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Política > Crónica de un exilio

Hermanas y abogadas, escaparon de Maduro y llegaron a San Juan

Se trata de las hermanas Humbis y Bella Mambel. Una de ellas fue fiscal y estuvo presa. En medio del dolor, dejaron Venezuela y temen por sus familias.

17 de abril de 2019
Tranquilas. Bella (izq.) y Humbis (der.) dicen que en San Juan se sienten seguras y a gusto con la calidez y la humildad de la gente.

“Pena” y “mucho miedo”. Así sintetizan las venezolanas Humbis y Bella Mambel los sentimientos que les causó el largo viaje que emprendieron para poder escapar del régimen de Nicolás Maduro. Son hermanas y abogadas y tuvieron que abandonar su terruño, porque “venían por nosotras”. Desesperadas y haciendo changas para poder comer, se refugiaron primero en Colombia, pasaron por tres países más y, de casualidad, terminaron en estas tierras. Iban a Capital Federal, pero en Chile se encontraron con una sanjuanina que hoy las alberga en su casa de Santa Lucía y las ayuda a legalizar su situación.

Bella y Humbis y sus 6 hermanos son descendientes de franceses y oriundos de Venezuela. En la capital de aquel país construyeron un hogar y llevaban una vida tranquila, entre el trabajo y los quehaceres domésticos, hasta que en 2005 quedaron en la mira de Hugo Chávez y pasaron a ser las protagonistas de un verdadero infierno.

Confiesan que nunca estuvieron de acuerdo con el líder bolivariano y su manera de hacer política. Pero hay un hecho que marcó para siempre sus vidas y las puso en la lista negra.

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El fallecido presidente alentó que en ámbitos informales de su país se rezara un extraño Padre Nuestro en su homenaje, en el que se lo mencionaba a él en lugar del supremo. Grupos de independientes y opositores hicieron una presentación judicial para frenarlo y mientras algunos funcionarios judiciales hicieron la vista gorda, Humbis tomó el guante y le dio trámite.

Ella era fiscal del Ministerio Público y esa decisión le costó caro. El régimen la declaró enemiga y en 2006 fue destituida sin muchas explicaciones jurídicas, pero con una pila de excusas. Luego vino una larga historia de persecuciones y hasta su detención: “Estuve presa tres meses… me hostigaron todo el tiempo y me amenazaron con entregarme a las presas más peligrosas que yo acusé, les pedí que antes de eso me dieran un tiro y me mataran”, le contó a DIARIO HURPE entre lágrimas.

Su hermana Bella no era funcionaria judicial, pero litigaba y fue suficiente para que las asociaran. Y las dos pagan el costo de animarse a contradecir a las tropas rojas y el dolor de vivir en el exilio.

Bella tiene 55 años, la jubilaron y en su país un hijo y tres nietos que recuerda con un dejo de tristeza. Su hermana es 6 años mayor y atrás quedó una hija y una nieta de apenas 5 años que antes de marcharse le dijo con entusiasmo: “Abuela, mañana vamos a comer arroz con huevito”.

La profesión les dio una moderna casa en un barrio privado y un buen pasar, pero no le escaparon al hambre que golpea a la inmensa mayoría.

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“Mi jubilación era de 48 mil bolívares y eso alcanzaba para comprar nada más que un kilo de queso”, contó Bella, lo que ayuda a tomar dimensión del entusiasmo de la nieta de su hermana.

Vendieron algunas pertenencias y sus autos para juntar la plata necesaria para dejar Venezuela. Partieron el 22 de noviembre de 2017, viajaron días ocultas en el baúl de un vehículo hasta la frontera con Colombia y cuando cruzaron, describieron una rara sensación: “Nos dijeron que nos fuéramos porque venían por nosotras y teníamos mucho miedo de morir o desaparecer como tantos otros, así que respiramos cuando logramos salir, pero también fue pena y angustia por dejar nuestro país y sobre todo, la familia”. 

La “aventura” las llevó luego a Ecuador y Perú, donde en la calle vendieron productos de elaboración propia para comer algo y tener donde dormir. Tiempo después, les dieron trabajo en una mueblería y eso les permitió quedarse un tiempo.

El miedo a ser descubiertas por chavistas que frecuentan la región hizo que 16 meses después, escucharan un consejo de ir al sur del continente. El 8 de abril llegaron a Chile para hacer escala y partir a la capital argentina. Estaban en la terminal de ómnibus de Santiago con frío y hambre y apareció una mujer trasandina que les preguntó qué les pasaba. Ella le pidió ayuda con un bocado caliente a Cristina Cardozo, una de las sanjuaninas que esperaba el colectivo de vuelta a Argentina.

Cristina les dijo que se vinieran a San Juan, que Capital Federal era muy grande para alguien que no conoce. Sin aliento ni dinero, aceptaron que les compraran un boleto y juntas salieron hacia Cuyo. “Me explicaban que eran personas de bien y me mostraban una identificación, pero no hizo falta porque las vi y me di cuenta de lo que estaban pasando…”, relató.

El 10 de abril arribaron a la provincia y Cristina les ofreció quedarse con su familia hasta conseguir un lugar definitivo. Comparten una casa de barrio, Bella y Humbis duermen en la habitación principal y ahí ahogan sus penas, con la incertidumbre de no saber cómo están sus seres queridos. El consuelo: la mujer que las ayudó. Agradecida, la más grande de las Mambel contó que “siempre le pedimos a Dios y nos puso una ángel enfrente”.

Con la ayuda de Héctor Allende, amigo de Cristina, Humbis y Bella pudieron plantear su situación en el Ministerio de Gobierno y en Migraciones, donde ya hicieron el trámite para la estadía precaria. Por lo pronto, mientras se acomodan a su nueva vida y cargan con un duro pasado, quieren “conseguir un trabajo” y revalidar sus títulos para ganar autonomía y devolver “todo lo que nos han dado”.

Datos

Las calles de las principales ciudades de Venezuela se reparten entre las tropas de Maduro y las manifestaciones opositoras.  Para el transporte público se improvisan camiones, que reemplazan a los colectivos.

 

Frases

“La culpa de todo la tiene Chávez, que lavó cabezas, hizo creer algo que no era y amenazó”. Humbis Mambel

 

“El peor miedo que hay estando tan lejos, es lo que les pase a nuestras familias”. Bella Mambel

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