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El golpe más bajo de la inflación: la inseguridad alimentaria y la supervivencia, una postal cada vez más frecuente

Los consumos populares empeoran a medida que cae el ingreso, según la UCA. Las subas de carnes y vegetales atentan contra la mejor alimentación, y la de las harinas, contra la más accesible.

POR EL CRONISTA PARA DIARIO HUARPE

Un reciente estudio del Observatorio de Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) trajo conclusiones sobre los hábitos de consumo de alimentos en hogares pobres e indigentes. Primero, que el 21,4% de los hogares del país sufrió "inseguridad alimentaria" durante 2020 y que, en el conurbano bonaerense, ese porcentaje subía a 27,6%.

La segunda conclusión: entre los hogares pobres e indigentes, la frecuencia de la compra de alimentos es mayor, por lo que se deduce que se realiza en los comercios de cercanía -a donde no llegan los controles de precios del Gobierno-.

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Tercero: con dinero en el bolsillo, los hábitos de consumo de alimentos no difieren entre los hogares pobres y los no pobres. El que puede, compra carne, lácteos, frutas, verduras y otros alimentos saludables.

Quizás por eso, la Mesa contra el Hambre que había lanzado el Gobierno incluso antes de asumir se fue en silencio, con la salida del Ministerio de Desarrollo Social del ahora diputado Daniel Arroyo.

La política de ayuda a las familias migró hacia los ingresos: el monto de la tarjeta Alimentar (ampliado el rango de edades) pasó a depositarse junto con la AUH y las familias pueden disponer de ese dinero como quieran. Pueden pagar con tarjeta de débito y obtener un descuento de 15 puntos o usar el efectivo en los comercios barriales que no aceptan pagos electrónicos.

EFECTO ALIMENTAR

Según la UCA, la tarjeta Alimentar redujo sensiblemente la probabilidad de "inseguridad alimentaria severa" en los sectores indigentes. Sin embargo, la caída de segmentos medios en situaciones de pobreza amplió el riesgo de inseguridad "moderada". "La clase media baja que cae en la pobreza no sabe cómo manejarse y está desamparada", resumió días atrás Agustín Salvia, director del Observatorio de la UCA, en diálogo con radio Millenium.

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El estudio, llamado "Riesgos alimentarios y prácticas de consumo en la Argentina urbana", mostró que la propensión al consumo de alimentos considerados saludables es más o menos similar entre los hogares pobres y los no pobres. Pero los consumos de carne roja, pescado, huevos y lácteos caen considerablemente en los hogares indigentes.

Las grandes alimenticias notan desde hace años que la demanda de harina y sus derivados se mantiene constante o aumenta, mientras disminuye la cantidad de carne que se consume por habitante. Los supermercados también lo consignan, informalmente. La guerra en Ucrania y su impacto en el trigo y sus derivados puso en foco uno de los puntos más sensibles de la contención alimentaria.

En febrero, el rubro alimentos del Índice de Precios al Consumidor trepó 60% anual. La suba estuvo principalmente impulsada por las verduras, con un incremento de casi 100%. Las carnes subieron 57%, pero los panificados, que venían siendo una contención, lo hicieron al 53%, sin contar todavía las últimas listas de precios que el Gobierno intenta desarticular y que impactarán con más fuerza en los comercios barriales.

FOTO SEPIA

En ese sentido, los datos de pobreza que publicará el Indec, correspondientes al cierre de 2021, quedarán rápidamente viejos. "El ‘plan platita' produjo una primavera de consumo, una burbuja de empleo y consumo", dijo Salvia. "El Indec va a sacar datos a la baja, quizás dé algo debajo del 40%, pero creo que es ficticio si no se sostiene con más inversión y creación de empleo", añadió.

Los últimos datos de la consultora Scentia muestran una recuperación del consumo en todos los niveles, del 6,9% en volúmenes en enero. También, que las ventas de supermercados y comercios de cercanía cayeron 2,1% anual en 2021 y comenzaron a recuperarse con fuerza recién a partir de octubre.

Hace algunos meses, Scentia publicó un informe sobre hábitos de consumo que mostró que se gasta más ingreso en la canasta de "desayuno y merienda" (lácteos, galletitas, infusiones, etcétera) que en "alimentación" (aceites, harinas, carnes, frutas y verduras) y otros ítems. El segmento de ingresos más bajos destina el 36% de su ticket a "desayuno y merienda", pero el de ingresos más altos no anda muy lejos: 35%. Una presunción que salió de allí fue el salteo o reemplazo de comidas: un té con leche en vez de un almuerzo.

La aceleración inflacionaria impacta directamente en los consumos más urgentes. Según el Indec, el 20% de los hogares más pobres destinan más de un tercio de sus ingresos al gasto de alimentos y bebidas, o más del doble de lo que gasta en ese rubro el 20% de hogares más ricos. "En contextos altamente inflacionarios, la mayor proporción de gastos alimenticios implica una mayor dificultad para poder alcanzar el consumo adecuado de alimentos", dijo la UCA.

Por: Esteban Rafele para El Cronista.

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