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Los dos cristales
POR REDACCIÓN
10 de octubre de 2019
Discernir cuál es la Selección Argentina real, la que fue bailada durante 60 minutos y la que jugó media hora entre buena y muy buena es una opción falsa y por falsa, garantía de conclusiones erróneas. Más bien lo más conducente sería salir rápido del tic de imaginar lo que pudo haber sido y no fue, de los condicionales, de lo meramente contrafáctico. No se tratará, pues, de aplicar el célebre aserto de que todo depende del cristal con que examinemos el objeto en cuestión. Supongamos que para evaluar lo sucedido el miércoles en el Signal Iduna de Dortmund hubiere dos cristales en juego: ¿Sería legítimo andar como bola sin manija entre el frenético peloteo del optimista y el pesimismo con su disyunción de vaso medio lleno o vaso medio vacío? Legítimo, sí, tal vez, pero no riguroso. Jamás sabremos qué hubiera pasado si Alemania no habría levantado el pie del acelerador, pero en cambio sabemos con certeza que a menudo la Selección de Lionel Scaloni se pierde en la confusión de sus enunciados, sin saber a ciencia cierta si presionar y en todo casó en qué lugares del campo presionar y que cae víctima de una pasmosa fragilidad por los costados, a las espaldas de Leandro Paredes y en el medio campo en general. Sí sabemos, sí queda claro que volver a incluir a Marcos Rojo es un buen intento con nulas chances de final feliz y que Nicolás Otamendi es el defensor central más probado de mayor jerarquía de los que cuenta Scaloni y a la vez una inquietante expresión de irregularidad. Y en esa misma perspectiva se inscriben otros nombres propios que lucen más en las listas de convocados que a la hora de vestir la camiseta albiceleste: en orden impreciso, Paulo Dybala, Ángel Correa y Roberto Pereyra. Esos tres futbolistas, ya que estamos, se corresponden con las sensaciones opuestas que generan el consolidado Rodrigo De Paul y Marcos Acuña. Lo del jugador del Udinese ya es pura ganancia en términos de despliegue sensato y entendimiento y lo del zurdo del Sporting de Lisboa supone una alabanza al perfil bajo, al ida y vuelta operativo, a la indispensable alquimia que requiere el fútbol de la alta competencia: técnica sostenida con buenas decisiones. Y en ese contexto mismo se vuelve ineludible la mención a Lucas Alario, acaso el más terrenal de cuantos centrodelanteros ha citado Scaloni y sin embargo el que de la nada metió a la Selección en un partido que olía a goleada. Tal vez no sea ocioso, ni azaroso, ni menor la persistencia en reponer las pruebas de carácter de algunos jugadores, en la medida que mientras la Selección camina hacia una identidad todavía por verse, el carácter supone un atributo que se hizo ver en la Copa América y que persiste a despecho de sus picos y declinaciones, de sus más y de sus menos. Habrá más noticias para este boletín, por ejemplo después de cerrada esta mini gira con el partido versus Ecuador en el estadio Manuel Martínez Valero de Elche.
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