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La siembra de Argentinos Juniors
POR REDACCIÓN
20 de octubre de 2019
Las señales que da Argentinos Juniors en la Superliga pueden ser consideradas sorprendentes en la medida que sean confrontadas con los altos presupuestos de los cinco clubes grandes tradicionales, incluso con otro puñado de competidores, pero mejor examinadas dejan ver fundamentos más consistentes que los de la coartada fácil del "milagro". Nada de milagroso, en general porque los deportes de alta competencia están reñidos con la influencia de lo celestial y en particular porque diez fechas suponen una medida más que suficiente para poner en remojo la hipótesis de la mera racha. Es cierto que las derivas de Diego Dabove encierran una cierta curiosidad: un entrenador de arqueros que deviene entrenador a secas y que al mando de una materia prima de lo más terrenal pone en lo más alto de la tabla a un equipo cuyo horizonte mínimo, vital y móvil era (o es) mantener la categoría. Es cierto también que esta campaña de Argentinos Juniors era más difícil de imaginar en el contexto de una merma de potencial expresada en la salida de su jugador más encumbrado, Alexis Mac Allister, hoy en Boca Juniors. Y si se quiere también representa un dato llamativo el hecho de que no asistimos al típico equipo de Argentinos Juniors poblado de una camada de juveniles notables. Son de la casa el arquero Lucas Chávez, los mediocampistas Fausto Vera y Francis Mac Allister y los delanteros Damián Batallini y Gabriel Hauche, pero de cosechas diversas: la joyita Vera es clase 2000, Cháves y Mac Allister 95, Batallini 96 y Hauche de la lejana 86. Por lo demás, se trata de un plantel integrado con una docena de futbolistas de 27 años o más y que en su base titular reúne a guerreros de muchas batallas, sobre todo en una rocosa defensa en la que Miguel Torrén, Carlos Quintana y Jonathan Sandoval ya han pasado los treinta almanaques y el más joven, Elías Gómez, anda por los 25. ¿En dónde reside el misterio de Argentinos? Pues el misterio reside en que no hay misterios; puesto que lo que hay, y bien claro que se dejan ver, son los pilares de todo buen equipo de fútbol: una idea clara, consciencia de las limitaciones, juego fluido cuando se puede, pico y palo cuando no se puede, sentido solidario para ir y para volver, cabeza fuerte. Nada excepcional, como puede apreciarse, pero nada menos en el contexto de un fútbol argentino que tiende a la proliferación de directores técnicos pasados de revoluciones en "la filosofía", obstinados en anteponer la idea a los ejecutantes y por extensión con serias dificultades en la aplicación del sentido común. En diez partidos, punto más y punto menos, cada quien tiene lo que se merece y el Argentinos de Dabove ha sabido cosechar en correspondencia con su siembra: trabaja mucho y bien, recibe pocos goles, convierte los necesarios y se siente cómodo y apto para competir de igual a igual con tirios y troyanos.
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