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Opinión

Creencias y costumbres sanjuaninas: abanicos y mantillas

Esa noche también de mucho frío, Ale, la hija de Don Zenón, había hecho sopaipillas para todos. 

Una enorme fuente de doradas sopaipillas esperaban en la cocina. 

Ale, arreglando cosas viejas en un baúl encontró tesoros que habían sido de su bisabuela y quería contarnos de sus encuentros pues eran extraordinarios. 

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Muy bien conservados con ciertos de ellos emanando olor a naftalina. Entre ellos una hermosa mantilla de encaje blanco, dos pañuelos de mano bordados y con puntillas artesanales; una cajita de polvo para el rostro todavía con perfume que decía Rigen (esencia de heliotropo), una pantalla artesanal de palma, y dos abanicos de carei. 

Allí estaban todos esperando que Don Zenón con su historia le dieran vida con un tal vez a una hermosa joven coqueta de aquellos días. 

¡Que hermoso! Pensábamos al ver y tocar los abanicos y las mantillas.

Uno de los chicos preguntó refiriéndose a uno de los abanicos: 

–Esto no es plástico–. 
–No–. Dijo Zenón. –En aquel tiempo no existía, todo esto es de origen natural, tanto los hilos de seda del encaje de las mantillas, como el carei de los abanicos o el palmera de las pantallas

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Hasta no hace mucho tiempo para ir a la iglesia, y hasta en otros países era común las mantillas con que las mujeres cubrían sus cabezas. 

El encaje con que estaban hechos era importado. Las pantallas más caras y hermosas eran francesas. 

Las mujeres del pueblo usaban pañuelos, estos eran más fáciles de adquirir, pero su confección era bella igual. 

Los abanicos también importados, por eso, no todos los tenían. 

Las reuniones de niñas casaderas y hermosas, era lugar donde vestían sus abanicos. En sitios públicos sus mantillas. 

Eran moda en todo el mundo. Los más caros eran importados junto con los perfumes. 

Las mantillas, pañuelos y pañoletas, cuando fallecía alguien cercano eran negro, violeta o gris como los guantes. 

Mantillas negras, pañuelos negros, cuánto más recursos se tenía más negro era todo. Eso era el luto. 

Desde las puertas de la casa con un colgante que se llamaba "crespón", no risas, no música, no visitas. Los hombres con corbata y una cinta negras en la manga de los sacos. 

Sí se enviaba en correspondencia los sobres tenían una franja negra en el sobre. 

Uso de mantillas, pañuelos, abanicos destacaba el rango social de cada quien. Así como la ropa y la forma en que se homenajeaba luego a los muertos ya olvidada.

 

                               —•—

 

En una casa Quinta de aquellos tiempos había fallecido el dueño de casa. En la noche la viuda acompañada de parientes, vecinos y amigos recordaban a esta persona que fue muy respetada y querida. 

El café, la grapa, para pasar la noche corría por todos los asistentes. 

También se habían hecho pasteles de carne para los más íntimos, invitado también en una ventana había un gato. 

Ya de día llego otra persona que no se había enterado a tiempo. 

Los pasteles habían quedado sobre la mesa sin que nadie se diera cuenta.

El gato, aprovechándose del descuido...o de los descuidados de uno en uno sin que fuese notado se los robaba. 

La viuda agradeciendo las disculpas del amigo y percatándose del ladrón, dijo agradeciendo: 

 

–Si, este pícaro mundo de uno en uno se los va llevando–. 
–Si–. Le contestó muy afligido el amigo. 

Luego se enteró que el gato se llamaba "Mundo" y era el que se había robado los pasteles.

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