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A la sombra, nunca de nuevo
Una ardua lucha y una voz incesante ante el destrato a la comunidad Lgbtqi+. El amor rompió barreras.
POR REDACCIÓN
“La libertad para mí es algo que pude disfrutar de grande, cuando podría haberlo hecho siempre y es la única bronca que tengo al respecto a la palabra libertad”, dice Dany Love.
En sus palabras resume lo que miles de otros sanjuaninos y sanjuaninas de la comunidad sufrieron durante mucho tiempo. El deseo de ser y sentirse libres. Antes, en una sociedad mucho más cerrada que la actual, donde ser gay o lesbiana era tabú o directamente una vergüenza, hubo gente que luchó contra eso para ser lo que sentían que eran.
“Yo no me he sentido incluida. Siempre me he sentido fuera, siempre siendo alguien que no era”, dice Cristina Castillo junto a su esposa Alejandra Molina, el primera pareja en casarse luego de la aprobarse la Ley de Matrimonio Igualitario.
Por otro lado, Camila Moreno, una mujer trans, refuerza esas épocas en las que tuvo que esconderse. “Mis amistades me preguntaban como me llamaba y yo les decía Camila, pero mi DNI no figuraba como Camila. O iba a un lugar que tenía que presentar el documento, te miraban por la apariencia, y por burla te llamaban por el nombre que uno tenía en los papeles”, dice.
“Hay muchas compañeras que han sido detenidas en el centro por ir a hacer trámites. La mayoría de todas han sido peluqueras o costureras. Si tenían que ir a comprar algún producto o insumo para poder trabajar, las detenían. Cuando pedías la hoja para saber por qué te detenían, decía porque tenías ropa inadecuada a tu sexo”, relata Camila.
La vida de cada una de las protagonistas de la nota sufrió a causa de la discriminación por parte de una sociedad que no quería entenderlas o aceptarlas. “Ante cualquier intento de expresión, de autenticidad y no de hipocresía eramos expulsados de cualquier círculo que nos habíamos insertado o generado”, recuerda Dany.
En esos momentos, ellas se liberaron de la vergüenza y se expusieron ante esa sociedad: “Esta soy yo”, decían con orgullo.
Mientras tanto, a nivel país, de a poco avanzaban distintos proyectos de ley que otorgaban derechos como la Ley de Identidad de Género, la de Matrimonio Igualitario o la Integral Trans.
“Antes no teníamos derechos”, dice Dany, a lo que se suma el testimonio de Cristina y Alejandra: “El primer horno pizzero que compramos lo pusimos a nombre de las dos”.
En el relato de todas, lo que prevalece es el amor y la unidad de la comunidad, que sirvió de sostén en los momentos difíciles.
Dany recuerda con una sonrisa un momento clave con su madre. Fue después de que le dijera que era gay y estaba en pareja. “Se me enojó y estuvimos un año sin charlar. Después de ese año que perdimos de amarnos, de abrazarnos, mirarnos y charlar, reírnos y compartir, estaba haciendo un show en Rapsodia, en el Café Concert, y cuando salgo a hacer la apertura, la veo ahí adelante, sonriendo, muy feliz, como si nunca hubiese pasado nada”.
Una marcha que sigue y sigue
La hoy reconocida Marcha del Orgullo es todo un evento de artística y disfrute, pero es también mucho más. En un principio eran pocas personas, pero fue cambiando. Así lo recuerda Alejandra: “Empezamos a juntarnos un puñadito, para armar un grupo y visibilizarnos socialmente en la Plaza La Glorieta, que después resultó el nombre. Eramos unos diez y empezamos a ir. Nunca me imagine que iba a ser la marcha”
Por su parte, Dany explica que la marcha sale como un reclamo, para reclamar puntualmente por un derecho, una ley, Hoy se marcha como una mezcla de reclamos y festejos”, a lo que agrega después que hoy por hoy, la movilización “es más que nada en contra de aquella vergüenza que nos hicieron sentir toda la vida, que nos tuvimos que ocultar”.
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Fotos y audiovisual por Gonzalo Medina