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Isca Yacú, un histórico del básquet de San Juan que resurgió por el amor y esfuerzo de su gente

El club de la calle General Paz fue clausurado. Tras un año volvió a ser local por el trabajo a pulmón de jugadores, padres y dirigentes. Una historia de superación y compromiso.

10 de marzo de 2023

Isca Yacú es el club de básquet más antiguo de San Juan, y a su vez, el más golpeado. A lo largo de sus casi 90 años estuvo cerrado tres veces. La última fue el año pasado. Y desde ese día hasta hoy, jugadores, dirigentes y padres solo se propusieron volver a jugar en su sede de la Villa del Carril y recientemente lo lograron con un trabajo en contra del tiempo, pero abrazados a los colores que los identifican.

Isca nunca dejó de ser humilde y sufrido en la parte social, pero siempre cobijó a los niños para practicar el básquet como medio de vida y de sociabilización. El 2022 los volvió a golpear al clausurarle el club. Les notificaron que no tenían la habilitación comercial, algo que les hizo mucho ruido por tratarse de una institución deportiva.

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De un día para otra la puerta de calle General Paz 989 (oeste) pasó a tener una faja. Se quedaron en la calle cientos de chicos. Ese golpe fue un impulso porque la comisión directiva se propuso no dejar a sus jugadores, de todas la categorías, sin practicar el deporte.

La primera medida fue entrenar en una plaza y ceder la localía mientras confeccionaban los papeles y regularizaban los balances. Así, siempre de “prestados” y moviéndose donde encontraran un lugar para entrenar, los “alacranes” compitieron en todas las categorías el año pasado, tanto en damas como varones.

Mientras eso sucedía volvieron al club, no para jugar, sino para acondicionarlo con la ilusión de poder regresar. Ayudados por un subsidio de Nación comenzaron con las obras, zanjearon alrededor de la cancha y desde ahí no pararon. Golpearon todas las puertas y llegó el apoyo de la Federación de Basquetbol de San Juan, de la Secretaría de Deportes y de la Municipalidad de la Capital.

Mientras, sus deportistas seguían entrenando en una plaza, los profes muchas veces no cobraban y cuando no había competencia todos iban al club para cargar ladrillos, limpiar, sacar escombros. En definitiva, ponerle el hombro al club de sus amores con la ilusión de volver a hacer picar la pelota en su cancha. Realizaron bingos y sorteos para poder pagar deudas también.

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Fue un año duro, varios partidos perdieron por mucha diferencia. No obstante, el club de la Villa del Carril nunca dejó de presentar a todas sus categorías. Y continuó con la inclusión, ya que en la institución practican la disciplina niños con síndrome de Down y autismo, entre otras patologías, con la convicción y fundamento de que todos tiene derecho a jugar y a ser felices. Isca Yacú no solo pasó a ser un equipo, sino que tras los golpes que recibieron, los “alacranes” se convirtieron en una familia.

Hoy, después de haber hecho zanjas, acarrerar cientos de carretillas con escombros, sacar arbustos y basura, pintar, golpear puertas por ayuda y apoyar desinteresadamente, la familia de Isca logró volver a casa con las instalaciones mejoradas y en las condiciones requeridas, más allá que todavía siguen trabajando.

La promesa que se hizo la comisión era volver a ser locales. Y la cumplieron. Hoy recuperaron su club y juegan ante su gente. No pueden instalar una cantina, que sería una fuente importante de ingreso económico, porque les resta esa habilitación que fue la que los sacó de su espacio. Pero los dobles, triples, y aliento de sus hinchas ya se escucha y motiva a toda la familia alacrán.

El pilar para no dejarse vencer es Cintia Flores, la presidente del club. Quien está en el cargo de manera interina hasta que el próximo 31 se desarrollen las elecciones. Ella siente a Isca Yacú como su primera casa por todo lo que le dio a su familia.

“Cuando dejás todo te podés quedar tranquila que hiciste todo para volver al club”, cuenta Cintia. “Les prometí a los chicos que íbamos a ser locales de nuevo y no bajé los brazos hasta que eso ocurrió. Hoy siento una emoción muy grande, esto fue un trabajo a pulmón para que Isca no desapareciera, pero sobre todo para que nuestros chicos puedan seguir haciendo lo que tanto aman que es jugar al básquet”, agregó.

Flores señala que tiene un compromiso con Isca y le está devolviendo lo que el club hizo por su hijo. “Llegué a Isca por mi hijo Tomás, que se había quebrado el brazo. No quería hacer nada y estaba decaído. Nada le llamaba la atención. Fue cuando nos invitaron a Isca, lo llevamos y cuando picó la pelota me dijo ‘quiero venir acá’ y ahí nació mi amor por Isca y por eso hago todo por el club y los chicos”, contó, quien además es la primera mujer presidente que tiene una institución sanjuanina de básquet.

Hoy Cintia tiene a sus cuatro hijos (dos nenas y dos varones) entre las divisiones de Isca Yacú y haber vuelto a ser locales no la conforma. “Todavía falta, hay que continuar trabajando, nos faltan otras habilitaciones y hay que seguir mejorando la institución. Por suerte está todo encaminado, pero faltan cosas por terminar, así que vamos a seguir acarreando hormigón y tierra hasta dejarla en las mejores condiciones porque asumimos un compromiso y vamos por ello. Y porque Isca tiene algo que te enamora, que te da paz, sumado a la parte social, hacen que nunca dejemos de trabajar por nuestro amado Isca Yacú”.

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