo en la provincia de San Juan, muestran una disociación entre segmentos que pertenecen a la actividad.

En 1997 me tocó aterrizar como Jefe de RR.II. a Electrometalúrgica Andina, por entonces y antes del arribo de la minería a San Juan, la empresa de mayor envergadura y la que daba mayor prestigio a 360 grados, que consumía el 50% de la electricidad que ingresaba a la Provincia para darle magnitud.

A cargo de la reputación y la comunicación corporativa de la Compañía, me encontré con un serio problema: las Dos Andinas. Una la de los jornalizados, los changos de grafa que pasaban vestido de negro por el polvo del carburo de calcio y con un olor muy fuerte que venía del mismo producto químico hecho piedra.

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En la otra vereda, estaban los mensualizados, no sindicalizados, los de escritorio, con damas incluidas y gozando de aire acondicionado. Estos últimos, muy buena gente como los primeros, pero la circunstancia los desunía.

Tras los escritorios había una calle interna pavimentada a la que me animé a nombrarla como la avenida General Paz, la que separa la Capital del Conurbano. Así fue para ejemplificarlo de manera directa.

En el objetivo a mediano y largo plazo que nos habíamos impuesto, teniendo en cuenta la situación crítica ambiental y económica por el costo de energía que pasaba la empresa, esto no podía continuar de esa manera. Nuestro ejército interno no nos serviría como tal ¡Algo debíamos hacer!

En síntesis mucho se hizo multidisciplinariamente lo que nos permitió ganar algunos premios e inclusive uno internacional. Sin darnos cuenta, ya habíamos formado la Familia Andina, concepto que se internalizó de tal manera, que inclusive hoy lo escucho de aquellos memoriosos, y que hasta recuerdan con lágrimas los pasos por la EMA que ya no produce como antes.

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Trayendo esto a la minería, advierto que también divide la actividad una nueva General Paz. Por un lado están los de traje, niveles gerenciales altos y medios con sensibilidad baja, que no les es natural, sino que le viene impuesta por el manual, pues claro, la mayoría de ellos de nula raíz "webona".

Por supuesto que hay excepciones y de las buenas, pero no alcanza.

Alimenta esta lejanía, la producción de eventos y capacitaciones de altísimo nivel a la que sólo alcanzan lógicamente estos niveles jerárquicos, no me quejo de ellos al contrario, pero necesito ponerlos en evidencia.

Por otro lado, los “compañeros trabajadores” tienen un camino más pedregoso para alcanzar alguna cuestión de nivel. Antes cuando Pascua Lama, las camperas rojas habían invadido los restaurantes y lomotecas sanjuaninas, hoy eso que fue natural ya pasó, y ahora se requieren de otras acciones que deben nacer de las empresas.

Esto sin contar las cuestiones que son transversales a las comunidades, que se sienten fuera del ámbito, cuando son las grandes beneficiarias; pero falta algo o mucho, les falta química, requieren piel.

Esto no es un acto quejoso, sino un reclamo de auditarse socialmente las empresas o la actividad en su conjunto, y ver adonde están parados. No es suficiente una “encuesta”, que con frivolidad dará algunos números, se requiere estudio de campo y acciones profundas, con pocos dólares y más piel y corazón.

Aquí, los proveedores deben jugar un rol fundamental, y de una vez por todas sacarse la camiseta individual y vestir la minera, la del equipo.

El hilo es muy delgado, no lo dejen cortar, las exploradoras también deben actuar en consecuencia y aportar talentos para alisar el camino a la producción.

La minería es grande, no la dejen caer.

Hagamos una sola minería.

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