POR REDACCIÓN
21 de octubre de 2019
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, viajó hoy por sorpresa a Barcelona, donde en primer lugar visitó la Jefatura de Policía, uno de los focos de los disturbios de la pasada semana, pero rechazó reunirse con el mandatario catalán, Quim Torra. Antes de partir de La Moncloa, sede del Ejecutivo en Madrid, Sánchez volvió a pedirle a Torra, por medio de una carta, que condene la violencia de los últimos días "de modo tajante e inequívoco", y que "cumpla sus obligaciones como gobernante" y "evite la discordia civil". La visita de Sánchez provocó la movilización inmediata de los militantes independentistas, que hicieron un llamado "urgente" por redes sociales a una concentración bajo el lema "Spain: sit and talk" (España: siéntate y habla) en las inmediaciones de la Delegación del gobierno central en Cataluña, lugar en el que el líder socialista tenía previsto reunirse con su representante en esa región, Teresa Cunillera. También comenzaron a producirse cortes de calles céntricas y concentraciones en los hospitales más importantes ante la información de que el presidente del gobierno español visitaría a los policías que resultaron heridos en los disturbios, uno de ellos en estado muy grave. Las protestas, gritos y abucheos no impidieron que el jefe del Ejecutivo concretara sus visitas, que comenzaron en la Jefatura de Policía donde le expresó su apoyo a los agentes y defendió una actuación "moderada" que garantice la convivencia en Cataluña. "Es evidente que los radicales y los violentos han decidido que Barcelona sea el teatro de operaciones para trasladar fuera y al conjunto de la sociedad española su contestación", dijo Sánchez a los policías en el edificio de esa fuerza ubicado en la céntrica Vía Laietana y los instó a actuar "con moderación", para "asegurar la convivencia". "La crisis no ha acabado. Tenemos que persistir, ellos probablemente quieran persistir en cronificar esta crisis. Pero, nosotros somos mucho más resistentes", añadió. "¡Libertad presos políticos!", "¡Fuera, fuera!", fueron algunos de los gritos que recibió el presidente a su llega y al salir de la jefatura policial y al llegar a los hospitales donde están internados los agentes heridos en los graves choques con manifestantes ocurridos entre el martes y viernes de la semana pasada. Sánchez se desplazó a Cataluña una semana después de que se hiciera pública la sentencia del Tribunal Supremo que dictó condenas de nueve a trece años de cárcel para los líderes del proceso de secesión de 2017, lo que desató una ola de protestas y focos de violencia protagonizados por un sector radical de la juventud independentista, que canaliza también otras broncas y frustraciones de la ciudadanía local. Sánchez, quien aspira a la reelección en los comicios del próximo 10 de noviembre y necesita cosechar votos en Cataluña para tener mayores posibilidades de gobernar, mantiene un delicado equilibrio en la respuesta a la escalada de la crisis secesionista, coinciden los analistas. El líder socialista apunta a controlar el desborde de las protestas catalanas sin tener que llegar al extremo de intervenir al Gobierno regional, apuntan. A pesar de las insistentes llamadas al "diálogo" por parte de los líderes secesionistas, Sánchez no tiene previsto reunirse con Torra, quien al enterarse de su visita le envió una nueva carta en la que le dice que volverá a llamarlo para ofrecer "un diálogo sin condiciones". En esa carta, el líder secesionista catalán recuerda le recuerda a Sánchez que lo llamó "dos veces" y no le respondió, lo que "no es un síntoma de voluntad de diálogo". El consejero de Interior catalán, Miquel Buch, consideró "inaceptable política e institucionalmente" que Sánchez argumente que Torra no condenó a la violencia porque es falso". "No hay peor sordo que el que no quiere oír", sostuvo.
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