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Arte y ciencias sociales: criminología, historia y chismes se dan cita en una potente exhibición
POR REDACCIÓN
06 de diciembre de 2019
"El laboratorio clandestino como una de las bellas artes", una muestra fugaz y potente que reconstruye el lado B de la historia mediante fake news, pericias criminalísticas y chismes podrá recorrerse hasta el 15 de diciembre en la Fundación El Mirador Arte Contemporáneo, de la Ciudad de Buenos Aires. Dividida en seis casos -el atentado contra Jair Bolsonario previo a las elecciones presidenciales ganadas en Brasil y los hobbies artísticos de Hugo Chávez son algunos de ellos- la muestra se instala en el terreno que cruza al arte con las ciencias sociales, la criminalística y la postverdad del anecdotario popular. Desplegados en dos niveles, en el antiguo edificio de Brasil y Balcarce frente al Parque Lezama, pleno casco histórico de San Telmo, los trabajos emprendidos por Rodolfo Sousa Ortega y Germán Sandoval Silva ofrecen una ciencia inexacta y un arte perturbado que sirve para reconstruir lo que no sale en los diarios, para recuperar la parte informal de la historia. Curadas por Laura Guindlin y Joaquín Barrera, "las obras de estos artistas se originan en la voluntad de rastrear detalles omitidos, de ver el reverso del bastidor que los une", dice a Télam Guindlin, y así reconstruir la otra muerte del pintor modernista Rufino Tamayo (1899-1991), o los otros tajos con que en sus pinturas abstractas el rosarino Lucio Fontana (1899-1968) reinventó el espacio, por ejemplo. La captura de pantalla de un intérprete de señas en una conferencia de TV pública o la reconstrucción del adoratorio a un dios mortuorio sobre un motor que lo derrite: "en esta exposición los artistas recurren a la ciencia como metodología de producción pero funcionan por asociación, a través de mecanismos inconclusos", explica Guindlin. "El mexicano Sousa Ortega investiga cuestiones no académicas vinculadas a la historia del arte conformadas por anécdotas sobre artistas, más que la parte formal de sus producciones", señala sobre este licenciado en pintura en Xalapa, que está en Buenos Aires cursando la Maestría en Lenguajes combinados en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). Con un trabajo influenciado por la crítica académica que construyó sobre referencias bibliográficas y recreaciones, un ejemplo es la pieza "Copia académica", estructura en madera con una impresora dentro que reproduce textos artísticos, Sousa Ortega mezcla tradición y modernidad, máquinas analógicas, PDF's y textos de los años 70. Especializado en grabado, por otra parte, el venezolano Sandoval Silva cursa un postgrado de Criminología y Ciencia Forense en Buenos Aires y a partir de ahí construyó las obras, los "casos" que hoy exhibe la vieja casona de avenida Brasil 301. El más impactante probablemente sea el que reconstruye la herida de puñal que, en plena campaña electoral, multiplicó las simpatías en Brasil por el cuestionado líder de derechas, hoy presidente de ese país, Jair Bolsonaro. La obra "incluye una reproducción de esa herida en yeso, bañada en polvo de oro, generada a partir de un molde hecho de carne de cordero, la carne animal más parecida a la de la zona abdominal del cuerpo humano, zona en la que Bolsonaro fue apuñalado", indica Guindlin. "Nos interesaba investigar cómo generar obra artística a partir de elementos extra artísticos, como pueden ser situaciones políticas y sociales, y ver cómo las obras de arte trascienden los materiales utilizados", explica la curadora. Además, dice, "quisimos rescatar una operación emancipadora, la de elevar a un estatus artístico cuestiones que no son consideradas piezas de arte", y ahí entran piezas como las de la reproducción de órganos del cuerpo humano. Así, en la sala superior, Sousa Ortega reconstruye un mural del mexicano Clemente Orozco (1883-1949) vandalizado en la década del 20 en el Colegio San Ildefonso: sobre una placa recrea la pintura del emblemático muralista, negándole el tradicional e icónico colorido, para hacer resaltar sobre el blanco los textos y trazos con que los estudiantes lo intervinieron. Debajo de esa placa, un microprocesador imprime las cartas íntimas que el muralista intercambió con Louis Henri Jean Charlot (1898-1979), pintor nacido en Francia pero naturalizado mexicano, cuando viajó a los Estados Unidos. "Lo que reproduce ese microprocesador son comentarios personales y triviales contra los estadounidenses", detalla Guindlin; y a la vez que las cartas se van imprimiendo, por un altoparlante se escuchan esos chismes y naderías que Orozco intercambia con Jean Charlot. "Los casos representados simbolizan la experiencia de atravesar una modernidad centroamericana involuntaria -explica-. Como un imprevisto, cada uno de estos acontecimientos forma una historia propia y general, la de las sensibilidades individuales y la de sus países natales (Venezuela y México) y la Argentina, donde estos artistas residen y produjeron las obras". De esta manera, concluye, "el resultado no puede ser otro más que el cuestionamiento del proyecto modernista universal y la voluntad por saber, siempre, un poco más". La muestra puede visitarse el jueves y el sábado de 15 a 19, con entrada gratuita, o el resto de los días de la semana, hasta el domingo 15 de diciembre con cita previa, a través de las redes sociales de la galería, como Facebook y Instagram.
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