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Por qué el árbol de Navidad se arma el 8 de diciembre

Es un hábito católico que relaciona la preparación navideña con la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

POR REDACCIÓN

08 de diciembre de 2019

El 8 de diciembre es tradición armar el arbolito de Navidad. Esta costumbre extendida por algunos países de Europa y sobre todo en Latinoamérica, es moderna y católica. Tiene que ver con una celebración muy importante para la fe y la devoción de la Iglesia: la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Esta fiesta religiosa surgió el 8 de diciembre de 1854, cuando el Papa Pío IX promulgó un documento llamado Ineffabilis Deus a través del cual estableció como “dogma de fe” que María, la madre de Jesús, desde el instante de su concepción fue preservada por Dios del “pecado original” con el que –según la fe católica– nacen todas las personas “herederas” de aquella “mancha de desobediencia a Dios” que cometieron Adán y Eva.

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La “Inmaculada Concepción de María” no tiene que ver con lo que hicieron o dejaron de hacer los padres de María para engendrarla, ni con el modo con el que la propia María concibió a Jesús, como algunos entienden. Es la creencia de que esa mujer siempre estuvo preservada del pecado.

Devoción popular

Todo el contenido teológico y dogmático encontró sencilla acogida en la devoción popular que los fieles le dispensaron y le dispensan a la Virgen. Tanto es así que la imagen de la Inmaculada Concepción de María se convirtió rápidamente, durante las primeras décadas del siglo 20, en patrona de pueblos y ciudades de Latinoamérica.

Como la Virgen es un personaje central de la Navidad no es rebuscado entender que para la piedad popular se haya encontrado en esa fiesta la ocasión adecuada para armar el arbolito y el pesebre. De esa manera, con los años, la vinculación se convirtió en una tradición. Y hoy, en miles de hogares argentinos y latinoamericanos, aprovechando el feriado, las familias armarán su árbol de Navidad.

Para algunos, el árbol de Navidad recuerda al árbol del Paraíso, de cuyos frutos comieron Adán y Eva. Para otros, el “árbol de la Vida” o de la vida eterna, porque los pinos siempre están verdes. Otros, con el árbol sagrado de los celtas que San Bonifacio (misionero del año 600) derribó y reemplazó con un pino adornado con velas y frutos, que la modernidad cambió por luces y esferas de colores.

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Fuente: La Voz

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