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Luis, el mimbrero que tomó y amó el legado familiar: “Yo sin este oficio me muero”
Su abuelo comenzó con este tipo de artesanías y toda la familia continuó con ellas. Es trasplantado de riñón así que no puede estar tanto tiempo sentado, pero lo ignora ya que para él el mimbre lo es todo.
POR REDACCIÓN
En una pieza del fondo de su casa suele trabajar Luis Rodríguez. Hay días en las que está repleta de canastos, sillas de bebés, juegos de sillones, bandejas, espejos, baúles, damajuanas y hasta muebles, no se puede casi ni caminar por la sala. Otros, en los que tiene pilas y pilas de elementos, pero para él son pocos. Todo está hecho de mimbre ya que ese es el oficio que heredó de su abuelo y que ama.
“Mi abuelo fue el mimbrero más antiguo de San Juan, eran siete hermanos, todos fueron mimbreros, mi papá era el más chico, ahora tiene 85 años y es el único que queda porque todos fallecieron”, cuenta a DIARIO HUARPE.
Luis tiene 48 años y lleva prácticamente toda su vida trabajando con ese material. La primera vez que sus manos tomaron el mimbre fue cuando tenía cinco años, edad en la que su abuela le enseñó a tejer. A esa edad hizo sus primeros trabajos, le ayudaba a su abuelo a forrar botellas de vinos para una bodega.
Desde ese momento no pudo parar. No sólo es mimbrero, sino también inventor ya que constantemente imagina nuevas creaciones para realizar ya que su mente no tiene límites. Hizo desde un barco hasta jarrones de más de un metro y medio de altura, pero la más importante para él fue una cuna. No era una cualquiera, era una de caña y mimbre que tenía pegada una hamaca para que su esposa cada vez que se sentara pudiera hamacarse y mecer a su hija Evelin.
“Mi esposa tiene epilepsia y quería facilitarle un poco todo. Me gusta inventar cosas”, dice.
Su oficio en ocasiones le genera algunas peleas con su esposa, a quien le donó un riñón. “Ella no quiere que trabaje mucho porque soy donante de riñón y no puedo estar todo el día sentado y esto se trabaja sentado. Yo no le hago caso, es algo que amo así que tengo que estar permanente trabajando”, comenta.
Incluso, hay días en los que no tiene mimbre y asegura que se deprime porque es el oficio que en su familia fue pasando de generación en generación.
A pesar de que ama lo que hace, en muchas ocasiones no puede trabajar tanto ya que ahora el mimbre se lo traen desde Mendoza y su valor es bastante elevado. Junto a su padre tienen una plantación de mimbre en la vecina provincia, pero recién los cortan en julio.
“Hay que invertir mucha plata en el mimbre, pero la gente ya no paga”, sostiene.
Es justamente por ese motivo por el que generalmente hace artesanías chicas y medianas. Las grandes cuesta venderlas debido al valor que tienen. “Ahora está difícil vivir de esto”, admite. Es por ello que vende poco por menor, prefiere vender por mayor ya que las ventas bajaron bastante los últimos años. Además, los fines de trabaja en la municipalidad de Chimbas, ambos trabajos son necesarios para que con su familia puedan vivir.
“En mi familia nunca le trabajaron a nadie, se criaron todos con el mimbre. Yo empecé en el municipio hace 13 años, pero siempre seguí con el mimbre. Llevo toda mi vida con el mimbre”, comenta.
Para su trabajo de artesano utiliza varias herramientas como martillo, llave, tijeras, cuchillos, sierra, tenaza y un partidor, un elemento que es de madera y sirve para partir un mimbre en dos, tres o cuatro partes.
Además, utiliza una máquina que le permite sacar esterillas de primera, segunda y tercera calidad. La misma era de su abuelo, se la dio a su padre y él lo eligió para que Luis se la quedara. Con orgullo cuenta que era de Agustín Cornejo, un guitarrista de Gardel, con el tiempo la fue modificando y actualmente la sigue usando.
“Para mi ser mimbrero lo es todo, es mi cable a tierra, cuando no lo tengo siento que me falta algo porque esto me calma”, cierra Luis.