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Opinión

Habitando más allá del absurdo

Hablamos “del mundo”, como si el mundo fuese único. Como si hubiese un solo mundo en el que estamos todos. Y no, hay tantos mundos como individuos habremos. Cada uno construye su mundo. Y el mundo de cada uno se intersecta con el mundo de otro, con los mundos de otros. A la intersección de un mundo con otro u otros le llamo “Mundaneidad”.
Según la relación que un individuo tenga con otro individuo, será la amplitud de la intersección, o sea: la amplitud de la Mundaneidad.
Intersecciones provocadas desde una similar Seducción por la Vida.
Yo, diferencio Seducción de Fascinación.
La Seducción es del dominio de la Conciencia. La Seducción es activa.
La Fascinación es del dominio de la enajenación. La fascinación es pasividad. 

Ahora: la Mundaneidad está rota.

Mundaneidades rotas, no es individualismo. Es lo inexplicable. Es más allá del absurdo. Albert Camus dice: “¿Cuál es, pues, ese sentimiento incalculable que priva al espíritu del sueño necesario para una vida? Un mundo que se puede explicar hasta con malas razones es un mundo familiar. Pero, por el contrario, en un universo privado repentinamente de ilusiones y de luces, el hombre se siente extraño… Tal divorcio entre el hombre y su vida, entre el actor y su decoración, es propiamente el sentimiento de lo absurdo”.

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Nosotros estamos “puestos” después del absurdo. Aun, “puestos”, con comillas, porque es una palabra de emergencia, tomada de algún lugar de los de antes, de algún lugar que ya no es. El que tomemos “de antes”, que es lo único que podemos hacer, y lo expresemos muestra nuestras deficiencias permanentes, nos señala nuestra no-situación, el divorcio que llevamos con lo que pensábamos hecho por cada uno para darnos la seguridad que necesitamos para conformar la Tranquilidad. Estamos más allá del absurdo.

Ya no estará Sísifo, condenado por los dioses, que sube la pesada roca a la cima del monte, y que enseguida rueda al llano, y él baja paciente, consciente y vuelve a empujar la roca hacia arriba… y de nuevo…

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A los hombres y mujeres del planeta, una acción similar se nos redujo a pequeñas ceremonias domésticas, en el pequeño mundo que nos queda, reducido. El marco de seguridad constreñido al perímetro de la casa… para los que tenemos casa.

Ese “de antes”, que niega el “de siempre”, porque determina una ruptura, un quiebre, define la vulnerabilidad que siempre tuvimos, pero que para cada uno era sesgada, simulada con los bordes de la misma simulación, con la que simulamos nuestra Finitud. Claro, para poder hacer el mundo, para hacer el Camino que habitamos. O desconocíamos está vulnerabilidad, así, ajena a la Voluntad de los Hombres, inaprehensible, para debilitarla. Todo esto por encima de los balbuceos y las expresiones grotescas de los hombres y mujeres, que intentan ponerle a esta ruptura su pobre indiferencia, unos, tal vez por miedos y otros, por su servidumbre con el mercado.
“Antes”, la vulnerabilidad tenía un carácter de “particular”, después de “antes”, dejó de admitir adjetivos. Y por esa vacuidad nos movemos.

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Algunos conscientemente resguardamos nuestro mundo, que seguramente está en el interior del marco, constreñido, de seguridad que nos queda, y que no expondremos a la intemperie de lo que no podemos pensar, de lo que no podemos explicarnos. Explicarnos… más allá de lo que conocemos que conforma el poder económico y perverso del capitalismo. Pero conjeturas, sólo como comentarios no sirven, sólo conforman instantáneamente y después las aplasta la angustia. Razonamientos en vez de conjeturas, mejor si la angustia y la sensación de habernos quedado sin Suelo, nos anima a un ejercicio de Aletheia. Tenemos que tener sentido de Aletheia, de esa especie de cascada de velos deslizándose para que las cosas se manifiesten, se hagan patentes, se revelen. Concepto original: Aletheia = “revelación”, lo opuesto es “oculto”.
Y lo oculto fue lo permanente del sistema para debilitarnos la Subjetividad y hacer débil, no inteligente, precaria la Intersubjetividad. Esto es: débil, no inteligente, precaria la Sociabilidad.

