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Opinión

Es, noviembre del año 2020

¿Por qué salir a la calle a gritar lo que “uno” no hará, frente a una “disposición” para la Sociedad?

Ahora, en la cotidiana inseguridad provocada por la pandemia, ahora, que no es octubre de 1917.

Algunos “desprevenidos”, como esos harapientos soldados, que muestran algunas películas que, extraviados por la desgracia de la guerra, que no saben que ha terminado, des-ambulan años después, por la selva, buscando su batallón y escondiéndose del enemigo.

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Puse “uno”, entre comillas, porque es la definición, es el modo de expresar al individuo como “miembro del rebaño”, es la definición de “hombre medio”.

Y, digo “disposición”, porque: dice el gobierno nacional, que en un mes o dos, las vacunas contra el virus que infecta y mata en el mundo, estarán “dispuestas” para los individuos que decidan vacunarse. Aún, estos “manifestantes de la historia”, podrían manifestar con algarabía y tal vez disfrazados de “hombres o mujeres libres”, que desde el estado no establezcan una obligación. Aún, con expresiones de festejo y algarabía, puesta en la mitad superior del rostro.

“Las protestas”, si es que, los garabatos en las “redes sociales” y la disparidad de rostros de las movilizaciones callejeras, lo son. Cuando aparecen, contra lo no impuesto, son una actuación o la expresión de una carencia en el reconocimiento. O, también, movimientos catárticos de “limpieza espiritual”. Aún, cuando ronden sin bajarse de la cuatro por cuatro o similar, u ostenten vestimentas del ku klux klan. Tal vez el exhibirse con la vestimenta correspondiente los sitúe en el centro de su espiritualidad perdida por algún pecado, o todavía no alcanzada, y caminar con el atuendo los aproxime a la realización del Deseo… claro: sólo los aproxime.

El odio y las voces y las cuatro o cinco frases escritas, se les afirman, se les detienen

cuando se nombra a la “vacuna rusa”.

Es una ancestralidad “de clase”, adquirida, contagiada, heredada, en algunos almuerzos familiares, o en excesos de fascinación de algunos programas de la televisión, de algunos canales de televisión. Pasadas situaciones que no les define ninguna “clase” y es, entonces, una “confesión” inconsciente de ignorancia, de temores infundados o de escases de reflexión. Y digo “confesión”, porque estos a-gentes del misterio, no cuentan, no dicen, no relatan, sino que se confiesan… sólo y siempre se confiesan. Arrastran por el territorio de la Razón, el ropaje y los términos del dogma. Por eso, salen de ese modo y vociferan de ese modo en lo público.

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En Rusia, no hay ni hubo Comunismo. Aún, no hay Comunismo. Aún, mi utopía extrema, lejana, del extremo de mi mirada del Mundo y anotada en la primera hoja de mi cuaderno de tapas amarillas: “De cada cual, según su capacidad a cada cual, según su necesidad” … sigue siendo una utopía.

Estas gentes que, entre todas las vacunas, a la que más le temen es a la Rusa, llevan una piel de “porcelana fina”, una proximidad gentil, de “un tejido minucioso y vulnerable”, entonces la palabra “comunismo”, que por ahora, repito, es lo único que tenemos, les provoca una irritación incontrolable, un escozor, una picazón, que sólo pueden aliviar cuando se refriegan unos con otros, sólo entre ellos, con mucho cuidado de no lastimar su alcurnia ni desparramar su ignorancia. Se alivian, también, caminando las calles y armando un mantra entre todos que maldiga y espante al demonio.

Sale en los diarios y se escucha por la televisión, que no es obligación vacunarse contra el virus del martirio este, en el que estamos.

No se vacunen si no quieren. Pero no salgan a confesarlo en las calles. Confiésenlo, sólo entre sus íntimos, y seguramente, serán admirados y serán “salvos”.

Pero anoten: ahora, es noviembre de 2020… sí, año 2020.

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