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Chimbero no es mala palabra

La forma en la que entendemos algo habla más sobre nosotros mismos que sobre el texto. Dos notas y algunos comentaristas enojados vuelven a desnudar un problema de prejuicios en San Juan. 

16 de diciembre de 2020

Muchas veces el problema no es lo que vemos, sino el filtro a través del cual lo hacemos. Eso quedó en claro tras un debate que se generó en los comentarios de dos notas de DIARIO HUARPE sobre sanjuaninas que se habían convertido, cada una a su manera, en protagonistas. Lo único que tenían en común es que ambas son chimberas. Ni vecinas de Chimbas, ni oriundas, ni “que viven en Chimbas”, como pidieron rectificar comentaristas enojados y enojadas. El gentilicio es chimberas y no es mala palabra.

La queja de decenas de lectores tenía que ver con que encontraban despectivo o incorrecto el uso de este adjetivo que indica el lugar de origen o residencia. Este tipo de palabra se repite en los títulos, debido a que en tiempos en los que abundan noticias en las redes sobre cosas que pasan en otros países, avisarle al lector que es sobre alguien cercano es más una necesidad que una elección. Es raro ver a alguien enojado al leer un “capitalino o capitalina” o “jachallero o jachallera”. Pero sí les hace ruido que se describa a alguien diciendo que es chimbero o chimbera.

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O molesta a veces. Porque una mirada rápida en los comentarios de la trágica muerte de un joven en Chimbas que fue baleado demuestra que esta vez no hubo problemas con el gentilicio. El hombre muerto en un hecho de sangre era chimbero y nadie lo puso en discusión.

Si con las protagonistas de las primeras notas hubo debate es porque a algunos lectores les pareció que ellas no coincidían con lo que en sus mentes es una chimbera o un chimbero. No responden al adjetivo la mujer que cumple 100 años a fuerza de “mantenerse ocupada” y la niña que fue abanderada en la pandemia. No es una cuestión entonces de gentilicios sí o gentilicios no. Tiene que ver entonces con lo que, en la mente de estos comentaristas, definen como chimberos y con aquello que no aceptarán como tales.

La ventaja de la palabra escrita es que desnuda tanto como el discurso hablado, pero queda el registro para que todos lo vean y se pueda hacer un análisis detallado. Y, ya que estamos mirando palabra por palabra, que quede claro que es análisis y no sermón o reto, porque de prejuicios está hecho el pensamiento humano.

Es cierto que el discurso (escrito o hablado) cambia y muta. Palabras que no tenían carga positiva ni negativa la han adquirido. No es maldad por parte de quien cree que había opciones mejores para nombrar a las protagonistas de primeras notas.

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Lo que pensamos define lo que escribimos y decimos, pero a su vez las palabras y el discurso tienen la fuerza de cambiar lo que pensamos. Nuestras mentes están hechas de palabras. Creer que no hay vínculo entre la forma en la que hablamos, con nuestra visión del mundo es negar una verdad científica tan grande como la gravedad.

Por eso no es casual que Chimbas, el departamento más populoso de la provincia, el hogar del impulso industrial que movió las ruedas económicas de San Juan hace décadas, el hogar de los chimberos y las chimberas, sea también el objeto de las peores discriminaciones. Según el Inadi en la provincia es más difícil conseguir trabajo cuando el documento consigna una dirección chimbera o rawsina.

Las palabras cargadas de prejuicios en nuestro discurso también son peligrosas. Pueden perpetuar desigualdades, pueden hacernos creer que alguien no puede ser "tan chimbera" si se parece a mí, si comparte mis valores, porque chimbero o chimbera es otra cosa.

Prestar atención a lo que entendemos cuando leemos puede ser un ejercicio para ver que las malas palabras son en realidad las que pensamos.

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