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Don Olimpio: redefiniendo la tradición
POR REDACCIÓN
16 de febrero de 2020
Cuando una obra no parece ya tener nada más para dar, sea porque luzca agotada por la repetición o postergada por el olvido o la ignorancia, el gesto artístico aparece para recobrarla y ofrecerla a la escucha, virgen sin serlo-, con la misma sensación de novedad que provocó la primera vez: esa es la faena que se propone Don Olimpio, una formación de música popular argentina que se presentó anoche "Fortuna", su segundo álbum, en la Usina del Arte. Liderada por el pianista Andrés Pilar, Don Olimpio es un octeto -inusual formación para la música folclórica argentina- que trabaja sobre la tradición y las células rítmicas de cada una de la especies musicales argentinas, muchas asociadas al movimiento de la danza, para ser transformadas y presentadas al goce del oído, lo que requiere algunas competencias del público pero, más que nada, la predisposición para apreciar un hecho artístico que se construye a medida que progresa la noche. El octeto es el formato donde convive un universo de posibilidades sobre las que Pilar, el director de Don Olimpio, se desplaza. El piano organiza pero, según se requiera, se van formando, en lenguaje menottista, "pequeñas sociedades" que traccionan el resultado final del conjunto. Cuando el repertorio transita por la música norteña, el protagonismo es de la voz de Nadia Larcher,; cuando se evoca la sonoridad del litoral, la alianza es con el bandoneón de Milagros Caliva. Cada timbre aparece y desaparece, sin divismo, allí cuando el arreglo lo demanda. Acaso como una declaración de principios, el concierto y también el disco- se inaugura con "La zafrera" (Armando Tejada Gómez y Oscar Matus), aquella composición que fue parte de un disco medular de la música argentina, "Canciones con fundamento", de Mercedes Sosa. Si la parábola se trazara con el boxeo, Don Olimpio es un púgil que trabaja la pelea: construye el clima, la secuencia de canciones es el resultado de un acto meditado: persigue el nocaut, pero jamás en el primer round. Se exige (y exige al público) compenetrarse en el esfuerzo que requiere apreciar las sutilezas del arreglo, las inmensas posibilidades que ofrece la música popular argentina. Pero el golpe llega, a mitad de programa. Será "Maldito del alto cielo", en la voz, honda y honesta de la catamarqueña Nadia Larcher, que resulta una bofetada a tantos homenajes -como ocurrió hace no tanto con motivo del centenario de Violeta Parra- que la recordaban con una praxis distante de la forma en que la folclorista chilena asumía su oficio. Después, con la victoria en la mano, con el público de su lado, Don Olimpio se permitió el reposo: el retorno a las músicas ya probadas de su primer disco, "Dueño no tengo" (2017) y los adelantos -sin registro de grabación- de las composiciones del nuevo tiempo. "A nosotros 'Mi fortuna' afirmó Larcher- nos permitió reflexionar en grupo acerca de cuáles eran nuestras fortunas, intentando desligarlas de la idea de dinero, con la que se la relaciona tanto en estos tiempos: si bien eso viene desde hace siglos hoy se ha tornado una imposición". "Nos sirvió como punto de partida para repensarnos, para pensar qué es lo que tenemos, qué es lo que nos habita y nos hace afortunados. Entre esas cosas: la fortuna de tener la herencia musical que tenemos y de contar con esas canciones que pueblan nuestro mundo, nuestro repertorio, nuestra memoria musical, del país y de Latinoamérica", añadió. Don Olimpio está integrado por Andrés Pilar (piano, arreglos y dirección), Nadia Larcher (voz), Juan Pablo Di Leone (flautas y quena), Federico Randazzo (clarinetes), Milagros Caliva (bandoneón), Juan Manuel Colombo (guitarra), Diego Amerise (contrabajo) y Agustín Lumerman (percusión). Acaso si alguien se detuviera, dentro de algunas décadas, a observar qué ocurría en la música argentina en 2020, no tendrá que analizar las grillas de los festivales, ni los premios, ni las página de los diarios: en otros ámbitos, con menos reflectores, como el de anoche en la Usina del Arte, descubrirá a Don Olimpio explotando, con ambición, las posibilidades de la música argentina, redefiniendo aquello que llamamos tradición.
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