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Cultura y Espectáculos > CINE

El paisaje urbano recicla o demuele los que alguna vez fueron templos del cine

POR REDACCIÓN

15 de diciembre de 2019
Pasado más de medio siglo de esplendor, con salas cinematográficas tanto en Lavalle como en Corrientes y sus transversales, sólo sobrevivieron una en Lavalle, una normal (un subsuelo porno no suma), y tres en Corrientes, dedicadas a público mas cinéfilo, una con ciclos memorables programados por la Fundación Cinemateca Argentina y allí cerca, en Rivadavia al 1500, el Gaumont del Incaa. La mayoría de las salas de barrio, las imponentes, también se convirtieron en cadenas de templos pentecostales la mayoría importados de Brasil, estacionamientos e incluso en supermercados, pero si no esconden su fachadas siguen recortándose como muestras de una arquitectura siempre llamativa, casi siempre de colección. Si bien en la actualidad existen en la Argentina la mitad de pantallas de las que funcionaban a finales de la década del 60, y casi en su totalidad de dimensiones reducidas, inexorablemente concentradas (amontonadas) en centros comerciales, mucho público sigue llenando funciones, con popcorn en lugar de maní con chocolate. El surgimiento de las plataformas a demanda, los nuevos hábitos, la idea de pantallas que en lugar de recibir luz emiten luz, modifica de a poco el concepto de ritual de cine y permite anticipar que, en algún momento, podría amanecer una segunda revolución, que no sólo termine con la idea de aquellos palacios, sino con una era en donde ir al cine tenía un significado mágico extra. Si alguna vez desaparecieron los salones de tango, también los teléfonos cableados y con disco, los TPA (teléfonos públicos alcancía), casi todos los bowlings, los pools, y así como fueron exitosos los miles de videoclubes, cuyo pasó fue mucho más efímero, no sería raro que dentro de poco no queden ni una sola sala de las que se conocieron durante ocho décadas y quizás hasta las más nuevas y entonces volveremos a disfrutar -a demanda- "La última película", de Peter Bogdanovich, "Cinema Paradiso", de Giuseppe Tornatore, o "Splendor", de Ettore Scola, en una sala de arte, en celular o en una gran pantalla hogareña, eso sí, con algo de nostalgia, o simplemente preguntándonos cómo habrá sido aquello de ver cine en un lugar parecido a un templo.
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