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Adrián y Verónica, los profesores sanjuaninos que hacen del trabajo de campo una clase virtual

Son de la Escuela de Enología. Por la pandemia, les transmiten el proceso del aceite de oliva a más de 70 alumnos.

03 de junio de 2020

Adrián Castro y Verónica Echegaray están dentro de la fábrica de aceite en la Escuela de Fruticultura y Enología, en Capital. Allí, durante la semana, los profesores pasan la mayor parte del tiempo, sobre todo de mayo a septiembre cuando se desarrolla el proceso del aceite de oliva. Su trabajo es igual que el de todos los años, pero este ciclo lectivo tiene una particularidad: están solos.

Por la pandemia del coronavirus sus más de 70 alumnos de entre 15 y 16 años están en sus casas donde siguen las recomendaciones que les dio el Ministerio de Educación para evitar exponerlos y disminuir los posibles contagios.

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Hace algunas semanas Adrián y Verónica retomaron sus labores. Abrieron las puertas de la fábrica y comenzaron a preparar las máquinas. A los profesores se les ocurrió una idea: tomaron el celular y comenzaron a filmar todo el proceso. El distanciamiento con los alumnos había despertado en ellos la necesidad de usar la tecnología y acercarles el trabajo de campo que tendrían que haber realizado si no se hubiese decretado la cuarentena obligatoria.

“Se extrañan mucho los chicos dentro de la fábrica. Sin ellos es muy difícil cumplir de manera completa el trabajo de ser docente. Los alumnos son el motor que tenemos para poner en movimiento todo este proceso”, cuenta Adrián a DIARIO HUARPE.

Comenzaron hace algunas semanas con la limpieza de máquinas. Foto: Sergio Leiva/DIARIO HUARPE.

La materia se llama Industria de los Alimentos II y está orientada para los alumnos de quinto año de la carrera de Técnico en Alimentos. Habitualmente formaban grupos de 10 para que todos fueran apreciando de cerca cada detalle del proceso y también de la experiencia que significa estar adentro de una fábrica, pero ahora todos toman clases virtuales y alcanzan a los casi 50 chicos por turno.

“La tecnología nos posibilitó que los estudiantes no perdieran las clases. Lo difícil de este proceso es que no todos cuentan con el mismo acceso a internet. En este tiempo tuvimos un alcance de casi el 70% del alumnado, de todos modos estamos trabajando para llegar con todo el material a los otros chicos”, comenta.

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Foto: Sergio Leiva/DIARIO HUARPE.

Adrián dice que los estudiantes son curiosos y mientras ellos les van mostrando el proceso les van surgiendo varias preguntas. Si bien el profesor destaca los avances tecnológicos dice que todo es diferente, sobre todo para ellos que llevan más de 15 años en la escuela.

“No es una clase teórica como cualquier otra, sino que tratamos de mostrarle el trabajo de campo. Esto es el desafío. Es importante que los chicos puedan vernos por medio de una pantalla, pero pierden el contacto con las máquinas”, dice.

Algo de lo que se lamentan los profesores es que los chicos no perciban con su olfato el olor de la aceituna triturada que se convierte en la molienda donde se extrae el aceite. Aseguran que esa parte del proceso es fundamental sobre todo a la hora final de comprobar si el aceite cumple con todos los aromas desde que se inició la elaboración hasta el envasado. Ahora ese trabajo lo están haciendo Adrián y Verónica para garantizar que el producto salga en óptimas condiciones.

Foto: Sergio Leiva/DIARIO HUARPE.

PROCESO DE ELABORACIÓN

Por medio de la clase de Zoom, los profesores les van mostrando a sus alumnos en primer lugar el fruto que tendrán que usar para toda la preparación del aceite. Las aceitunas son de maquineros y provienen de distintos departamentos: Zonda, Ullum, Caucete, Albardón, y Angaco.

El proceso comienza dentro de la fábrica cuando pesan la aceituna. Ahí se hace un control de calidad: evalúan si tiene hojas y si la piel está en condiciones.

Desde que la aceituna llega del campo a la fábrica no deben pasar más de 48 horas sin que haya comenzado el proceso de elaboración, caso contrario la cosecha se pierde.

Foto: Sergio Leiva/DIARIO HUARPE.

El fruto es lavado en una máquina donde se le saca la tierra, los palos y las hojas que pudiera llegar a contener. Luego se la traslada a un molino martillo que se encarga de triturarla por completo. Ahí va con piel y carozo. Como resultado de la molienda queda una pasta sólida que se irá a otra máquina con temperatura para que las gotas de aceite que tiene en su interior comiencen a unificarse para que sean expulsadas.

Con una canasta de alambre, Adrián y Verónica la llevan a una prensa que sirve para separar el líquido del sólido. En el disco quedan el carozo y los pedazos de piel que servirán luego de abono para la tierra. Sobre otra máquina ya está el mosto oleoso que se derivará a una última prensa donde solamente quedará el aceite.  

Una vez obtenido ese líquido espeso y de color verdoso se lleva al sótano de la escuela donde descansará hasta mediados de septiembre para que tome consistencia. Los profesores no tan solo anotaron esa fecha para ver lista la producción, sino también para volver a tener la fábrica llena de alumnos una vez que se reanuden las clases presenciales.

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