Publicidad

Cultura y Espectáculos > historias sanjuaninas

Alberto Álvarez, el silencioso pintor sanjuanino que el mundo contempla

Alberto es artista plástico y tiene compradores en otros continentes. Sin embargo lejos de la ostentación, el pintor abrió sus puertas para DIARIO HUARPE.

23 de diciembre de 2020

El lienzo en blanco se extiende como un desierto: infinito, laberíntico, voraz. Con la primera pincelada Alberto doma la nada. De fondo suena Pearl Jam y le pone ritmo al acto creativo, así empieza la génesis de una obra que tiene las misma chances de terminar en un centro cultural de la provincia o el living de algún coleccionista de Sudáfrica.

Alberto Álvarez es sanjuanino y se mueve por calles secretas, a pesar de tener obras en todo el mundo como Israel, Estados Unidos, Sudáfrica, Canadá y España. Mientras las pantallas invitan a que se comparta cada logro, donde la exposición y el aplauso es un tipo de cambio, ahí vaga el pintor fantasma dejando que su obra hable por él.

Publicidad

La historia de Alberto con el arte comienza a los nueve años. Un docente de la Escuela Superior Sarmiento observó el talento del niño, es ahí cuando sus padres toman ese impulso y lo depositan en otros artistas. Con su voz calmada, Álvarez explica que no sólo fue a clases de pintura y talleres, sino que en ese tiempo conoció a otros artistas. En ese primer contacto aprendió más técnicas, además de ir aprendiendo cómo funcionaba ese mundo.

Lejos de los flashes, Alberto espera seguir pintando toda su vida. Foto: Gonzalo Medina/DIARIO HUARPE

Un salto en el tiempo. De aquel joven de 9 a la actualidad, con 44 años, en Rivadavia, Alberto gesta más obras y trabaja en simultáneo dejando salir las emociones. Es un proceso caótico que juega con la paleta, pero sobre todo con espacios. El artista sanjuanino mete la arquitectura en sus obras, las hace un espacio para habitar, utiliza el diseño industrial, carrera de la que se recibió y que lo sostuvo antes de que pudiera vivir del arte.

Como un guía describe con detalles sobre los puntos de fuga y las capas que se niegan, hace un recorrido por su obra, escucharlo es recorrer cada cuadro. Su primera exposición tuvo el nombre de "Ciclotomia del pensamient". El nombre sigue rondando por su trabajo. Alberto cuenta que esos pasadizos pronto estarán en Asia en una exposición.  

Pero no todo es creación, a la musa hay que hacerla trabajar. Alberto crea en soledad, encerrado. La pincelada precisa parece no llegar hasta que de fondo se escucha su hijo de 3 años. El taller está en su casa, por eso también se oyen sus otros hijos entrando a sacar materiales. Los pasos de su mujer son sonidos cotidianos y se guardan en las aberturas de cada pincelada. La preocupación de Alberto es que lo que pasa con sus obras, esa exposición, los números y el halago lo enreden. Esos sonidos, los de su casa, no sólo lo inspiran, también lo ubican para saber dónde está y quién es.

Publicidad

Consultado sobre su trascendencia y la de sus obras, él dice que es incierta. Afirma que no pinta con esas intenciones y que ojalá, con su trabajo, algo deje y cause en otros.

El pintor tiene compradores en todo el planeta. La última colección pudo verse en el Centro Cultural San Martín, de la Capital. Una síntesis de Alberto: es de acá y del mundo.

Sobre qué pasa cuando ve a otros frente a sus pinturas, cuenta que lo conmueve la forma en la que otros se pierden en su obra.

Ahí está el hombre que cotiza en dólares hablando de la contemplación. “Uno siempre está detrás de esa obra, la mejor obra de uno”, cierra.

Publicidad
Más Leídas
Publicidad

ÚLTIMAS NOTICIAS