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Opinión

¡Feliz Día, mis queridos hermanos zurdos!

Mi abuelo, del que ya he hablado en otras crónicas, era mi personaje favorito. Y un influencer made in Siglo XIX en la San Juan post terremoto, de muchos baldíos, árboles minúsculos y pocos coches, solía dejarme en la puerta del Colegio Santo Domingo.

- “Por qué estás triste?”, me preguntó llegando al cole.

- “La señorita me quiere obligar a escribir con la otra mano”.

Estacionó su Fiat 1100, entró en silencio a la fría escuela y saludó con reverencias a Gladys, la maestra de segundo grado.

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- “Don Arturo, qué sorpresa, ¿qué le trae por aquí?”, sonrió la docente

- “Vine a decirle que mi nieto es zurdo. Si usted lo obliga a escribir con la otra, voy a volver a cagarla a patadas”, dijo sin perder el tono caballeresco.

Creo que ese fue el debut del orgullo de mi zurdera, el empoderamiento como dicen ahora. No eran tiempos fáciles: hace medio siglo todavía era combatida y mirada como un defecto de la naturaleza. Hasta que nuevas miradas advirtieron que cambiar de mano podía ocasionar problemas en el habla, de incontinencia o metabolismos varios. Gracias abuelito, ojalá que tu mensaje de no cambiar de diestras a siniestras y viceversas lo hubiera escuchado la política criolla

Ahora es fácil y cada 13 de agosto, nuestro día, hay miles de evocaciones de zurdos famosos. Y hasta ciencias y pseudo ciencias que pretenden de que somos genios, sabios y valientes, lo más logrado porque con nuestra neurología motriz nos subiría mejor el agua al tanque.

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No exageremos. Descreo de las generalidades: he conocido también imbéciles y tercos, tipos y tipas ruines, gente con la que no desearía terminar en una isla desierta, que agarraban la birome con la del corazón.

¿Qué cómo me siento? Ni mal ni bien, ya acostumbrado a vivir en un mundo usualmente diseñado para la mayoría diestra. Pero claro que no da para pedir tratamientos especiales, ni un subsidio al Estado, en tiempos que pululan, por las molestias sufridas.

Pero hoy es una buena ocasión para saludar a miles de congéneres que van hacia el mundo impulsando su mano izquierda. Particular cariño para los numerosos zurdos de todas las edades de mi familia. No deja de ser este ADN una marca registrada. Cada vez que llega al mundo un nuevo hijo o sobrino lo miramos con atención con qué agarra las cosas. Si es de los nuestros lo festejamos como un gol en un Mundial y respiramos aliviados: la estirpe está intacta y no corre peligro de desaparecer.

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