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Opinión > Columna

Pienso, Escribo y Hablo

(Compartir mis escritos, tiene el carácter de la historia que en “El libro de los abrazos” cuenta Galeano, en "La función del Arte/1", cuando el niño, ante la inmensidad del mar, dice: - ¡Ayúdame a mirar! - )

Pienso, escribo y hablo de nosotros. O sea, de vos y de mí. Hablo de los hombres y mujeres que caminamos las mismas calles o calles similares. Y le hablo a estos hombres y mujeres.

Hablo, desde el oficio que tengo, oficio hecho con la Duda, claro con la Duda Existencial. La Filosofía estudia la Existencia, por lo tanto, estudia la Vida.

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Y desde ahí observo la cotidianeidad. La mía que, como vos, la hago en la vigilia y en los sueños y la de aquellos hombres y mujeres con que me cruzo en las calles, cotidianeidad que intuyo.

Me ocupa la construcción de una Nueva Sociabilidad. Entonces, lo que digo es:  que me ocupa el Sujeto. Me ocupa lo que yo denomino Sujeto del Sentido. En resumen, puedo decir aquel Sujeto que le construye Sentido a la cotidianeidad. Porque el Sentido es subjetual, es del Sujeto, no de las cosas. Aquel que entra en el Sentido, aquel que se opone a ser atravesado por el dogma, aquel que se opone a esa barbaridad de “sentido común”.

Bueno hablo del Hombre, genéricamente hablando, del Individuo, del Ser Humano, eso me ocupa.

No me detengo aquí a enseñarles algo. Vengo a expresar en voz alta mis dudas. Por qué, porque necesito provocarlos en el pensamiento. Provocarlos a pensar lo que no se ve cuando el trajín por la cotidianeidad, tiene prioridades. No es que yo sea más inteligente por ver lo que digo que veo, es mi oficio, es mi trabajo la Palabra. La Palabra está asociada al Pensamiento.

La Palabra del implacable preguntar.

Señalar, Indagar, Cuestionar. Disputarle al sistema de convivencia, si eso que constantemente nos propone, discutir y analizar, si eso que nos propone que nos ocupe la atención nos atañe.

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A eso vengo cada semana, a proponerte esto. Que pensemos juntos, porque esto que refiero tiene que ver con el contexto saludable que tenemos que tener en el territorio público. Y de este modo.

Cuenta Eduardo Galeano en “El libro de los Abrazos”, en “La función del arte/1:

“Diego no conocía la mar. El padre Santiago Kovadloff, lo llevo a descubrirla.

Viajaron al Sur.

Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.

Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló antes sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.

Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:

- ¡Ayúdame a mirar!

Yo vengo cada semana a pedirles: Ayúdenme a mirar. Ayúdenme a mirar.

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