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Opinión

“Extraños”, en el camino de regreso

Este escrito es “un tratado”, para que lo atesoren,
y que se sienten en él, lo lean y relean, y luego lo rumeen,
la Infanta “de cultura y educación”,
el Patricio “de cultura y educación”,  
el Marquese “de cultura y educación”. Lo de “educación”, sólo
es un segundo apellido, huérfano, vacío,
pero no hay que omitirlo
porque se debilitarían las posturas de aquellos funcionarios y
se podrían empalidecer sus imágenes en la prensa gráfica o televisiva.

“El Hombre se salva si vuelve a la Tierra”.
Y un camino seguro, de regreso, es el Arte…  y, otro: la Filosofía.

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Regreso del supuesto “desarraigo”-que propone el capitalismo-, regreso de la enajenación, regreso de la alienación, regreso al ejercicio de Aletheia: esa especie de cascada de velos deslizándose para que las cosas se manifiesten, se hagan patentes, se revelen.
(Concepto original) Aletheia = “revelación”, lo opuesto es “oculto”.

Hoy escribí desde muy temprano, me levanté, cuando, aun, era de noche sin fastidiarme por algún insomnio, por una necesidad espiritual. Y porque el silencio de la nocturnidad me sitúa en el mismo lugar por donde caminan los personajes de mis relatos, y no hay imágenes ni sucesos de la cotidianeidad de mis vigilias que se nos crucen. Esta media noche me puse a escribir este relato. Durante el día anterior, no pude sosegar mi incomodidad, desde hace un tiempo que sabemos, que hay extraños en el camino de regreso, que lo ocuparon…  “Tomaron el poder” decíamos cuando los milicos nos ocuparon la constitución, la libertad de pensamiento, las calles, los asombros y las plazas. Ya es de madrugada, y tomo el mate apoyado en la ventana que da hacía la avenida por donde, en ómnibus o bicicletas, “bajan” los hombres y mujeres que trabajan en la administración o en las tiendas. No hay muchas tiendas ni la administración es tan grande, porque vivimos en un pueblo pequeño, lejos, muy lejos de la capital. La autoridad política es el alcalde, así: con minúsculas, a él le alcanza, y a nosotros nos sobra un poco. Y ya que lo nombré, me viene a la memoria lo que dice L. Mumford, en “Fe para vivir”: la verdadera fuente del fascismo ha de hallarse en el alma humana, y no en la economía, dice: “En la existencia de un inmenso orgullo, en el placer de ser cruel, en la desintegración neurótica, es donde reside la explicación del fascismo…”. Yo las pienso como taras del capitalismo, y máscaras del pensamiento calculador, conque se envisten los que menos tienen. Y cuando digo: a los que menos tienen, no hablo de los “pobres”, en términos del mercado, no hablo de los que habitan en los asentamientos, ni de hombres y mujeres que duermen en las calles. Que estos son, Individuos que deben ser Sujetos de las Políticas Públicas del Estado. Si no, me refiero: de “los que menos tienen”, que no se habla, que es de los ignorantes que ignoran su ignorancia. ¿Será porque se ocultan, en nichos que los simula? O ¿será porque le son idiotas útiles al poder político y al poder económico?

El “ignorante” no es el “hombre que ignora”. Estos “que menos tienen”, pueden haber terminado la escuela primaria, la escuela secundaria y haber concluido la adquisición de un oficio en la Universidad… sólo eso, en la Universidad. De estos “que menos tienen” hay una variedad extensa.

El “que menos tiene”, poseedor de la ignorancia que me subleva, ignora lo que constituye su cotidianeidad. O tienen reducido al mínimo-mínimum el contexto de su cotidianeidad.

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La ignorancia ignorada, de hombres y mujeres del tipo “los que menos tienen”, suele ser sutil, simulada en el palabrerío o puede ser exultante, vanidosa, soberbia, irreverente, agresiva (con este carácter busca ocultarse, y se oculta). Nunca está asociada al silencio, ni a la amabilidad.

Su presencia y su tránsito por la Sociabilidad provoca un daño que tiene una multiplicidad de componentes, que conforman-conformando una resistencia al cambio, muda, oculta. Que deja de ser pasiva en cuanto es resistente.  Y se adhiere a la comunicación a modo de tejido protector de lo instituido y de las propuestas del poder político y del poder económico. Son serviles a cambio de que sean “tenidos en cuenta”. Son proclives a la fascinación. La Fascinación es del dominio de la enajenación. La fascinación es pasividad.  En cambio, la Seducción es del dominio de la Conciencia. La Seducción es activa. Esta “clase” de hombres y mujeres reposa en la aparente simplicidad del Dogma. Se mueve con confianza en la “tranquilidad” de la servidumbre. Su lenguaje, que no es más que un artificio sonoro, es multiplicador del bullicio que dificulta escuchar la apelación de lo esencial, que tiene el Hombre. Esto es, un individuo “de los que menos tienen”. A estos individuos no los puede socorrer, alguna Política Pública del Estado.