Ahora la tecnología de la virtualidad y la distancia, se hace necesaria. Con la tecnología hay que tener “Serenidad”, en conceptos de Heidegger, y eso es el “si” y el “no” frente a la tecnología. Y este es el uso y remarco lo de “uso”, para no distraerse de que la máquina es un útil… sólo un “útil”. Necesaria para debilitar el aislamiento social. Lo que no debemos debilitar es el aislamiento físico. El teléfono y el internet nos comunican inmediatamente con un otro. Siempre pensé que cada uno de los hombres y mujeres, somos el centro de una multiplicidad de amenazas, el sistema de convivencia nos amenaza en lo público, en nuestra cotidianeidad, y el mismo sistema nos propone artificios que prometen debilitar esas amenazas, que nos prometen resguardarnos de ellas. Esos artificios, entre otros, con una fuerte exhibición son tecnológicos y otros tantos del negocio de la salud. Desde lo que nos pueda movilizar o comunicar, a la especialidad de los médicos y la drogadicción de la industria farmacéutica. Todo eso nos asegura, desde el sistema de mercado, un “marco de seguridad y bienestar”.

Si esto que pensé y pienso, ahora, con esta necesidad del uso, es verosímil, las conjeturas y comentarios sobre el origen de la pandemia tienen que convertirse en razonamientos y concientización. Para que en la Palabra y en la acción salvemos al Ser Humano. El Hombre se salva si vuelve a la Tierra - y esto es: si vuelve del desarraigo, de la enajenación, de la alienación, si vuelve de la obnubilación del pensamiento calculador- Y un camino seguro es el Arte, y otro la Filosofía. 

“Antes”, la Intersubjetividad, débil, no inteligente, vulnerable con Subjetividades no producidas por los Sujetos, no era saludable, era perniciosa para el desarrollo del Sujeto. La Sociabilidad deteriorada hace una Sociedad que contiene hombres y mujeres habitando la in-Tranquilidad.
Tranquilidad: conformada por objetos esenciales de la Vida, como: Salud, Relación: con el Otro y con el otro, Trabajo -no en el concepto capitalista- o al menos teniendo esto en disputa. Tiene como sinónimo: Felicidad.
Tranquilidad es el concepto.
Tranquilidad es la esencia de eso que denominamos con el término Felicidad.
Felicidad: un sinónimo; que se relativiza, se frivoliza, se desgasta y confunde, se utiliza. Es objeto de intercambio del mercado. Es un vocablo debilitado en los discursos del poder político.

Ahora, en la Intersubjetividad está la amenaza.

Por lo tanto, aquella Red Social, primitiva, de la que es inherente el primer poder, que es el Poder Social, con la Propiedad Social que corresponde a los hombres y mujeres, propiedad que no se sociabiliza. Que tiene la Otroriedad, los encuentros y discusiones, el tránsito de las calles, las aulas y el bar, los cuerpos y la manifestación del Deseo, que es la Vida, que tiene una cotidianeidad. Ahora está simulada en lo que llamamos “redes sociales”. Que si la de antes, la de verdad, era excluyente, esta hace más fuerte la exclusión.

La mundaneidad “de antes” está rota.
“Después de antes”, lo único nuevo definido es la mundaneidad que está conformada por la amenaza del virus.
Ahora la mundaneidad está conformada por la incertidumbre inmediata, por el miedo, por la amenaza de la enfermedad.

 

No somos condenados por los dioses, como Sísifo. Ni existen dioses que nos salven.
Somos hombres y mujeres, entre los que se escurre amenazando ese sentimiento incalculable que priva al espíritu del sueño necesario para una Vida. Sólo tenemos malas razones para explicar lo que sucede entre los mundos de todos, y eso nos hace una mundaneidad familiar…….para abreviar podemos decir: nos hace un mundo familiar.

El universo fue privado repentinamente de ilusiones y de luces, y los hombres y las mujeres nos sentimos extraños……Somos hombres y mujeres habitantes del más profundo sentimiento de lo absurdo.

Con el Hombre frente a esta extrañeza del mundo, se define, el más allá del absurdo.
En un punto donde “la extrañeza”, puede interiorizarse en el Inconsciente de los hombres y mujeres. Y quedar encriptada en sus Almas- el Inconsciente es el Alma.

Para Albert Camus, el Absurdo nace de la confrontación. Y dice: “Por lo tanto, tengo razón al decir que la sensación de la absurdidad no nace del simple examen de un hecho o de una impresión, sino que surge de la comparación entre un estado de hecho y cierta realidad, entre una acción y el mundo que la supera”.

El más allá del absurdo, en el que habitamos, es la presencia común del Hombre y la extrañeza de este mundo con pandemia.

Los hombres y mujeres, tenemos la Voluntad, y el mundo la extrañeza que la supera.

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