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La historia de la escuela sanjuanina que enseña la lectoescritura Braille

Un sistema y modo de vida que pocos conocen e inspira.

04 de enero de 2021

Iluminar con las palabras un mundo de oscuridad. Poder ver a través de los sentidos y la ardua tarea que eso supone, no sólo en la puesta en práctica, sino también en la enseñanza. Ese es el trabajo y la vocación de Silvia García, de 49 años, profesora de Educación Especial en la Escuela para personas no videntes Luis Braille, ubicada en calle Abraham Tapia y Avenida Circunvalación.

El Braille es un sistema pensado para la lectura a través del tacto. Foto: Gentileza.

Este lunes se conmemoró el Día Mundial del Braille, el sistema de escritura y lectura que le permite a los no videntes y personas con visión disminuida poder conocer la historia y el mundo que los rodea.

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Silvia García (con pañuelo rosado) junto a sus colegas docentes en la Escuela Luis Braille. Foto: Gentileza.

El Braille toma su nombre de su creador, el sacerdote católico, músico y pedagogo no vidente Louis Braille (1809-1852). Ciego desde los 3 años debido a un accidente en el taller de su padre, él ideó su sistema de lectura en 1825 a partir de otro basado en el mismo sistema: lectura y escritura táctil a partir de seis puntos grabados en relieve. Para poder leerlo, la persona no vidente sólo debe pasar sus dedos sobre el relieve para ir develando las letras y las frases.

Alfabeto Braille con su sistema de seis puntos. Foto: Gentileza.

Desde entonces el sistema ha sido adoptado de forma universal y es enseñado en todas las escuelas e institutos dedicados a la enseñanza de personas no videntes o con discapacidades visuales.

Sin embargo, algo que aparentemente es tan simple de describir y pensar, en realidad supone un arduo trabajo y exigencias a las que muchas personas no pueden acceder. “Las máquinas para escribir Braille son muy caras. La única forma de adquirirla es en Estados Unidos y los precios son en dólares”, cuenta Silvia. Las marcas más conocidas de estas costosas máquinas son Perkins y Erica.

Máquina Braille Perkins, las mas costosas y dificles de conseguir. Foto: Gentileza.

Lleva 16 años trabajando con niños y adultos con esta discapacidad y sabe a lo que muchos de ellos se enfrentan. “Muchos chicos y adultos no tienen máquina propia y no pueden conseguirla, por lo que usamos las que hay en la escuela que son donaciones y aportes del Gobierno. Otro problema es que, cuando se rompen, no hay quien las arregle”, relata.

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La escuela cuenta con casi 60 alumnos en los turnos mañana y tarde y muchos de ellos reciben asistencia del Desarrollo Humano ya que provienen de familias con dificultades para el acceso a recursos e, incluso, transporte. “Lo ideal sería que cada chico tuviera su máquina, pero tratamos de manejarnos con los tenemos o usar el sistema de regletas (escritura en espejo) pero eso lo hacemos con los chicos más grandes”. Además de las máquinas, el papel para la escritura Braille, llamado Manila, también es costoso y debe adquirirse en Buenos Aires. “Cada chico usa alrededor de 10 papeles al día y pueden escribir pocas frases, lo que en costo es alrededor de $50 por día”, describe.

Los y las docentes, en un acto en la escuela. Foto: Gentileza.

En tiempos de pandemia y coronavirus y a pesar de todas de las dificultades y esfuerzos que Silvia, sus compañeras y trabajadores de la escuela deben hacer, ella es consciente de la pasión por su trabajo y lo que esto le ha enseñado a lo largo de los años. “Es una realidad que todos deberían conocer. Lo que más quiero ahora es volver a ver a mis alumnos porque ellos necesitan el acompañamiento, el contacto con sus compañeros. Es lo que más anhelo y espero se cumpla pronto”, cerró.

Luis Braille, la escuela de los no videntes

Entrada de la Escuela Luis Braille, ubicada en Abraham Tapia y Avenida Cirvunvalación. Foto: Gentileza.

En 1965 en San Juan inauguró su primera escuela para no videntes la “Escuela Hogar para No Videntes” y en 1970 recibió por medio de resolución el nombre de Luis Braille en honor al creador del sistema Braille. La escuela no sólo recibe a alumnos no videntes y con visión disminuida, sino también a aquellos que tengan, además, otras discapacidades.

La escuela está pensada no sólo para formar a los alumnos en lo académico y pedagógico, como otra escuela más, sino también prepararlos para la vida. Desde como pelar verduras hasta aprender afeitarse, la escuela de doble jornada con turnos en la mañana y en la tarde prepara a sus alumnos niños y adultos a ser independientes y poder llevar una vida cotidiana sin complicaciones, manejarse en la calle y en sus hogares.

“Recibimos desde niños de 45 días hasta adultos mayores que han perdido la visión hace poco. Los preparamos para adaptarse a la vida cotidiana y en caso de ser posible, integrar a los más jóvenes en edad escolar a escuelas regulares”, cuenta Silvia.

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