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En primera persona: cómo es ser mamá y trabajar en el Servicio Penitenciario Provincial

Rut y Mariángeles son dos mujeres que desempeñan en uno de los ámbitos más duros de la provincia. Cómo es la rutina, dentro y fuera de casa, de las protagonistas. 

16 de octubre de 2022

Ser mamá y trabajar fuera de casa en estos tiempos donde la economía argentina aprieta el bolsillo es algo más que habitual en cada una de las viviendas. Pero algunas cumplen roles especiales en ese día a día. En esta oportunidad, DIARIO HUARPE dialogó con Rut y Mariángeles, dos mujeres que cumplen el rol de mamá en sus casas, pero también desempeñan sus funciones en el Servicio Penitenciario Provincial, uno de los ámbitos más desafiantes de la provincia.

Rut Araoz es guardiacárcel desde hace 12 años, y tiene dos hijos de seis y dos años. El mayor de ellos se llama Nihuel y el menor Máximo. Ella los define como “su vida”, pero comentó que el rol de ser mamá y trabajar dentro del Penal de Chimbas, es difícil porque significa dejar los niños al momento de ir a cumplir las guardias al trabajo, teniendo en cuenta los horarios que tiene. “Es la profesión que elegí por convicción y no me arrepiento de nada”, aclaró. 

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Por su parte, Mariángeles Poblete es licenciada en psicología. Tiene 36 años y trabaja desde hace 8 en el Servicio Penitenciario de la Provincia, actualmente ocupa el cargo de Oficial adjutor principal. Sus hijas tienen cuatro y dos años, la más grande se llama Guillermina y la más chica es Catalina.

Al consultarle por su rol y la elección de su lugar de trabajo, la licenciada comentó que desde que estudie la carrera, siempre le llamó la atención trabajar en el Servicio Penitenciario.

“Me gustaba este tipo de área en lo que era el Servicio Penitenciario o el Poder Judicial. Si bien demanda mucho esfuerzo porque es un ambiente al que uno no estaba acostumbrado, aquí encontré muchas gratificaciones con mis compañeros y los presidiarios que intentan reinsertarse nuevamente en la sociedad”, agregó.

Al mismo tiempo señaló que el trabajo en el Servicio Penitenciario y el hecho de ser mamá van de la mano porque se siente motivada al llegar a casa, ya que cada día tiene que demostrarles a sus hijas que “mamá puede salir a trabajar y a la vez cumplir su rol en casa”.

Rut trabaja como penitenciaria en el pabellón donde están detenidas las mujeres. Imagen Gastón Vargas/DIARIO HUARPE.

Las dos mujeres contaron que tuvieron que atravesar sus embarazos cuando ya trabajaban en el Penal de Chimbas. Según las palabras de Rut, los dos embarazos fueron una experiencia muy linda para ella porque le tocó trabajar de manera normal, pero sí le costó mucho soltar a sus hijos cuando tuvo que regresar a su lugar de trabajo.

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En tanto, la historia de Mariángeles es muy especial, debido a que deseaba ser madre después de casarse, pero tiempo después descubrió que por cuestiones orgánicas no podía. “Yo tenía la idea en mente, pero con los estudios que me realicé me enteré de que no podía. Tuve que realizar un tratamiento de fertilización asistida mientras continuaba con mis tareas aquí en el Penal y fue así como llego Guillermina, la primera de mis hijas”, aseguró.

En ese contexto, comentó que al principio tuvo muchos temores por lo que le costó quedar embarazada, pero esos temores no eran por el lugar de trabajo, ya que entendía que en cualquier otro trabajo una mujer puede llegar a sentir eso.

“Con el embarazo de Catalina fue distinto porque ya conocía los cambios que iba a atravesar mi cuerpo. Esta experiencia fue distinta. Aquí en el Penal me cuidaron y yo también me hice cuidar como le corresponde a una mujer embarazada”, destacó.

Las dos mujeres coinciden que al regresar a sus casas después de terminar sus guardias, cuesta despegarse del trabajo por los roles que ocupan en el Servicio Penitenciario. “Una vez que llego a mi casa y veo la sonrisa de mis hijos dejo toda la tensión que puedo cargar para disfrutar de ellos”, dijo la guardiacárcel. 

Mariángeles se recibió de licenciada en psicología y siempre soñó con trabajar en el Servicio Penitenciario Provincial. Imagen Gastón Vargas/DIARIO HUARPE.

En tanto, la psicóloga marcó que siempre se ha llevado trabajo a su casa y más en el cargo de jefatura que le toca ocupar. “Trato de estar atenta a todo lo que pueda pasar con el personal que tengo a cargo, al igual que los prisioneros y prisioneras. Mi rol me demanda que el trato que tengo con ellos siempre sea desde la empatía y la escucha, para buscar lo mejor para ellos en lo que es su reinserción a la sociedad, ya sea con sus salidas transitorias o definitivas”, aseveró.

Sin embargo, las dos también indicaron que mantienen un lazo más fraternal con las presidiarias que son madres, porque el rol de ser mama cambia muchos aspectos emocionales. “Se nos hace difícil ver a los niños que ingresan al pabellón para visitar a sus madres”, declaró Rut.

En esa misma línea, Mariángeles comentó que suele ponerse en el lugar de las detenidas porque tranquilamente es una situación que le puede pasar a cualquiera. “Creo que el mayor sufrimiento de estas mujeres que son madres y están presas, es tener que estar alejadas de sus hijos, no saber de ellos o que les está pasando. Esa situación es muy angustiante y genera impotencia”, exclamó.

Finalmente, la penitenciaria y la licenciada dijeron que si en el futuro sus hijos les manifiestan querer seguir la misma profesión de ellas, no van a intentar coartar esta posibilidad a pesar de tener algunos reparos. “Si bien a mí esto que elegí para mi vida es algo que me gusta, no sé si me gustaría que mis hijos elijan este mismo trabajo”, dijo Rut. Mientras que Mariángeles reconoció que le encantaría que sus hijas fueran psicólogas. “Después habría que analizar qué tan fuertes son para poder trabajar aquí adentro de la cárcel. Hay que analizar muchas cosas para plantearse eso”, sentenció.

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