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King Crimson en el Luna Park: el torbellino musical de un rey desmesurado
POR REDACCIÓN
09 de octubre de 2019
La legendaria banda británica King Crimson desató anoche un verdadero torbellino musical en el concierto ofrecido en el porteño estadio Luna Park, en donde a lo largo de casi tres horas hizo un alarde de complejidad musical que dejó azorado al público por su precisión. En el marco de su Celebration Tour, con motivo del 50° aniversario de su primer disco In the Court of the Crimson King, el combo liderado por el guitarrista Robert Fripp, que en esta nueva reencarnación se presenta en formato de septeto, dio nueva vida a las composiciones más representativas de su historia, a partir de un entramado musical que, fiel a su estilo, nunca cedió a facilismos ni arreglos previsibles. Es que el grupo ya plantea desde su particular conformación un novedoso diálogo musical, con tres baterías, a cargo de Pat Mastelotto, Gavin Harrison y Jeremy Stacey, quien además toca teclados; el regreso del histórico Mel Collins, en vientos; Tony Levin, en bajo, stick y contrabajo; Jakko Jakszyk, en guitarra y voz; además de su líder. En tal sentido, las tres baterías, dispuestas al frente del escenario, toman el rol central, no sólo con su consabido rol rítmico, sino con una interacción entre ellas que genera una suerte de melodías alternativas que se funden con el estilo del grupo, caracterizado por moverse en un difuso límite entre el rock progresivo, el hard rock, la experimentación y el free jazz. Repartidos en dos sets de alrededor de una hora y cuarto cada uno, con un intervalo de 20 minutos, King Crimson interpretó unos 17 temas, entre los que aparecieron títulos fundamentales de su historia como Larks' Tongues in Aspic, Indiscipline, Red, Islands, Epitaph, The Court of the Crimson King y 21st Century Schizoid Man, por citar algunos. En este contexto, el diálogo de baterías mencionado, que sólo en unos pocos momentos tocaron al unísono, mostró a Mastelotto más concentrado en llevar los ritmos principales, para que Harrison desplegara diversas sonoridades y colores, que daban un particular toque melódico al set, al que se sumaba Stacey en los pasajes en donde no abordaba los teclados. Por su parte, Collins osciló entre sumarse al tsunami musical con saxos altos y bajos que creaban bases más que melodías y aportar climas de gélida belleza con su flauta traversa o aires de jazz con el clarinete. Todo esto sostenido por la pared sonora creada por Levin, quien pareciera poner en movimiento todo el andamiaje musical con sus bajos; y los conocidos fraseos con distorsiones de Fripp, en este caso apoyados por la guitarra de Jakszyk. Resulta una tentación en una formación tan añeja pero que ha variado constantemente a lo largo de su historia el plantear similitudes y diferencias con otras encarnaciones del grupo, en particular con la que vimos en nuestro país en 1994, con la presencia de Adrian Belew, en guitarra y voz, y el legendario Bill Brudford en batería. En tal sentido, Jakszyk tiene un color de voz más cercano al del fallecido John Wetton, integrante del grupo en los '70, que al del histriónico Belew, y la prueba de ello fue la manera en que abordó la interpretación de Indiscipline, a la que dotó de una cadencia melódica más marcada que la original. Entre las constantes del grupo aparecen la disciplina prusiana que le imprime Fripp, un severo director de orquesta, quien impone sus reglas no sólo entre sus dirigidos sino también entre el público con su manifiesta orden de no sacar fotos durante el concierto para que la experiencia musical sea total. Todo este entramado, que por momentos abruma por la carga de información musical que transmite, puede muchas veces pecar de cierta frialdad que se rompe apenas en algunos tramos, como en la calidez alcanzada en la bella Islands o en algún cruce de baterías llenos de guiños y complicidades que hasta llegaron a arrancarle una sonrisa a Fripp. Más allá de esto, también es innegable que, aunque no se traten de melodías fáciles de recordar, fue imposible retirarse del estadio sin que el riff de 21st Century Schizoid Man, tema elegido para los bises, retumbara en la cabeza del público. King Crimson volverá a presentarse esta noche en el mismo estadio y cerrará así esta segunda visita a nuestro país.
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