Bueno…  me quedé hablando del alcalde y de su equipo de rondas, que tienen a cargo “el equilibrio y desarrollo del pueblo”. Como en todos los pueblos y en todas las capitales, aquí, también, el capitalismo habla de “Cultura”, cuando se refieren al Arte. Y ahí colorean, un casillero más para los compromisos políticos “del dirigente”... “dirigente”: con esta nominación abarco a todo ese club de las campañas.

Y siendo que, Cultura es toda la actividad del hombre: collere=cultivar, hacer crecer, crear. Y es el Trabajo, siendo este una de las tres actividades fundamentales, junto con la Labor y la Acción, que corresponden a condiciones básicas bajo las que se ha dado al Hombre la vida en la Tierra. El Trabajo (=Cultura), es la actividad que corresponde a lo no natural de la exigencia del Hombre. Proporciona un “artificial” mundo de cosas, claramente distintas de todas circunstancias naturales. La condición humana del Trabajo es la mundanidad.

El Hombre se humaniza al crear, construye su “en” para “ser en”, se hace-haciéndose Sujeto. Entonces: el hombre debe trascender la naturaleza, el mundo natural, para crear el mundo histórico, hablante, que habla de ese mundo y de él. Y, esto no es “desarraigo”.

El hombre trasciende la naturaleza en el Discurso y por la acción. Entonces por la Cultura, por el Trabajo.

Asimilo Cultura a Trabajo y estos conceptos a creación.

Según J. Ferrater Mora, para Max Scheler (filósofo alemán): cultura es humanización, pero esta humanización se refiere tanto al “proceso que nos hace hombres” como al hecho de que los objetos culturales queden humanizados.

La historia del hombre como historia de la cultura es así el proceso de la transformación de su mundo y simultáneamente de la transformación del Hombre.

Por eso la filosofía de la cultura no es para Scheler el conjunto de investigaciones que tiendan a la clasificación y ordenación de los objetos culturales, sino también, y muy especialmente, uno de los capítulos fundamentales de la filosofía de la existencia humana. La cultura debe ser, en fin, de cuentas, algo que tiene sentido para el Hombre y sólo para el Hombre.

Entonces: el sentido de la propia cultura como algo que acontece en la vida humana, como algo que esta vida crea, transforma y se apropia.

Y así es, que: “El Hombre se salva si vuelve a la Tierra”.  Y un camino seguro, de regreso, es el Arte… Y desde hace un tiempo, hay un par de extraños en el camino de regreso. Hacen atajos, rompiendo las flores amarillas de la orilla. Simulan y se apropian, no pueden salir “del laberinto”, que no tiene más que un par de sendas señaladas.

Esto me ocupa, y a veces en mis sueños nocturnos. Hoy, aunque no dormí más que media noche, tuve tiempo de soñar que el Alcalde, así con mayúsculas, de nuestro pueblo era José Arcadio Buendía. Y entre otras asociaciones, me crucé con el coronel Aureliano Buendía, que me contó que él había conocido el hielo. Y nosotros no. El pueblo donde vivimos, donde voy a violar las repisas del poder para dejar este “tratado”, principalmente, para quienes nombre al comienzo. Está hecho de adobes y viento zonda. Bueno, un poco más: de adobes, eucaliptus y viento zonda. Aquí se usa el adobe, para la construcción de las casas, unos por pobres y otros por esnobismo naturista. Es un pueblo pequeño, recostado sobre la montaña, que tiene algunas cosas… y otras no. Por ejemplo, tiene: el esnobismo, las apariencias a flor de piel, en los administradores de lo público, eso que menciona L. Mumford. Yo algo sé de estos gestos fastidiosos, porque he cruzado dictaduras y democráticas democracias como esta que habitamos… Y otras cosas no hay, por ejemplo, en las Escuelas hay pocos bancos y pocos Maestros, en los Hospitales hay pocos Médicos, pocas Enfermeras y pocos insumos, y la gente, para hacerse atender, debe hacer cola desde la madrugada. Aunque se suele escuchar, “en este pueblo hay de todo”.

