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Vivieron y murieron juntos: así fue la historia de los amigos argentinos en el atentado

Los fallecidos en el incidente ocasionado por un militante del ISIS, eran amigos de la infancia, compartían asados y bromas semanalmente.

POR REDACCIÓN

01 de noviembre de 2017

Al menos un viernes por mes, el rito argentino por excelencia alimentaba la relación de los amigos. Los anfitriones variaban pero el asado se hacía. Podía ser en Rosario, en Funes, en San Lorenzo. Pero las anécdotas eran casi siempre las mismas. Las bromas clásicas de Pagnucco, la timidez de Ferrucchi, las pocas chicas que había en aquel curso que egresó del “Poli” en 1987.

Siempre flotaba lo mucho que se querían, aunque esas cosas, entre amigos, se dicen menos de lo necesario. En una de aquellas ceremonias, hace más o menos un año, surgió celebrar ese cariño ya no con una escapada a la playa, sino todos juntos y en Nueva York. Alguien dijo que a 30 años de egresados, “libres”, y el resto rió. Entonces Erlij lanzó una amenaza: “La guita no puede ser un problema”.

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Los amigos que quedaron en Rosario se enteraron de las novedades con las noticias y los rumores en los medios. Apenas entrada la madrugada del miércoles el grupo de WhatsApp de los egresados del Poli de 1987 se colmó de mensajes.

En silencio, Claudio Lázaro Carranza encendió un fuego en el jardín de su casa y lo contempló, pensando en ellos, hasta el crepúsculo. En la adolescencia, él fue muy amigo de Mendoza. Vivían a dos cuadras, estudiaban juntos. Volvieron a encontrarse hace una década y Claudio descubrió admirado que la mayoría de los que aparecen abrazados en la parte de arriba a la izquierda de la foto de 1986 seguía en la misma. “Ellos continuaron juntos porque la mayoría compartió la carrera de Arquitectura, y otros jugaban al vóley, y así el grupo se mantuvo siempre. Hace diez años me acoplé a los asados”, relata.

Cuando Ariel Erlij advirtió que el dinero no se iba a anteponer al deseo de irse todos juntos a Nueva York, Claudio pensó por un segundo en sumarse a la experiencia de la Gran Manzana, pero su esposa recién había dado a luz a su segundo hijo. “Ariel era una persona muy generosa, a pesar de su condición económica siempre se daba como uno más”.

Todos tenían un apodo, algo tan argentino entre amigos como comer asado. Algunos pueden verse en el pizarrón de la foto de 1986, que a diferencia de lo que ocurre en Volver al Futuro, mientras Carina la mira, nada se borra. Al contrario. Mendoza sigue siendo “Nacho”; Angelini, “Cope”; Pagnucco, “Picho”. Erlij es “La Momia”, por su estilo un tanto rígido para jugar al vóley. Y Ferrucchi, “Pitu”.

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“Cada uno no es más de lo que era cuando éramos adolescentes, con algunas variantes. Puedo destacar la franqueza de los chicos, el silencio respetuoso ante diferentes situaciones, no eran de juzgar al otro, al amigo, y ese respeto se notaba. Daban mucho acompañamiento, si a alguno le pasaba algo, estaban todos ahí. Por eso se sostuvieron en el tiempo”, dice Lázaro Carranza.

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