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Política > El día después

Una postal histórica que contrasta con el pasado político reciente

El presidente electo Alberto Fernández, y el actual, Mauricio Macri se reunieron para tratar de hacer más fácil y ordenada la transición. Horas antes, se habían enfrentado con toda la artillería en las elecciones que definieron el modelo que gobernará hasta 2023.

29 de octubre de 2019

Tras las acusaciones cruzadas de grueso calibre que dejó la campaña electoral, Mauricio Macri y Alberto Fernández se mostraron juntos ayer y con apretón de mano mediante, inmortalizaron una postal que intenta llevar tranquilidad en medio de la transición. Quedaron en que estarán en contacto permanente y que sus equipos coordinarán acciones hasta que el peronista asuma en la Rosada, para evitar turbulencias económicas que sigan afectando en bolsillo. Nada de eso se parece a lo que sucedió en 2015, cuando no hubo interacción alguna entre la que se iba y el que llegaba, al punto que se quedó esperando los atributos de manos de su antecesora.

Lo que se vio el día después tampoco tiene que ver con el lunes negro. Tras la amplia ventaja que sacó Fernández en las PASO de este año, un enojado y desbordado Macri renovó las críticas a su rival, retó a la gente por haber votado como lo hizo y hasta la mandó a dormir. Los mercados reaccionaron de la peor manera, el peso se devaluó un 30% y los argentinos se hicieron más pobres. No podría decirse que fue una consecuencia directa de su comportamiento, pero el todavía jefe de Estado se mostró más preocupado por el traspié que por su responsabilidad institucional de conducir el país hasta el último minuto y hacerle a la gente de a pie las cosas más fáciles.

Como si se tratara de otro Macri, el actual presidente perdió esta vez definitivamente el tren de la reelección y lo mismo salió a hablar el domingo en la noche en un tono conciliador. Invitó a Fernández a desayunar el lunes en la mañana y se puso a disposición para la transición. El electo mandatario aportó lo suyo: aceptó el convite y su entorno dejó trascender que agradeció el gesto y que el encuentro se dio en muy buenos términos.

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En la Rosada, Macri y Fernández designaron un grupo de colaboradores para encarar la transición y tratar de hacerla lo más ordenada posible. Los interlocutores del nuevo presidente serán Santiago Cafiero, Vilma Ibarra, Gustavo Béliz y Eduardo De Pedro. Del otro lado estarán el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y los ministros Rogelio Frigerio y Hernán Lacunza.

Tienen mucho por hablar. El objetivo fundamental: que la política no dé lugar a más hechos que agudicen la crisis económica. En particular y lo más inmediato, que el dólar no se dispare y que no se acelere la inflación. Una cosa trae la otra y no son más que hechos que golpean a los bolsillos.

Claro que desde los dos sectores se encargan de separar aguas. Por el lado de Fernández aseguraron que no habrá un cogobierno y que las medidas que se adopten de aquí al 10 de diciembre, cuando se inicia el nuevo mandato, dependen de Macri y su equipo. Y los macristas advierten que será el propio presidente electo el que deberá despejar la incertidumbre que reina sobre su gestión y las acciones que piensa tomar. Ninguno quiere pagar costos ajenos, es obvio.

La historia choca de frente con el traspaso anterior. Cristina Kirchner se negó a entregarles los atributos a Macri y todo terminó en una fuerte polémica que superó cualquier celebración democrática. También con la versión postprimarias de Macri, que se olvidó de lo que tanto criticó cuatro años antes.

La transición tiene por delante 42 días. Fernández ganó las elecciones con algo más del 48% de los votos y asumirá el 10 de diciembre, para ponerle el sello a la vuelta del peronismo. Lo de Macri es una incógnita: nadie se anima a arriesgar si seguirá en política con el ánimo de liderar la oposición o si dará un paso al costado.

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