Me entusiasmó mucho, que la autoridad política del pueblo hubiese sido José Arcadio Buendía, nosotros que somos habitantes del “realismo mágico” desde hace tanto tiempo, estaríamos de maravillas, con ese viejo conocido. Y los filo-fascistas que donan los bancos, con su nombre y apellido, a las iglesias, algunos que tienen sus sonrisas en los carteles de campaña y otros que no salen de sus jardines, habitan su refugio de la fábula, en el “pensamiento mágico” y desde ahí se ponen jodidos, “porque se perfuman con la bondad del señor”. Los adobes son útiles en las construcciones, porque tenemos un clima desértico, y llueve muy muy poco. Aunque, cerca de la calle donde está mi casa, hay dos calles, que contenían a las crecientes bravas que habían de vez en cuando. Una calle al norte y otra calle al sur. Al norte la “Calle 13”, que lleva ese nombre en admiración al cantante de Puerto Rico, y hacia el Sur: la Calle Onda, que es una calle a los dos metros de profundidad de las casas. Por estas calles bajaban las crecientes, pero esto era antes. Ya no llueve en el pueblo que gobiernan “los que menos tienen”, no hay agua para derrochar en contemplaciones, porque, al agua, se las llevan las mineras.

El sueño me entusiasmó porque hemos visto que, desde hace un tiempo, en aquello que yo denomino “un camino seguro de regreso”, han anidado unos extraños… y para ellos va este “tratado”, que no es más que un intento mío, por ubicarlos en el dominio de la “Eudemonología” (el Arte de vivir bien). Por lo tanto, insisto con eso del Arte.

Y sobre él, dice M. Heidegger, en “De la esencia de la verdad”: “La esencia del Arte consiste en que tiene la mirada esencial para lo posible, en que lleva a la obra las posibilidades ocultas de lo ente, haciendo con ellos por vez primera a los hombres videntes para lo realmente existente, en lo que ellos se mueven a ciegas.

La poesía hace a lo ente más ente.
Pero para entender qué es la obra de arte y el arte poético en cuanto tales, la filosofía tiene primero que desacostumbrarse de concebir el problema del arte como un problema de la estética”.

                                                                    

Yo agrego que, Arte: es el nombre que se le da a un modo del trabajo.
Tal vez para resguardar del capitalismo, esa acción del hombre que es el carácter del verdadero trabajo.
Porque en esa acción se explicita el crear, se lo considera como una excepción del trabajo y se le acuña una denominación, un nombre que lo define y excluye. Siendo que todo el trabajo debe asimilarse a crear.
Después: el Arte conforma la “Cultura”. Siendo la Cultura la construcción del Mundo histórico y hablante del hombre.
Aún después, a “ese Arte” el capitalismo lo toma y lo somete al mercado.
Pero queda la denominación de la actividad para alertarnos, para hacernos pensar…

 

Sobre la Filosofía, digo yo: La Filosofía surge de la Vida.
Es el lenguaje de la Vida. Intenta explicarla, le construye Sentido, procura que el Hombre entienda la Vida.
Pero cuando los Filósofos construimos conceptos, estos son siempre inacabados, sólo hablan de una parte de los fenómenos, de los acontecimientos, de los sucesos.
La Filosofía estudia la Existencia, este es su objeto de estudio.
El ente en su totalidad. “Toma al cuidado al ente en total…” (M. Heidegger).
Por lo tanto: si estudia la Existencia, estudia aspectos de la vida. El ente… y el Ser.
La Filosofía estudia la simultaneidad de lo Finito y lo Infinito en el Hombre: la vida humana finita y el pensamiento que es infinito.
… “dos caminos de regreso”… el Arte y la Filosofía…

Es, casi, media mañana y el sol ya subió por encima de los árboles de la plaza. Dejo la máquina encendida y salgo a caminar por ese costado de la ciudad. Del puesto de revistas “El Rubio”, saco uno de los diarios nacionales y me quedo parado en esa esquina, hojeando los titulares. En el bar que está, a una media cuadra, por la vereda de enfrente entran hombres y mujeres, de un grupo que yo conozco. Me llaman, puedo decir que pertenezco, periféricamente. Y, aunque, hay necesidades y hábitos que no he cambiado, estas reuniones, me vitalizan. Me detengo unos minutos, sostengo mi cartera, que llevo en el hombro izquierdo, y he doblado el diario con precaución de no arrugarlo, necesitaba quedarme apoyado en mi silencio, disfrutando “de las mismas sensaciones”… de sensaciones... similares. No recuerdo, si no: que voy por ellas, por aquellas largas tardes o noches de discusiones y lecturas, en la década del setenta cuando yo era un joven estudiante universitario. Y teníamos un sueño colectivo, la utopía de “un mundo mejor”, y estábamos convencidos que la revolución estaba cerca, se escuchaba la Internacional y la Marcha Peronista, a la vuelta de la esquina. Ahora, yo podría escribir en las paredes, sin equivocarme, las consignas…  Ahora: soy padre, abuelo, amigo con lágrimas, amante para no morirme, y con aquella época tengo en común: la Universidad, los amigos, y de otro modo el mismo convencimiento de entonces. Ahora busco en mi Filosofía el “Sujeto del Sentido”, para una nueva Sociabilidad, y mi utopía, extrema dice: “De cada cual según su capacidad a cada cual según su necesidad”… bueno…  y estoy envejeciendo.

