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Opinión

¿Mudados de mundo?

Tengo una sensación que me incomoda. Y hasta la incomodidad es extraña, porque no es brevemente temporal, como las incomodidades. Cuando crecemos, entre los aprendizajes breves y cotidianos, incorporamos como salir de las incomodidades, aprendemos a remediarlas. Por ejemplo: que se nos meta una piedra en el zapato, o en una reunión en la que hablamos y necesitamos un pañuelo y no lo encontramos en los bolsillos más cercanos para no interrumpir la charla. Ahora la incomodidad que siento no es ni temporal ni breve. Hace unos cuatro meses, que sentí que me mudaba. Que me mudaba de Mundo. Había comenzado una entropía en el aire, en las aguas del cielo y de los mares, en los fuegos que calman los fríos, también en los fríos y en la Tierra. Había comenzado una entropía en los hombres y mujeres que caminan las calles, y en los hombres y mujeres que caminan por dentro, cuando cosechan los frutos. Y se puede pensar, “todos nos hemos mudado de Mundo”. Desde entonces, la Palabra quedó cobijada en el silencio. La Palabra está asociada al Pensamiento. Y el pensamiento es el Suelo que nos queda. En mi pueblo, decimos: “que revoltura que hay en la Vida”…  revoltura. Pero, no hay “un Mundo”. Hay tantos Mundos como Sujetos somos. Cada uno hace su Mundo, y ese Mundo lo va intersectando con otros Mundos. En mi Mundo y en tu Mundo hay una revoltura. Cada Mundo es singular, como somos las mujeres y los hombres, y seguramente cada revoltura es similar a cada revoltura. A una gran parte de ese Mundo que venimos haciendo quedamos aferrados, por ejemplo: a la intersección con los Mundos de los que amamos. Y en cada Mundo, primero, en el interior, de cada “nuestro Mundo”, quedamos aferrados a lo que no es común con otros Mundos. Yo me aferro a mi tarea, a lo que hago cuando construyo mi Identidad, a lo que construye mi carácter y mi modo de mirar la Vida. A esos artificios indispensables con los que hago mi cotidianeidad. Y en las intersecciones, de nuestro Mundo con los otros Mundos, intersecciones que yo denomino “Mundaneidad”, nos aferraremos a lo esencial, a lo primitivo que las hicieron. Eso es: al amor que nos transferimos con el Sujeto de ese otro mundo, con la seguridad que nos damos, con las similitudes, con lo que fortalece su Palabra y la mía. O sea que nuestro Mundo tiene una esencia, es un “Lugar” inalterable por la exterioridad. Aun por la pandemia. Ese “Lugar” solo lo podemos modificar con nuestro Deseo y nuestra Voluntad. Lo que se nos modificara del interior y de la Mundaneidad es lo superficial, aunque sea importante. Porque son objetos de nuestra cotidianeidad, y esos objetos constituyen parte de nuestra seguridad.

Dice Nietzsche, en el prólogo de, “El viajero y su sombra”: “…La vida misma nos recompensa de nuestra voluntad obstinada hacia la vida…  y nos recompensa ya de toda mirada atenta que le lanza nuestro reconocimiento, que no deja escapar ninguna ofrenda de la vida, aunque fuese la más pequeña y la más pasajera. Ella nos da, en cambio, la ofrenda más grande que pueda darse: nos devuelve nuestra tarea”.

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Una sentencia del Filósofo, que nos sirve. Claro, yo la muestro desde uno de los costados de mi “Lugar”, en el que me quedo. Me quedo en mi tarea.

No estamos mudados de Mundo.

Tendremos que remediar las incomodidades.

Después del martirio, lo que no esté asociado al quebranto de la salud, de quienes amamos, las dificultades han perdido entidad de sacrificio.

Para leer sin voz. Para leer una o dos o más veces, en silencio, yendo detrás de las imágenes que el sentido del texto nos ponga por delante. Pongo uno de los conceptos de Vida, de mi Filosofía.

“La Vida es la Vida, y eso es: está poblada con la Belleza, toda la Belleza está en la Vida.
Y está poblada con dolor.
Por eso el Hombre tiene la Razón y tiene la posibilidad del Conocimiento. Con el Conocimiento y el uso de la Razón, el Hombre tiene que debilitar el Dolor. Lo que le permitirá visibilizar y sentir la Belleza”.

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No nos mudamos de Mundo.

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