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Opinión

Aquel trágico duelo

Se cumplen hoy ciento veinticinco años de un duelo que conmocionó al país.

Se cumplen hoy ciento veinticinco años de un duelo que conmocionó al país. Fue el que se llevó a cabo el 29 de diciembre del año 1894 entre el entonces interventor federal de la provincia de Buenos Aires, Lucio Vicente López (hijo del célebre historiador Vicente Fidel López, y nieto del autor del himno, Alejandro Vicente López y Planes), y el joven coronel Carlos Sarmiento (sobrino nieto del expresidente sanjuanino Domingo Faustino). 

Parece ser que Lucio Vicente López había descubierto que el coronel Carlos Sarmiento, de tan solo 28 años de edad, había estado involucrado en un fraude cometido en una operación inmobiliaria. A raíz de eso le inició una querella penal, motivo por el cual Sarmiento, no solo se defendió judicialmente, sino también por medio de una agresiva campaña mediática (enviando notas a los grandes diarios de la época), y a través de discursos públicos, calumniando a su acusador, quien a raíz del escándalo decidió renunciar y volver a sus cátedras de derecho. 

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Pero la campaña agraviante del coronel Sarmiento respecto de López no cesaba, motivo por el cuál éste retó a duelo al descendiente del ilustre sanjuanino; e incluso hasta se cuenta que el mismo Carlos Pellegrini le habría aconsejado hacerlo. Lo cierto es que el reto a duelo fue formalizado por Lucio Vicente Lopez, y aceptado por Carlos Sarmiento, llevándose a cabo, pistolas mediante, un día como hoy, hace ciento veinticinco años, frente al Hipódromo de Palermo. 

No fue bueno el consejo de Pellegrini: el coronel Sarmiento terminó matando de un tiro en el abdomen a Lucio Vicente López, quien apenas tenía 46 años de edad. La noticia tomó inmediato estado público y rápidamente acudieron al domicilio de López amigos, alumnos y colegas; pero quien más intensamente sufrió la pérdida fue el célebre padre del muerto, Don Vicente Fidel López, celebre historiador quien por entonces tenía casi 80 años de edad. 

Miguel Cané, viejo amigo del fallecido en el duelo, al despedir sus restos, leyó un enfático discurso en el que descalificaba la costumbre de resolver los problemas a través de estos métodos, a los que calificó como “un resto de barbarie que predomina entre los hombres cultos».

El coronel Sarmiento desapareció de Buenos Aires y se recluyó en su estancia de Chacabuco durante casi quince años. La culpa de haber asesinado a López le cambió la vida: se dejó crecer la barba, se aisló de la sociedad y sufrió una severa desacreditación social, por haber terminado con la vida de un hombre muy querido.

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Podría suponerse que los duelos han tenido origen en pueblos típicamente guerreros, como los griegos y los romanos. Sin embargo en Roma no estaban bien vistos; de hecho habrían nacido entre los germanos, utilizándose en las clases aristocráticas como procedimiento para poner a resguardo el honor que pudiera haber sido afectado.

Naturalmente que el duelo es la versión elegante de la denominada “justicia por mano propia”, con la salvedad que allí existe una instancia previa, cual es el desafío formal y el consentimiento de ambas partes.

En la Argentina, después de 1810, entre las disposiciones que formaban parte del Código de Honor que José Francisco de San Martín elaboró para el Regimiento de Granaderos a Caballos, estaba la de degradar a un soldado “por no admitir un desafió, sea justo o injusto” y “por no exigir satisfacción cuando se halle insultado”. Luego, a pesar de que en el año 1814, el Directorio prohibió los duelos, ellos fueron normales entre los soldados y oficiales de los Ejércitos, y también entre los civiles.

Un clásico escenario de estos duelos fue, hacia fines del siglo XIX, la casona perteneciente al Dr. Carlos Delcasse, quien fuera el último intendente que tuvo la ciudad de Belgrano antes de ser cedida por la provincia de Buenos Aires, a las autoridades nacionales, para ser incorporada a la Capital Federal. En efecto, la de Delcasse era una enorme casona ubicada en la calle Cuba 1919, de la ciudad de Belgrano, a la que se la conocía como “la Casa del Angel” por cuanto tenía un importante mirador que la caracterizaba.

Delcasse tenía algunos hobbies, como coleccionar obras de arte y practicar esgrima, tiro y boxeo; pero además tenía una predilección por los duelos, y facilitaba su casa para que los realicen personajes de la vida política del país. Tal es así que a esa casona también la llamaban "la quinta de los duelos". La realidad es que esos duelos, se realizaran o no en la Casa del Angel, solían contar con una serie de formalidades, a tal punto que se elegían padrinos y hasta intervenían médicos para atender la salud de quien pudiera resultar herido.

También fue célebre el duelo entre Lisandro de la Torre y Juan Hipólito del Sagrado Corazón de Jesús Yrigoyen, originado por desavenencias de carácter estrictamente políticas, el cual se desarrolló mediante un combate de esgrima, deporte que Don Hipólito no practicaba, por lo que contrató a un profesor para que lo entrene. Lisandro, en cambio, era conocedor de la disciplina, no obstante lo cual también tomó algunas clases para agudizar su performance en el reto.

El 6 de septiembre de 1897 fue el día elegido para batirse a duelo, el que duró más de media hora, al cabo de la cual Don Lisandro terminó con algunas heridas en la cara. El duelo se interrumpió por ese motivo, y justamente para disimular los cortes recibidos, de la Torre decidió dejarse la barba. De allí que la  imagen pública con la que se conoce al creador del partido Demócrata Progresista, esté siempre vinculada a su prolija y recortada barba.

Las paradojas de la vida hicieron que exactamente treinta y tres años más tarde, el 6 de septiembre de 1930, Yrigoyen fuera nuevamente batido a duelo, pero esta vez  el desafiante era un general golpista (José Félix Uriburu) y el duelo no era físico, sino  institucional. Efectivamente, el 6 de septiembre de 1930, el caudillo radical era desalojado de la Casa de Gobierno por el primer golpe de Estado que se producía en la Argentina. Lamentablemente, en  este “duelo” no solo fue derrotado el presidente Yrigoyen, sino también la República toda, que debió sufrir sus consecuencias durante medio siglo.  

Otro aficionado a los duelos fue Alfredo Palacios, lo cual  le valió su expulsión del partido Socialista en 1915, ya que para dicha agrupación política, se trataba de una práctica propia de la clase burguesa a la que el socialismo tanto combatía.

Más cerca en el tiempo, otros dos duelos fueron muy comentados: en 1949, el que tuvieron como protagonistas a los entonces diputados nacionales Arturo Frondizi y el peronista de tendencia marxista, John William Cooke; y diez años màs tarde, en 1959, el que llevaron a cabo el Gral. Isaac Rojas (quien fuera vicepresidente de la Nación durante la Revolución Libertadora), y el diputado de extracción demócrata progresista, Roberto Galeano. Fue éste el último duelo público que se desarrolló en nuestro país.

La sociedad argentina vive atravesada por la denominada “grieta”, y las redes sociales suelen ser escenarios de agresivos “duelos” verbales, quizá mucho menos caballerescos que aquellos lamentables enfrentamientos que muchas veces se realizaban entre gente de bien. Es hora de terminar con los duelos que hoy subsisten en la Argentina, pero que no se desarrollan para salvaguardar el honor, sino simplemente para saldar diferencias políticas.

 

                   

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