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Reinserción y aprendizaje: cómo son los talleres del penal en San Juan
Privados de su libertad, los presos en San Juan ocupan sus días para llevar adelante diferentes tareas, algunas remuneradas económicamente, para lograr una mejor inserción en la sociedad con la cultura del trabajo.
Por Nadia Correa
El Servicio Penitenciario Provincial, ubicado en Chimbas, alberga actualmente más de 1.800 personas (entre hombres y mujeres) privadas de su libertad por haber cometido delitos. Las horas, los meses, los años de aislamiento tienen la capacidad de provocar efectos negativos sobre la salud mental. Con esto como base, y con el objetivo de contribuir a la convivencia, pero fundamentalmente brindar herramientas que sirvan para la inserción laborar, la gran mayoría de los internos participa en alguno de los 25 cursos que se dictan.
Detrás de los inmensos paredones del penal de Chimbas funciona un mundo completamente desconocido y del que muy poco se sabe, en gran parte, por prejuicio. Tal como lo definieron parte del personal que allí trabaja, “esto es una pequeña ciudad y en algunos casos, funcionamos como un municipio”. DIARIO HUARPE llegó hasta el estigmatizado predio y recorrió esa mini urbe para conocer de cerca lo que allí sucede.
Desde hace algunos años una de las principales políticas que se aplican están íntimamente relacionadas con la reinserción no solo laborar, sino también social de los internos. Por eso actualmente dentro del inmenso predio se dictan un total de 25 talleres, todos ellos de oficios, donde aprenden y luego cumplen jornadas de trabajo, al mismo ritmo de un trabajador normal. “Mente y manos ocupadas es fundamental para estar acá. Para mí es lo más parecido al afuera, me levanto, vengo al taller, almuerzo y vuelvo”, contó a este medio uno de los presos a que actualmente se desempeña como zapatero. Cabe mencionar que por cuestiones de reglamento interno, los nombres de los internos entrevistados quedaron a resguardo para cuidar al círculo familiar del mismo.
La primera instancia es la capacitación. Carpintería, metalúrgica, herrería, mecánica, refrigeración, electricidad, corte y confección y peluquería, son solo algunos de los talleres que se brindan puertas adentro. El segundo paso es la producción. Con las herramientas brindadas, cada uno de ellos inicia en las diferentes áreas con una jornada laboral que sirve tanto para el beneficio propio, del personal y de la comunidad.
Son varios los convenios firmados con empresas privadas y el Estado que ponen a disposición herramientas y fondos para poder darle vida a los cientos de proyectos que surgen. “Nosotras estamos contratadas por una empresa textil muy importante. Hacemos prendas para ellos. Esto es un beneficio para nosotros y para nuestras familias. Es generar ingresos para ellos”, dijo una de las mujeres que cumple condena y que se desempeña en el taller de corte y confección.
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Todos los presos que trabajan en los diferentes talleres, en algunos casos, reciben un ingreso monetario, el cual en gran parte está destinado a sus familiares. En otros casos, solamente colaboran como tareas comunitarias en municipios, escuelas, clubes y diferentes instituciones. “Nos han llamado para la limpieza de espacios verdes, construcciones, arreglos varios. En todos esos casos no recibimos dinero, solo el interesado debe poner los materiales, nosotros la mano de obra”, destacó Gustavo Aballay, jefe de Infraestructura y Laborterapia del Servicio Penitenciario.
En algunos casos los cursos están destinados a aquellos presos que están a punto de recuperar su libertad, como el de peluquería. “A diferencia del resto de los cursos, en este caso preferentemente está destino para los presos que están a punto de salir, dado que es un servicio que acá poco se puede monetizar. Está en principio pensado para que encuentren una salida laboral rápida. Se perfeccionan atendiendo a sus mismos compañeros de pabellón”, contó Lucas Centeno, ayudante tercero a cargo del área.
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En definitiva son muchas las tareas que se realizan allí dentro y esto se traduce en “la oportunidad de sentirse bien, de creer en una segunda oportunidad y de sentirse útil. Yo pienso en cuando salga, que gracias a Dios es pronto, voy a poder continuar con todo esto aprendido que me gusta y ponerme un pequeño taller en mi casa”, expresó uno de los trabajadores de la zapatería.
Entre el prejuicio y la aceptación
Adriel Fernández, director del Servicio Penitenciario, contó que en muchas oportunidades se encontraron con aquellos que aceptan y creen en la recuperación de los presos y aquellos que no lo tomaron de la mejor manera. “Una de las situaciones más recientes que pasamos fue con los trofeos que hicimos para un club. En cada una de nuestras creaciones colocamos una insignia para que sean identificadas. Esto en los chicos generó la duda y la posibilidad de los papás de hablar con sus hijos sobre el lugar y las consecuencias de ciertos actos”, destacó.
La importancia de la recreación
Dentro de los muros del Servicio Penitenciario también hay un espacio destinado a la recreación y la salud física. Por eso es que cuentan con un programa en donde quienes lo deseen pueden entrenar y formar parte del equipo de rugby, futbol, vóley o básquet. Durante más de una hora, los presos son guiados por diferentes profesores para la práctica de los deportes. En muchos casos esto les permitió tener la oportunidad de recibir visitas o mismo de salir del encierro para enfrentarse a los equipos de clubes barriales.