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Tres madres, la misma angustia en un caserío que quedó derrumbado en Pocito

Las mujeres son vecinas y tienen en común no sólo que perdieron todo, sino también que mientras el mundo parecía venirse abajo, debían cuidar a sus chicos.  

POR REDACCIÓN

19 de enero de 2021

El asentamiento ubicado en calle Aberastain entre calles 15 y 16 en Pocito, quedó convertido en un grupo de ruinas tras el sismo. Son 100 metros lineales de casitas muy precarias que terminaron destruidas. Las pérdidas totales y las historias de angustia son un factor común. DIARIO HUARPE habló con tres madres que contaron cómo fueron esos minutos de terror. 

Tamara Ges, de 24 años, estaba en su casa con su pareja Michel Campillay y sus dos hijas pequeñas cuando todo empezó a moverse. Lo más impactante para esta joven mamá fue que se cortó la luz y la oscuridad fue total en la cuadra. 

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Todavía sorprendidos por el sismo, sin poder ver nada, Tamara recuerda que salieron y escuchó la estructura de la casa vencerse pero no podía verla. Sus hijas no estaban junto a ella y empezó una búsqueda desesperada. El alivio llegó segundo después, cuando escuchó la voz e Michel diciéndole que las niñas estaban bien y con él.

María Silvina Fuentes, de 50 años, es madre y abuela y tiene bajo su cuidado cuatro chicos. Cuando era joven le tocó vivir el terromoto del 77 y, según le contó a DIARIO HUARPE, su esperanza era que ninguno de sus familiares tuviera que vivir lo que a ella le tocó en ese momento. Pero lamentablemente, este deseo no se cumplió. 

"Anoche vimos con en un segundo perdíamos todo", relató María Silvina. "Los niños tienen mucho miedo y no quieren ir ni al baño por miedo que pueda pasar otra vez", contó. Ahora los menores de su familia tuvieron que ser trasladados a la casa de un familiar, porque la vivienda que habitaban quedó destruida. 

Otra de las vecinas es Andrea Campillay, quien vivía sola en apenas una piecita con su hijo de 13 años. Ambos pudieron salir bien, pero la mujer que de por sí tiene que enfrentarse a los desafíos de ser madre soltera, ahora se quedó totalmente en la calle. 

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"No me ha quedado nada, pude rescatar unas pocas cositas, pero lo demás no se puede sacar porque está todo a punto de derribarse", contó la madre de 33 años, mientras señalaban los restos de su casa, que estaba a punto de terminar de colapsar. Andrea trabaja los fines de semana y changuea siempre que puede, y cuando alguien se hace cargo de cuidar a su hijo. 

 

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