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Provinciales > Necesita trabajo

Escapó de los golpes de su novio y se refugió en una casilla junto a sus hijos

"Vaya a saber Dios dónde vamos a parar", dice. 

14 de mayo de 2020

En una casa rodante en El Medanito, Rawson, vive Marisol, de 38 años, junto a sus 2 hijos de 10 y 7 años. Ella la define como "súper chiquita". Adentro hay 2 estantes, 1 mueble, 2 cajoneras, 1 televisor y 1 heladera vieja que le donó su papá porque no la usaba. Es de un metal negro que con el pasar de los años se oxidó. Un tronco y unos ladrillos permiten que esté derecha.

La casa rodante está apoyada en un tronco que ayuda a que esté derecha. Foto: gentileza.

Hay una ventana de cada lado, una de ellas ocupa casi la mitad de la casa. La otra es rectangular y chica, tan chica como el tamaño de una cabeza. En el techo hay un nylon que permite que la lluvia no entre por las goteras.

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En la entrada Marisol [el nombre fue modificado para no perjudicar a la víctima] puso una cortina para mantener la puerta abierta y que el lugar esté ventilado. Las plantas que están al lado del ingreso son lo único que le da color al vehículo.

Ventanas de la casa rodante. Foto: gentileza .

Pero está tranquila porque ya nadie la maltrata.

Hasta ahí llegó escapando de quien fue su pareja, E.Y.C., de 36 años. El hombre la insultaba, golpeaba y amenazaba. “Una vez casi me mata”, cuenta a DIARIO HUARPE. Incluso, cuando se quedó embarazada de su hijo mayor quiso obligarla a que lo aborte. Ella siguió sus deseos de convertirse en madre y hoy el chico tiene 10 años. A Marisol los maltratos le hicieron “muy difícil” la gestación porque su ex la hacía dormir en un colchón en el piso.

Ella y él se conocieron en el 2005, hace 15 años, en Villa Nueva, Córdoba. Ahí fue la sanjuanina para estudiar Nutrición porque en la provincia hizo hasta tercer año y no pudo seguir pagando la cuota. Pero allá no le reconocieron las materias y no tuvo otra opción que empezar a trabajar en una verdulería. Alquiló la pieza en una pensión y en la habitación contigua dormía quien se convirtió en su pareja.

En un principio todo era color de rosas. Él se caracterizaba por ser atento, caballero y por no faltarle nunca el respeto a Marisol. “Me trataba muy bien”, dice. Pero con el tiempo la relación empezó a cambiar. Cuando ya convivían en una casa que un conocido les prestó en Villa Nueva, E.Y.C. empezó a ser “como un ente y agresivo”.  Fueron muchos años en los que el hombre solo se preocupó por su trabajo en el taller que estaba en un salón delante de la vivienda.

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Con sus hijos no jugaba nunca, les prestaba “poca” atención, tan poca que, según su madre, ellos ahora “lo describen como un monstruo”. “Ellos vieron cómo me golpeaba, me vieron sangrar, mucho no lo reconocen como un padre”, cuenta Marisol.

Durante años no se animó a denunciarlo. En el 2017 lo hizo en la comisaría de Villa Nueva. Establecieron una perimetral y el hombre se fue a dormir al taller, pero la mujer siguió “sufriendo maltratos”. A los de E.Y.C. se sumaron las hostigaciones de parte de los familiares de él que vivían cerca. “Pasaban y me tiraban piedras, me amenazaban, me decían que me iban a agarrar en la calle”, dice.

En una ocasión la sanjuanina estaba trabajando cuando le avisaron que su pareja se quería llevar a los 2 hijos de la casa. Ahí le hizo una segunda denuncia en la que incluyó la tenencia de armas. Según Marisol, las había escondido en la casa del padre que estaba cerca de la de ellos. Cuando hicieron el allanamiento le encontraron 6.

En fines del 2018 no aguantó más y se fue de la casa. En su auto cargó la heladera y ropa. “Perdimos todo”, dice. Se quedó en la casa de su mamá, aunque “decía que la invadíamos porque estaba acostumbrada a vivir sola, por eso estábamos todo el tiempo en una pieza para no molestarla”.

Estuvieron un mes ahí y se fueron a alquilar. Costearon los gastos con la venta del auto y los $3.000 que ganaba por semana como empleada administrativa, trabajo en el que estaba en negro. También, con lo que ella obtenía vendiendo empanadas y cosas dulces. Consiguió otro trabajo en una farmacia hasta que “mis superiores me empezaron a tratar mal e insultar” así que le dieron licencia médica, con la que aún continúa.

Llegó un momento en el que no pudo pagar más el alquiler y no tuvo otra opción que irse. “Me decían que me iban a hacer un juicio por desalojo si no me iba por mi propia voluntad así que nos fuimos”, dice. Pero no tenía dónde quedarse con sus 2 hijos.

Le pidió ayuda a su padre. No tenía dónde hospedarlos porque vive en un monoambiente así que le ofreció la casa rodante en la que guardaba las herramientas. La vaciaron y ahí empezó a vivir Marisol desde febrero del 2020, en el patio de su papá.

La casa es pequeña, tienen que dormir todos en una cama de una plaza y media: dos para la parte de la cabeza y uno para los pies, así se arreglan. “Vivimos bien amontonados porque es súper chiquita”, cuenta.

Por eso ahora pide ayuda. “No quiero que me regalen nada, lo único que pido es una casa que me permita trabajar en lo que sé hacer -comidas y cosas dulces- para que pueda pagarla con una cuota”. La mujer está segura de que eso la va a ayudar a salir adelante después haber vivido la violencia de género en primera persona. Está buscando trabajar en casa, ya que el dinero no le alcanza para pagarle a una niñera. “Siempre les digo a mis hijos que esto es pasajero, que va a pasar y todo va a mejorar”, cierra Marisol.

Ahora los 3 están viviendo en una casa que le prestaron "para salir del paso", pero solo por 2 meses. Por ello, sigue pidiendo ayuda porque cuando el tiempo se cumpla tendrá que volver a la casilla rodante.

"Vaya a saber Dios dónde vamos a parar", dice. 

Para ayudar: 2644109088.

*Si sufrís violencia de género o conocés a alguna víctima, llamá al 144: es gratis y atiende las 24 horas durante la cuarentena*

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