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Tienen problemas de salud, perdieron sus hogares en el terremoto y piden ayuda

A tres días del sismo, muchas familias aún esperan una solución. Estas son dos de ellas. 

21 de enero de 2021

San Juan está herido. El terremoto de 6.4º de magnitud que sacudió a la provincia dejó postales de amargura, desesperación y pedidos de auxilio, pero también solidaridad que han ocupado las tapas de los diarios y medios sanjuaninos y del país.

Ya han pasado tres días desde el desastre y aún muchas familias, cada una con su historia, siguen reclamando y pidiendo auxilio mientras duermen en las calles o en precarias construcciones ya que han perdido sus casas en el derrumbe o porque lo que alguna vez llamaron hogar ahora es prácticamente inhabitable.

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Juliana Cabrera, de 26 años, vive junto  a su marido, Ismael Colombo, de 25, y sus tres hijos de 9, 6 y 4 años en el asentamiento Río San Juan, en Santa Lucía. Tras el desastre, la precaria vivienda de adobe que cuenta con solo una habitación y un baño quedó inhabitable luego de que las puertas, paredes y el techo sufrieran fisuras.

El techo de la casa de Juliana, movido por el sismo. Foto: Gentileza.

Ella no trabaja, puesto que las 24 horas diarias de su vida se las dedica a Milagros, su nena de 4 años que padece hidranencefalia (condición en la cual los hemisferios cerebrales están ausentes y son sustituidos por sacos llenos de líquido cerebroespinal) y epilepsia refractaria. Además, no posee control de esfínteres ni puede alimentarse por sí misma, por lo que necesita un botón gástrico para alimentarse y una válvula ventriculoperitoneal para sus necesidades. Todo esto hace de su cuidado y atención una atención prioritaria.

“El día del terremoto no me pudo atender nadie cuando entró en crisis Milagros. Tuvo que dormir con su silla de ruedas afuera con todos nosotros a la intemperie”, cuenta indignada Juliana. Para colmo, hace poco le diagnosticaron a la nena un cuadro grave de anemia y tuvieron que inyectarle hierro por vía intravenosa, lo que hace pensar a los médicos en una posible leucemia. “Ni Dios permita, pero estamos a la espera de los resultados”, expresa Juliana compungida.

Juliana y su familia durmiendo en la intemperie. Puede verse la silla ortopédica de Milagros. Foto: Gentileza.

Su reclamo es claro: necesita una habitación para la internación domiciliaria de su hija. “La obra social me exige una habitación digna para la internación de mi hija- Para que me puedan brindar el oxígeno, las máquinas para que pueda respirar, controlar el pulso, la cama ortopédica y las colchonetas para atención kinesiológica temprana me exigen una habitación en condiciones. Es lo único que pido”, relata exasperada.

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Ella, junto a su familia, llegó al asentamiento en julio del año pasado. Gracias a la entrega del IFE y el trabajo de su esposo Ismael, que es albañil, pudo construir su humilde casa que ahora está en peligro de derrumbe. “Le pedimos ayuda a la intendencia y nos mandaron dos palos y un nylon. Eso no me sirve. Quiero una vivienda digna para mi hija para poder internarla en su casa. No quiero que me regalen nada”, reclama con dolor. Gracias a la pensión no contributiva por discapacidad, el trabajo de su marido y la AUH puede sostener apenas las necesidades de su familia y la de Milagros, cuya situación, es por más delicada.

La pequeña Milagros, cuyas necesidades requieren de un extremo cuidado y atención. Foto: Gentileza.

Yanina y Hugo, el esfuerzo del pan de cada día

Al oeste de Santa Lucía, Yanina Flores, de 45 años, amasa durante las mañanas. Tras el terremoto, su casa también quedó inhabitable y ahora duerme en un galpón con su pareja, Hugo Carrizo, de 60 años.

Es el único trabajo que puede hacer debido a que un cáncer de útero, hace 4 años, la dejó sin matriz y dada la difícil recuperación que tuvo no puede hacer esfuerzos. Además, problemas de presión tras la operación y una diabetes tipo 2 descubierta hace dos años ahora amenazan con dejarla sin vista.

“Cuando vino el tráiler sanitario me dijeron que tenía problemas de vista y necesito anteojos que no puedo pagar porque apenas con el pan, las semitas y las prepizzas me alcanza para el sustento”, cuenta resignada Yanina.

Además de estas enfermedades que la aquejan, hace poco descubrió que tiene cinco tumores, aunque benignos, en la zona del útero y un nódulo en uno de sus pechos del cual todavía no tiene certeza de cuán maligno puede ser hasta que tenga los resultados de los estudios.  

Desde el pasado lunes, ella y su pareja duermen en un galpón a un costado de la casa que tuvieron que tapar con nylon para poder dormir. “Ese día se nos trizó la casa entera. Se levantaron las baldosas de la entrada hasta el final del techo. La casa está hecha de block y hasta ahora se sigue cayendo. El Secretario de Obras (de Zonda) vino a ver la casa y nos dijo que está inhabitable”, cuenta la mujer.

Para colmo, su pareja Hugo sufrió los estragos del temblor cuando un pedazo de block cayó sobre su pie y brazos dejándoles moretones. “No lo quebró de milagro”, asegura la mujer. Pero Yanina no es la única que sufre por su salud. Hugo tiene un problema en su corazón llamada aneurisma cardíaca congénita y por ello no puede trabajar. “Yo no recibo la pensión de discapacidad porque no soy insulinadependiente aunque tomo pastillas y a él le dicen que no puede recibir pensión porque todavía puede trabajar. Pero no puede porque ya ha tenido dos infartos. Tampoco tenemos jubilación”, relata Yanina.

Ambos sólo subsisten gracias a la venta de pan, semitas y prepizzas que venden en la esquina del semáforo de calle Las Moras, en la entrada de Zonda, y cerca de la finca que les prestan para habitar y donde viven hace 8 años. “El intendente de Zonda dijo que iba a hacer lo posible para ayudarnos y para conseguir una solución. Yo los voy a esperar porque confío en él”, dice mientras desea poder entrar en algún plan para conseguir su propia casa.

Algunos escombros golpearon y dejaron con moretones a Hugo. Foto: Gentileza.

“Estamos durmiendo en la intemperie en un galpón y necesitamos ayuda con un colchón o una media sombra para poder vivir bien. Con lo que ganamos del pan y lo demás nos alcanza para los remedios. Hugo se gasta cerca de $10.000 en remedios y yo $3.000. Apenas nos alcanza para subsistir”, dice a DIARIO HUARPE.

Dos testimonios, entre los cientos que dejó el desastre natural más significativo del siglo XXI en San Juan. Dos historias que esperan ser resueltas con un final feliz.

Para ayudar a Hugo y Yanina podés comunicarte al  2645 59-8372 y para asistir a Juliana llamá al 2646 30-4789.

 

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