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Provinciales > Día de la visibilidad lésbica

Soledad Correa, una lesbiana que será mamá junto con su esposa Marisol

La sanjuanina es presidenta de La Glorieta LGBT.

07 de marzo de 2021

Soledad va a ser mamá de dos mellis. Su mujer, Marisol, está al lado mientras hablan. Están casadas desde el 2019. Sole tiene fecha de parto para mayo.

Casadas y embarazadas, dos derechos que ejercen. Dos derechos por los que hace una década estaban pidiendo en las calles.

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Se identifican como lesbianas, lo dicen sin titubear. Más un 7 de marzo, el día de la visibilidad lésbica.

Pero para estar donde están, atravesando un embarazo gracias a la ley de fertilización asistida del 2013 y casadas lo que les permitió acceder a una obra social, gracias a la ley de Matrimonio Igualitario, tuvieron que pasar por mucho más que un hospital o registro civil.

Las tortas salen del horno  

Soledad Correa nació en Rivadavia. A los 11 años le hizo ruido el mundo partido en dos, la pelota para los nenes y la cocina para las nenas.

A principios de los 2000, Sole se sentó frente a su mamá y le reveló que era lesbiana. Cuenta que su mamá lloró esa noche, pero no porque no la quisiera, sino porque no la iba a poder cuidar del mundo que se le venía.

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Ahora había que ver de dónde venía eso de ser lesbiana. Su primera “ESI” fue la enciclopedia virtual Encarta, ahí buscó y encontró la isla de Lesbos y a una poeta que le escribía a las mujeres y que irritaba a maridos. Del Encarta saltó a los cybers, y con internet se abrió un mundo en los foros. Sus primeros espejos en los que mirarse estaban en España y con un océano de distancia iba conociendo a otras como ella.

“Nosotras no salimos del closet, las tortas salimos del horno”, dice entre risas.

En esa adolescencia comenzaron a aparecer las novias. Cada una con su propia historia. Mientras el amor que conocía Sole iba tomando forma, desde afuera confirmaban que no era ni un capricho ni una etapa.

En el camino conoció La Glorieta, mejor dicho, en el camino fundó La Glorieta. Un espacio LGBTIQ+ de San Juan. Espacio que organizó las primeras marchas del orgullo, las mateadas en la glorieta y el picnic por el mismo amor, espacios para visibilizar más formas del cariño.

“Una vez tuve que cubrir a la que en ese momento era mi novia para que no le pegaran los piedrazos que nos tiraban cuando íbamos a una plaza”, relata Soledad.

“Por ser torta me sacaron de boliches y me insultaban. Algo tan común como salir a caminar de la mano con mi pareja era algo que no podía hacer”, agrega.

Sin embargo ella siguió. Con sus novias en los cumpleaños familiares, “escaparse” de la vista de todos para manifestar la ternura era parte de la rutina. Soledad aclara que lo hacía para respetar los espacios familiares. Armó un proceso de adaptación para todos.

Felicidades, son dos

El último proceso fue con Marisol, su esposa. Hace cuatro años que conviven, dos que están casadas y desde septiembre, llevando entre las dos el embarazo.

Soledad dice que desde siempre quiso madre, no tiene un punto específico. Durante el embarazo Marisol la acompañó desde el día que fecundaron los óvulos, pasando por la confirmación, hasta cada uno de los controles.

Ambas atraviesan el embarazo que las dos deseaban.

“El día que nos dieron el positivo sentía que todo estaba bien. Dejé el resultado positivo sobre la mesa de luz. Tenía dos celulitas adentro mío, lo único que me confirmaba que estaban ahí era ese resultado”, dice con una sonrisa que le hace pequeños los ojos delineados.

Soledad pasó por el Encarta, por la isla de Lesbos, por los foros, por las pedradas, por las marchas y por los mates. Con una pandemia de fondo, las dos terminaron de arreglar la cocina, arreglaron unas filtraciones, le pusieron yeso y pintaron la pared de la casa que va a recibir a sus hijos.

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