Crucé la calle y entré. Habían juntado tres mesas, y discutían con calma y con risas… discutimos con calma y con risas. Fue un rato largo, y varios cafés. Hablamos de la autoridad: En nuestro sistema de convivencia, convivimos con una “autoridad figurada”. La persona de mayor referencia publica, es “una autoridad figurada”. Cada presidente en la nación, cada gobernador en la provincia, cada alcalde en el pueblo. Y desde ahí, en un fenómeno de capilaridad invertida, la autoridad figurada se establece en cada intersticio de la convivencia.

Pensemos en esta apariencia, en esta mueca, en esta autoridad figurada, desde el final de la dictadura genocida, durante la cual, por pensar, se nos podía ir la Vida. Hay alguna excepción, lo que no es bueno. Ya que, si hay una excepción, es porque lo opuesto es la regla. Y esto es un sinónimo de la Sociabilidad destruida. Hay un deterioro de la Autoridad y esto es: hay una ruptura de las Referencias.

No hay, “Autoridad de Autor”, del que sabe, del que estudia, del que crea, del que no miente, del que hace y puede hacer de nuevo. Vivimos en una ruptura de las Referencias. Hay una ruptura del contrato de sociabilización, que es establecido por la Verdad… pensemos en la Infanta “esa”,  en el alcalde “ese”, en el Patricio “ese”, en el Marquese “ese”- “esa” y “ese”, derivan de desprecio.

No hay, “Autoridad de Autor”, del que sabe, del que estudia, del que crea, del que no miente, del que hace y puede hacer de nuevo”… la mierda, cuanta exigencia para esos cuatro cuerpos que refiero…

Y al final de esta locución, subimos la voz a coro casi unánime… “en resumen y dicho académicamente: son una mierda”.

En esas mesas, es más rico el café. La última argumentación de una de las muchachas, bailarina y artista de teatro, con el apoyo a mano alzada de varios artesanos, fue, que lo necesario, era imitar a Sarmiento cuando trajo las Maestras… y que teníamos que diligenciar la búsqueda y ubicación de Henry Chinasky, que nadie estaba seguro que hubiese muerto. Y que ponerlo en la Oficina de Cultura y Educación del pueblo, aunque sea por un bimestre, le haría “una cura” a los conceptos y reestablecería los espacios para “el ocio”… y le puso comillas, porque dice que pensaba en los griegos… Uno de los muchachos se levantó, y leyó de su cuaderno de tapas amarillas: “un poema es una ciudad llena de calles y cloacas/ llena de santos, héroes, mendigos, locos,/ llena de banalidad y bebida,/llena de lluvia y truenos y periodos de / sequía, un poema es una ciudad en guerra/…

el sabor del licor y los cigarrillos, / sin policía, sin amantes, caminando por las calles/

este poema, esta ciudad, cerrando sus puertas…”

Unos versos, de un Poema de Bukowski. Al levantarnos, una de las chicas propuso enviarles de regalo a la Infanta de cultura y educación y al alcalde, por si hubiesen entristecido debido a la pandemia, dos libros de relatos de Charles Bukowsky: “La máquina de follar” e “Hijo de satanás”, respectivamente. Y en un silencio de palabras, hubo un aplauso, que llamó la atención de los pocos concurrentes de las otras mesas en el bar.

Nos despedimos y salí, crucé la calle y pasé por el puesto de revistas, no para comprar otro diario. Si no, con la necesidad de caminar sin compañía y regresar por las mismas calles… o por calles similares… Sí, eso es…

A pesar de los estímulos… desde entonces… caminar, aun, por calles similares… es una parte importante de la Identidad.

Volví pensando, en esa sentencia de mi Filosofía…
“El Hombre se salva si vuelve a la Tierra”.  Y un camino seguro, de regreso, es el Arte…
Y también pensé que, aun, en las democráticas democracias, hay extraños en el camino de regreso…

Ya era pasado el mediodía, no había mucha gente por las calles, las tiendas estaban cerrando. Yo había dejado la máquina encendida, repuse las condiciones del mate, y me senté a terminar el relato. Bueno: “el tratado”, este de nueve páginas.

Releí la dedicatoria, a quienes les propongo que lo atesoren, y pensé que me había excedido en la solicitud del sacrificio.

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