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Cultura y Espectáculos > En Ullum

Un mundo de madera, papel y mucho amor

Héctor Abadía, más conocido como Yiyo, trabaja la madera y su compañera, Gabriela Bonnet hace origami. Viven conectados con la naturaleza.

03 de mayo de 2019

Las manos se mueven rápido. En minutos, la madera comienza a transformarse, a tomar formas insospechadas. La concentración es absoluta.  Para Héctor Abadía, más conocido como Yiyo, el momento de la creación es mágico. Pero no está solo. Su compañera de vida, siempre a su lado, se introduce en ese mundo fantástico de las artesanías manejando el papel. Es que Yiyo y Gabriela Bonnet, son artesanos cada vez más reconocidos, que están instalados en Ullum. Hacen todo tipo de artesanías en madera y origami.

No es casual el sitio que eligieron para desarrollar esta actividad. Si bien comenzaron la tarea hace cinco años, encontraron su lugar en el mundo hace poco más de dos. Yiyo es oriundo de Buenos Aires. Allí estuvo vinculado al mundo de la música. Era plomo de una reconocida banda de rock. Pero, cansado de las noches agobiantes y de la mole de cemento, decidió dejarlo todo para encontrar la paz y conectarse con la naturaleza. En la misma sintonía estaba Gaby, oriunda de República Dominicana, llegó a este país para estudiar veterinaria. Si bien no pudo concluir su carrera, ama los animales y se conecta con ellos a través de la pacha mama.

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No fue difícil que sus caminos se unieran. Así, entre la madera y el papel, surgió un lazo de amor. Ahora, la pareja vive en Ullum, lugar que no están dispuestos a dejar.

Sobreviven vendiendo sus artesanías en Buenos Aires y recorren las distintas ferias para exponer sus productos. Lentamente comenzaron a hacerse conocidos. Pero además, viven de lo que la tierra les da.

Yiyo contó que hacen su harina de algarrobo, elaboran su pan. Viven como sus ancestros y no necesitan demasiadas cosas para vivir.

 “En Ullum se nos abrieron las puertas a todo, a la naturaleza, al autoconocimiento, al reencuentro con nuestras raíces. Trabajamos la madera caída de los árboles de la zona, producimos nuestros propios alimentos como harina de algarrobo, panes, arrope. No nos hace falta el dinero para vivir. Aunque estemos vestidos de esta forma, vivimos como nuestros ancestros”, contó el artesano.

Así, en una casita como de ensueño, rodeada de árboles y naturaleza pura, los artesanos tallan sus días mientras se conectan con las cosas simples, dejando atrás la bulla y el agite de las grandes ciudades.

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