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Provinciales > Historias sanjuaninas

Sanjuanino esperó cincuenta años para cumplir una promesa con la escuela que lo vio crecer

Abel Ángel Sovelvio, de 76 años, regresó de visita a San Juan. En su viaje cerró una cuenta pendiente. Una escuela pocitana deberá seguir con su legado.

18 de octubre de 2021

Dicen que viajando se fortalece el corazón, reza una clásica canción argentina. Este fue el eslogan que abrazó el sanjuanino – hoy radicado en Santa Fe – Abel Ángel Sovelvio, de 76 años, cuando volvió a la provincia y se reencontró con su primer amor: la escuela Eleazar Videla, en Pocito.

Allí cursó hasta quinto grado – como se estilaba en aquella época – pero eso le bastó para comprometerse a crear un rincón literario para que los pequeños pudieran echar a volar la imaginación. Por ese motivo, y después de medio siglo, regresó con su camioneta cargada de libros para inaugurar esa biblioteca escolar que tanto tiempo giró en su mente.

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“La idea de traer los libros siempre estuvo presente. Ahora ya me quedo tranquilo, era algo que no se me iba de la cabeza”, relató Abel a DIARIO HUARPE.

La pareja estuvo en San Juan y ahora emprendió el regreso a Santa Fe. Foto: Sergio Leiva / DIARIO HUARPE.

El amor por la lectura estuvo arraigado en él desde que era muy chico. Curioso por conocer más, leía los diarios que sus padres dejaban sobre la mesa y eso le servía para ejercitar hasta las palabras más difíciles. Su rápida carrera escolar no opacó su sueño de emprender un trabajo por lo tanto quería formarse aún en sus tiempos libres.

Insiste en la idea que esa escuela le trae varios recuerdos. Todos sus familiares pasaron por allí. Inclusive su esposa, Nélida Reta. Ella también cursó en esos claustros hasta que el terremoto de 1952 derrumbó parte de esas salas que tanto regocijo les trajo.

Mientras la estructura se volvía a poner de pie, la relación de ellos se afianzó. Nélida reconoció que a su esposo le gustaba en demasía la lectura y fue eso lo que más los unió. Ya de adolescente, el hombre se hizo socio de una biblioteca en donde pasaba largas horas contemplando los libros.

Dijo que la idea estaba fija en su cabeza. Ayudar a su escuela, siempre fue un sueño para él. Foto: Sergio Leiva / DIARIO HUARPE.

Con los 26 años ya cumplidos, Abel fue convocado por una empresa fraccionadora de vinos en la provincia de Santa Fe. Allí se fue junto con Nélida. Forjó su destino en esa profesión y, fruto del trabajo, conformó una familia. Tuvieron cuatro hijos: tres varones y una mujer. Ahora tienen media docena de nietos, tal como les gusta decir mientras se ríen del paso del tiempo.

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Más allá de su vida fuera de la provincia, Abel tenía esa cuenta pendiente con su escuela. Pasaban los días y quería concretarlo. Cuando ya estaba listo, la pandemia de coronavirus le jugó una mala pasada y le imposibilitó realizarlo. Por eso esperó casi dieciocho meses para este momento. Juntó cerca de 150 libros. Reconoce que fueron más, pero había poco espacio en su camioneta entre las valijas que trajeron para visitar unos días a sus parientes pocitanos. “La chata venía llena”, explicó.

El momento había llegado. La escuela no era la misma que en la década del ’50, cuando cursó. Todo cambió. Sin embargo, los niños en el recreo y el espíritu del aprendizaje siguieron intactos. Eso fue lo que lo ayudó a dar el primer paso para llamar a la directora de la escuela y comentarle todo lo que esa institución significó en su vida. Al final de la charla vino el traspaso de la promesa. Abel le entregó más de cinco cajas con libros. Aunque se llevó el compromiso de la docente de crear un espacio dentro del establecimiento en donde los niños tengan ese lugar para encontrarse con el mundo de las letras.

El hombre llevó más de 150 libros. Foto: Sergio Leiva / DIARIO HUARPE.

Abel ya es jubilado. Luego de su paso por la fraccionadora tuvo una incursión en el área de fundición de la empresa de ollas Essen. Esa etapa vino en plena época de los ’90, en el fulgor de la presidencia de Carlos Menem. Por su edad ya un poco más avanzada decidieron jubilarlo porque era riesgoso que estuviera en contacto con tanto calor. Aunque eso no congeló sus ganas. En su tiempo de ocio siguió cultivándose con libros, esos mismos que ahora llevó a su escuela para foguear el espíritu ajeno.

Dato

La escuela está en Calle 12 entre Mendoza y Ruta Nacional 40. Con los niveles inicial y primario, tiene una matrícula cercana a 500 alumnos.

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