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La carpintería de generación en generación: cuando era niño lo veía como un fastidio y ahora ama su trabajo

Gracias a su oficio a su familia nunca le faltó nada. Además, pudo darse el gusto de acompañar a sus hijos en cada paso de su vida debido a que él maneja sus horarios. 

POR REDACCIÓN

18 de marzo de 2022

“Uno se recibe de carpintero cuando se corta un dedo o se lastima”, dice Daniel Díaz.

Él se recibió de ese oficio a los 36 años, cuando se cortó las tres puntas de los dedos medio angular y meñique de la mano derecha. No obstante, en ese mundo llevaba sumergido casi toda su vida, precisamente desde los 9 años, edad en la que su padre comenzó a llevarlo a la carpintería de su abuelo.

Foto: Sergio Leiva / DIARIO HUARPE.

Cuando era niño Daniel asegura que odiaba ir a la carpintería porque debía ayudar a limpiar o pasarle algunos elementos a su abuelo para agilizar los procesos de construcción o arreglo. Nunca se imaginó que esa galería construida con adobe y con techo de cañas y palos iba a terminar siendo su trabajo. Mucho menos, que iba a terminar tomándole cariño y hasta disfrutando de estar en ese lugar que actualmente lleva 70 años de trabajo de forma ininterrumpida debido a que pasó de generación en generación.

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Foto: Sergio Leiva / DIARIO HUARPE.

El primer propietario fue el abuelo de Daniel. Al fallecer, su padre y su tío se hicieron cargo. A él no le interesaba formar parte. Incluso, cuando terminó el Nivel Secundario tuvo varios empleos, pero fue ahí cuando se dio cuenta de que no le gustaba que le dieran órdenes y quería manejar sus tiempos. Fue así que a los 25 años se sumó al negocio familiar. Actualmente tiene 55 y es el único que se encarga de él.

“Vivo de esto, no hay otra entrada en mi casa y con todos los gobiernos pudimos comer sin pedirle beneficios a ninguno”, dice con orgullo. “Aunque a veces andamos rasguñando”, agrega.

Foto: Sergio Leiva / DIARIO HUARPE.

Su familia está compuesta por su esposa, que trabajó durante 15 años en una estación de servicio, pero la despidieron sin causa y todavía sigue el juicio, y sus tres hijos.

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Como él manejaba sus horarios siempre se dio el gusto de acompañar a sus hijos a la escuela, de estar presente en los actos, de salir al parque a jugar con ellos, entre otras actividades. Las actividades con ellos los priorizó siempre, principalmente, porque cuando él era niño su padre trabajaba de 5 a 23 horas y el tiempo que pasaban juntos era muy poco.

“Este trabajo me sirve porque pude disfrutar todo de mis hijos. Mi padre no lo hizo, pero yo elegí otra forma de vida”, comenta.

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Foto: Sergio Leiva / DIARIO HUARPE.

Es más, a su hijo de 19 años nunca lo llevó al taller de forma obligada, quería que estudiara. Cuando empezó la pandemia fue él quien se ofreció a ayudarle a Daniel así que comenzó a ir a dar una mano. A esa edad aprendió a usar máquinas eléctricas como taladros o cepillos,  “nunca industriales porque no quiero por mi accidente”, acota el carpintero.

Si bien, ese hecho lo marcó, fue justo después de él que le tomó mayor cariño a su profesión y se dio cuenta de que iba a seguir porque realmente le gustaba y disfrutaba hacerlo.

Daniel realiza arreglos, lustrados, muebles nuevos como los de cocina, placares y más. Aunque lo que le “da de comer” son los trabajos chicos como los arreglos que le demoran menos tiempo y cobra de forma rápida. “Un mueble de cocina no se termina en dos semanas, eso demora un mes, por eso, mientras hago muebles grandes me encargo de arreglos más chicos para tener una entrada”, explica. No obstante, quienes le encargan algún trabajo deben abonar un 50% al comenzar y lo restante cuando lo tengan en sus casas.

“Gracias a Dios siempre hay algo que hacer acá”, cierra el carpintero.

Hoy es conocido como "el carpintero del barrio San Martín", porque le ha hecho la mayoría de los trabajos a los vecinos de la zona. Su taller está en calle Catamarca al 1044 norte, para todo aquel que quiera contactarlo.

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