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Cumple 250 años la parroquia más antigua de Buenos Aires, en el corazón del "Barrio del tambor"
POR REDACCIÓN
01 de noviembre de 2019
La parroquia más antigua de Buenos Aires, que significó la primera "extensión de la Catedral hacia los barrios más humildes" de la acotada geografía urbana de fines del siglo XVIII y que desde sus inicios se vinculó a la población afroporteña al punto de ganarse el mote de "capilla de los negros", cumple 250 años de funcionamiento. De hecho, según pudo comprobar el investigador del Instituto Nacional de Musicología, Pablo Cirio, allí fue bautizado en 1858 "el payador nacional" Gabino Ezeiza. Otro importante integrante de la comunidad afroporteña de fines del siglo XX, el instrumentista y compositor Estanislao Grigera, fue identificado despectivamente por sus detractores como "el mono del organito" por ser el encargado de tocar el órgano artesanal de tubos allí emplazado. Se trata de la parroquia de la Inmaculada Concepción de Avenida Independencia 910 (y Tacuarí), que si bien ediliciamente es más moderna que otros templos como San Ignacio, se considera la "decana" de las parroquias porque institucionalmente fue designada como tal el 3 de noviembre de 1769, sesenta años antes que el templo jesuítico cuya primera construcción -no obstante- data de fines del siglo XVII. Y a pesar de que por el mismo decreto fueron elevadas a la jerarquía de parroquia otras tres iglesias, la Inmaculada es la más antigua porque en 1749 ya era viceparroquia de la Catedral y su pasado como capilla se remonta a 1733. Hasta 1769, toda la ciudad era una sola parroquia, que era la de la Catedral. Había otras de campaña pero estaban fuera del ejido urbano, que era muy pequeño y no llegaba más allá de lo que hoy es Lima, dijo a Télam el párroco Gonzalo Benites. Patrimonialmente, lo más importante de la Inmaculada es la iglesia misma por lo que representa en la historia de la diócesis: la extensión de la atención pastoral directa a un sector con toda clase de carencias y haber sido la primera de administrar sacramentos en el corazón de un barrio humilde, dijo a Télam la secretaria de la Comisión de Bienes Culturales de la Conferencia Episcopal Argentina, Vanesa Pedreira. Dentro de la población vulnerable atendida inicialmente por esta parroquia, estaba la población negra esclava que allí residía por ser una zona de hornos ladrilleros y panaderías que requerían mucha mano de obra pero también de libertos pobres que se instalaban en el lugar por ser terrenos anegadizos de menor valor, contó Benites. De hecho la puerta lateral de Tacuarí era conocida como la de los negros, explicó el párroco. Hasta mediados del siglo XIX, los bautismos, matrimonios y defunciones de los no blancos o criollos se registraron separadamente, en actas que aún pueden rastrearse en los libros más antiguos del archivo de la parroquia cuyos lomos tienen la leyenda Color. Cirio, quien dirige la Cátedra Libre de Estudios Afroargentinos y Afroamericanos de la UNLP, explicó que los actuales barrios de Monserrat y San Telmo en cuyos límites se encuentra la iglesia, eran llamados Del tambor o Del mondongo porque era donde vivía la mayoría de la población negra que, en su pobreza, se alimentaba con las vísceras descartadas como basura. En su libro Arqueología de Buenos Aires, Daniel Schávelzon apunta que en la segunda mitad del siglo XVIII, 37% de las familias urbanas tenían africanos en situación de esclavitud y la población negra representaba entre 25 y 30% de los habitantes de las ciudad, proporción que se mantuvo más o menos estable hasta la primera década del siglo XIX, Era una sociedad esclavodependiente con una población blanca ociosa, agregó Cirio. Respecto al culto católico, el antropólogo explicó que muy tempranamente los negros se apropiaron de esa religiosidad que al principio era impuesta porque eran muy hábiles en aprovechar los intersticios en su beneficio como el descanso dominical o las prácticas devocionales a las que introdujeron valores culturales propios, como tocar el tambor, bailar y cantar en el atrio en reemplazo de los rezos. Fue una sociedad valientemente desobediente de las herramientas de control y aculturación: si hubieran obedecido los bandos virreinales que castigaban con 200 azotes y un mes de cárcel a los que tocaran el tambor, hoy esa música (el candombe porteño) habría desaparecido, dijo. Benites dijo que hoy la Iglesia sigue atendiendo a muchos afrodescendientes en comparación con otras parroquias, aunque Cirio explicó que ya no son afroargentinos del tronco colonial que permanecieron allí hasta los años 40 y ahora se concentran en algunas localidades del conurbano, sino el resultado de diferentes flujos migratorios de africanos o afroamericanos que se identifican con la impronta afro del barrio.
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